EL PERIÓDICO EN CATALÁN CUMPLE 20 AÑOS

La paradoja de la literatura catalana

El sistema literario se ha mantenido en estas dos últimas décadas próspero y abundante, pero eso no quita que esté en peligro

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JORDI MARRUGAT

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Hace 20 años no exitían 'El millor dels mons', 'Les veus del Pamano', 'Els jugadors de whist', 'El castell de la puresa', 'Magrana', 'Stabat', 'Obreda', 'Estiula', 'Salamandra', 'Acorar', 'Islàndia', 'Enderroc i reconstrucció' o 'Les coses que realment han vist aquests ulls inexistens'; no conocíamos la narrativa de Jordi Puntí, Albert Sánchez Piñol, Francesc Serés, Marc Pastor o Marta Rojals, ni los versos de Josep Pedrals, Laia Noguera o Jaume C. Pons Alorda, ni las obras de estallido de dramaturgos que sucedió a principios de este milenio; no sabíamos quiénes eran Empar Moliner o Josep Lluís Badal; autores como Carles Hac Mor, Lluís Solà, Francesc Garriga o Màrius Sampere estaban lejos de convertirse en los colosos que hoy son; no se habían constituido editoriales como Arola, :Rata_, LaBreu, Raig Verd, Periscopi o Males Herbes; no se habían publicado algunos de los estudios más profundos y transformadores de Castellanos, Balaguer, Marfany, Campillo o Casacuberta, ni se había consolidado el giro en la concepción de la Edad Moderna -establecido definitivamente en una nueva 'Història de la Literatura Catalana' en curso de publicación. Hace 20 años persistía un cierto menosprecio heredado hacia la propia tradición, el Teatre Nacional acababa de nacer y no teníamos fenómenos de masas internacionales como 'La pell freda', 'El mètode Grönholm' o 'Jo confesso'.

Sirva esta muestra como simple repaso al insondable paisaje de una época vertiginosa, vasta, riquísima. Han sido dos décadas literariamente caracterizadas, en consonancia con tantos otros ámbitos del momento, por cambios, adaptaciones y reestructuraciones constantes; por una inestabilidad, una diversidad y una multiplicación incontrolables de tendencias, horizontes, valoraciones, apariciones y consolidaciones. 

La década de 1970 sirvió para poner las bases de un sistema literario actual, disperso, visible, reconocido: posmoderno. También conflictivo y, por lo tanto, vivo. Los años ochenta, con la ayuda fundamental de la escuela y la televisión catalanas, impulsaron la industrialización y la ampliación social de este sistema. La palabra catalana ganaba espacios a los cuales muy pronto se sumarían diarios como este o,incluso, la traducción de novelas originariamente escritas en casstellano. El público y los escritores catalanes fueron surgiendo naturalmente de su sociedad y su tiempo -no ya de una voluntad de construcción nacional o de una necesidad de resistencia patriótica. Esto es lo que finalmente ha permitido éxitos de público tan sonados como los de Sánchez Piñol, Pastor, Rojals Jordi Galceran.

Bilingüismo, variantes y registros

En la raíz de estos fenómenos, el catalán dejó de ser un tótem puro y sagrado para convertirse en medio discutido, trabajado, maltratado o empleado paralelamente a otros. El bilingüismo se ha convertido en norma de escritores como Porcel, Monzó, Sánchez Piñol, Cunillé Gimferrer -que después de etapas de lírica monolingüe simultanea el género en diversos idiomas. Los argots juveniles y las tendencias lingüísticas de diversos momentos han sido curiosamente literaturizadas en la narrativa de Pagès Jordà. El catalán genuino de ciertas comarcas o el 'xava' barcelonés han sido motivo de trabajos literarios como los de Rojals, Ramon Solsona o Adrià Pujol -además de provocar virulentas polémicas entre escritores y lingüistas de posiciones encontradas. Incluso el bilingüismo social es asumido desde un divertido juego literario en los cuentos de 'Twistanschauung' (Garcia Tur). Además, la resiliencia y la viveza del catalán se hacen evidentes cuando queda sometido al cuestionamiento, la deconstrucción y la agresión irreverentes de autores experimentales como Hac Mor; a las desconcertantes y placenteras reconstrucciones de Navarro o Sunyol; a las búsquedas de Lluís Calvo o Pons Alorda; o a trabajos tan sorprendentes y meticulosos comos los de Badal en 'El duel'.

Esta lengua diversa, híbrida, impura, ha servido para identificar y cuestionar al mismo tiempo la identidad catalana. Lo ejemplifica la narrativa de autores como Joan-Daniel  Bezsonoff o Joan-Lluís Lluís, que, desde la Catalunya Nord, se han incorporado para construir narraciones sobre identidades alteradas, múltiples, bastardas, de frontera –de hecho, un tema central en la literatura de estos años, desde Maria Barbal hasta Najat El Hachmi. Junto con muchos otros (Mira, Torrent, Franco, Domínguez, Mesquida, Alzamora, P. A. Pons, Ramis, Vadell, Colom...) son prueba de que la palabra escrita de las últimas décadas ha consolidado un circuito cultural que unifica los Països Catalans sin determinarlos con ningún tipo de idiosincrasia homogénea.

Los ‘mass media’

Del mismo modo, el tipo de vínculo entre escritores y comunidad propiciada por las sociedades posmodernas ha hecho que estos se integraran en los medios de comunicación de masas o que surgiesen de ellos, no sin polémicas -recordad el asunto recurrente de los 'escritores mediáticos'. Se ha constituido así un circuito de retroalimentación sin direcciones predeterminadas que ha roto el aislamiento del canal impreso. Primero fue la radio, pero a partir de los 80 y de los 90, el escritor puede ser también, o sobre todo, icono o guionista audiovisual. Seguindo los pasos de las brillantes intervenciones monzonianas y de los exitosos guiones de Cabré o Benet i Jornet, la televisión es un medio en el que se encuentra una parte importante de la obra de Màrius SerraMoliner y tantos dramaturgos. Así como el cine ha contribuido a la popularidad de Puntí, Cunillé, Galceran o J. M. Miró. Paralelamente, los medios virtuales y las redes sociales han dado voz y forma a contribuiciones clásicas -el artículo de opinión- o 2.0 -el tuit- que ya son piezas inexcusables de la literatura de Rojals, Melciot Comes, Joan Todó Jaume Aulet. Y eso al margen de las posibilidades poéticas del medio digital exploradas por autores como Calvo. Por otro lado, el espectáculo audiovisual de consumo inmediato ha informado nuevas formas de recital poético, que tienen en Enric Casasses uno de sus principales emblemas y que han provocado transformaciones evidentes en la escritura de poesía. 

El público y los escritores en catalán han ido surgiendo naturalmente de su sociedad y su tiempo

Se trata de tiempos inestables, dispersos, convulsos, cambiantes, fungibles, a los cuales, sin embargo, un viejo género como la novela, convenientemente repensado, ha logrado dar forma para comprederlos humanamente y con profundidad ('Els jugadors de whist' o 'Maletes perdudes'). Pero también ha habido lugar para cuestionar este género y esta época ('Carbassa a tot drap'),para reinventar otras estructuras formales ('El romanço d’Anna Tirant'), para proponer algunas nuevas ('L’obra i la por'), para explorar medios adecuados al predominio de la imagen (la poesía visual de Calleja, los videopoemas de Xargay), para resistir a la disolución de una lengua específicamente poética (en los versos de Solà o Clapés), para experimentar la creación de lenguajes y de instituciones (basta ver lo que han hecho las que han surgido vinculadas a V. Altaió).

Y es que este fulgurante desarrollo de la literatura de las últimas décadas ha sido posible sobre todo gracias a instituciones, como mínimo, peculiares: premios que han apoyado la profesionalización; editoriales gigantes conpies de barro que en el nuevo milenio han cedido mercado, calidad y protagonismo a editoriales pequeñas y medianas; una Institució de les Lletres Catalanes con todo tipo de proyecto remunerativos; inversiones públicas de orden muy diverso; revistas surgidas y mantenidas por el voluntarismo; el nacimiento y crecimiento de todo tipo de escuelas de escritura; lugares de encuentro, acción y creación como el bar (H)original, la Sala Flyhard o las librerías Nollegiu y La Calders, etc.

Déficits

Sin embargo, siempre queda la sensación de que los tentáculos de este sistema, por mucho que abarquen, no pueden llegar a todas partes a causa de limitaciones como la demografía, las dimensiones del mercado que se se sustenta en ella o la imposibilidad de disponer libremente y eficazmente de las propias políticas lingüísticas y culturales. El catalán de las últimas décadas no cuenta con traducciones de algunas novelas fundamentales, de obras de divulgación científica capitales en la conformación del saber contemporáneo o de la mayor parte del cómic anglosajón o japonés. Los productos editoriales en catalán están disponibles en las librerías durante un tiempo demasiado fugaz. El teatro renuncia a menudo a la calidad literaria del texto en favor de otros aspectos escénicos. Una política universitaria inepta y malintencionada está desmantelando la investigación en literatura catalana. Y actualmente el Estado español se ha propuesto culminar la anhelada destrucción de todo aquello que escapa a su nacionalismo excluyente y agresivo.

Durante dos décadas formidables, el sistema literario catalán se ha desarrollado en una existencia paradójica que se aducua bella y fatalmente a su particularidad. Es próspero y abundante, pero está en peligro; se construye al tiempo que se agrede a sí mismo; es fulgurante hasta la proyección de sombras inmensas; es sobradamente popular a la vez que necesita desesperadamente más público. Todo esto lo hace único; frágil y persistente al tiempo; como la vida. 

La evolución del mercado: del 13,9% al 25,4%

A lo largo de las últimas dos décadas, el consumo de libros en catalán también ha tenido un comportamiento aparentemente paradójico. Desde el punto de vista del negocio editorial la sensación es de un cierto estancamiento. Desde el del uso social de la lengua, sin embargo, no es tan evidente que haya motivos para la decepción. En el año 1997 las ventas de libros en catalán (sin contar los de texto) equivalían a 195 millones de euros y llegaron a los 225 en el año 2008 y a los 238 en el año 2016. Una progresión modesta si hablamos de una evolución de dos décadas y de su impacto en la rentabilidad de un tejido empresarial en el que han entradeo a competir nuevas editoriales independientes y todos los grandes grupos editoriales españoles. Pero se ha de valorar que este modesto avance en términos absolutos se ha producido en un periodo en el que el sector ha sufrido dos grandes crisis, que en Catalunya han afectado sobre todo a las cifras del libro en castellano (que hoy sigue muy por debajo del techo de ventas precrisis que se marcó en el 2008) de las que el libro en catalán ha salido relativamente mejor parado (en cambio, ha recuperado e incluso superado esa cota del 2008). Así, el libro no de texto comprado en catalán ha pasado de suponer el 13,9% del mercado en el año 1997 hasta alcanzar el 25,4% en el año 2016. La incorporación de nuevas generaciones educadas en catalán ha hecho que la población que lee libros en esta lengua, con mayor o menos frecuencia, haya pasado del 39% de la población lectora en el año 2001 al 73% en el 2016, eso sí, con solo un 17% (respecto al total de la población, incluyendo la no lectora) de personas que lo tienen como su lengua más habitual de lectura. – Ernest Alós