EL PERIÓDICO EN CATALÁN CUMPLE 20 AÑOS

Una nueva ola de música

Tras el 'rock català', la lengua se ha integrado en el pop 'indie' y en el mestizaje

zentauroepp9043887 i cult fiesta merce barcelona  antonia font en concierto en 171101151432

zentauroepp9043887 i cult fiesta merce barcelona antonia font en concierto en 171101151432 / periodico

JORDI BIANCIOTTO

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En 1997, la música en catalán vivía un momento de decaimiento y dudas: tiempo de resaca del 'rock català', que había dominado el paisaje con estridencia durante un lustro, a la espera de un relevo generacional que no llegaba. Cuando por fin lo hizo, ya bien entrado el nuevo siglo, por supuesto, ya nada era igual. Nuevas estéticas, audiencias formadas a partir de otras necesidades, gestión distinta de los reclamos políticos. 

Hoy se diría que cantar en catalán no tiene en sí mismo connotaciones ideológicas y que responde a unos impulsos naturales compartidos por un público educado en esa lengua. Pero, ¿qué ha ocurrido en esas dos décadas, entre los años de crisis de Sopa de Cabra y del final de Sau, y el nuevo ciclo que lleva de Antònia Font a Txarango a través de Manel y  Sílvia Pérez Cruz?

Después de las banderas

Visto con distancia, es fácil observar que la música en catalán se ha movido a través ciclos de expansión y regresión, lo cual no la hace muy distinta de cualquier otra escena. Así, tras los años de los cantautores, los 60 y 70, vino la crisis de los 80. Y de ahí, a un vigoroso rock català que, en los primeros 90, desplazó el foco de Barcelona a las comarcas y envolvió los nuevos himnos en estelades, a veces deseadas (Els Pets) y, otras, no tanto (Sopa de Cabra). Pero, en 1997, esa ola ya remitía. 

El efecto juvenil de Gossos, que ese año publicaron 'Metamorfosi', fue un reflejo tardío del fenómeno. Otros exponentes, como Whiskyn’s Glaucs, y un poco más tarde los proto-indie No ‘Nem Bé y Glissando, desfilaban por la prensa sin terminar de llegar al gran público. En paralelo, los triunfadores del ciclo anterior afrontaban convulsiones. En 1997, veía la luz el primer disco de Adrià Puntí, tras el final de Umpah-Pah, 'Pepalallarga i'..., señalizando el tránsito de la banda de rock al cantautor. Sopa de Cabra afrontó esos años una travesía del desierto que logró dejar atrás con el disco '9' (1998), sujeto a un lenguaje sonoro más adulto, mientras Sau desaparecía con la súbita muerte de Sabater (1999). El grupo que con mayor estabilidad sobrevivió al cambio de era fue Els Pets, que precisamente en 1997 lanzó su popular 'Bon dia'. Un disco del que venderían 100.000 ejemplares y que fue el preludio de su tránsito hacia un pop cada vez más refinado y menos verbenero.

Antònia Font supuso un punto de inflexión a partir de su tercer disco, ‘Alegria’

Una etapa histórica no empieza de repente, de un día para otro, y si bien el renacimiento oficial de la escena en catalán bien se sitúa en torno al 2008, para encontrar sus raíces hay que retroceder un poco. Al menos, hasta el el 2001, cuando un grupo mallorquín, Antònia Font, daba señal en los escáneres de la prensa barcelonesa con su tercer disco, 'Alegria'. Y qué señal: sus canciones formulaban un pop de otra dimensión, acaso cósmica. Antònia Font «demostró que se podía hacer pop independiente guay en catalán», apuntaría años después a este diario Pau Vallvé

Del castellano o inglés al catalán

Después de un tiempo en que se asociaba la música en catalán a un tipo de rock más bien extemporáneo, de estética setentera, brotaban los casos de grupos y solistas de nuevo cuño que, habiendo usado primero el castellano o el inglés como lenguas de expresión, incorporaban parcial o totalmente el catalán. Primero, Raül Fernández, Refree, acogiéndose al bilingüismo. Poco después, Mishima, dejando atrás el inglés en 'Trucar a casa. Recollir les fotos. Pagar la multa' (2005). Sanpedro, con el futuro productor estrella Ricky Falkner, fue otro pionero de ese pop en catalán de signo alternativo. 

Barcelona volvía a cantar en la lengua de Fabra, y, mientras, en el Empordà, Mazoni, tras comenzar con el castellano y pasarse luego al inglés, adoptaba definitivamente el catalán en 'Esgarrapada' (2006), disco publicado un año después del debut de Sanjosex, 'Viva!' Ampliando la imagen, vemos que adoptar la lengua propia formaba parte del signo de los tiempos: grupos como Love of Lesbian, Sidonie y Standstill se pasaron en esos años del inglés al castellano, cambios saldados siempre con buenos resultados comerciales. 

El símbolo del nuevo paradigma lo sirvió Manel con 'Els millors professors europeus', lanzado en otoño del 2008. Su pop con ingredientes folk abanderó una escena con escaparates como el festival PopArb. De Els Amics de les Arts La Brigada, pasando por El Petit de Cal Eril, Maria Coma, Anna Roig,  Senior i el Cor Brutal o el bilingüe Joan Colomo han dado cuerpo durante esta década a un esplendor pop con muchos matices y variaciones.

Verbena y activismo

El último giro lo aporta una revitalización de la música de verbena: los hijos (o nietos) de la Orquestra Plateria. El sonido Barcelona del cambio de milenio incluyó solo a veces la lengua catalana: la saga de Dusminguet La Troba Kung-Fú. Pero ese hilo conecta, a través de Gertrudis, con los menús rumberos y tropicales de Txarango y La Pegatina. Una noción popular y activista de la música que, mirando al sur, a tierras valencianas, llevaba años desplegándose con Obrint Pas y sucesores como La Gossa Sorda.

¿Y los cantautores, con quienes empezó todo (o casi)? La etiqueta sigue vigente, aunque es más abierta que hace 20 años y puede incluir acentos pop o mestizos. Algunos clásicos han bajado la persiana (Llach, Raimon), otros siguen bien activos (Pi de la SerraMaria del Mar Bonet, Marina Rossell) y voces más jóvenes aportan una impronta propia: desde Roger Mas, con sus referenciales cançons tel·lúriques, a los valencianos Feliu  Ventura, Òscar Briz y Pau Alabajos.

Escena catalana

El relato sigue abierto en un momento en que la lengua ya no es una línea divisoria. Los públicos son compartidos, y hoy son irrepetibles las pedradas lanzadas a Sopa por cantar en castellano, de igual modo que entre el público de un concierto de Mishima no se oye solo hablar catalán. Voces como Sílvia Pérez Cruz o el dúo Maria Arnal i Marcel Bagés mezclan lenguas sin que nadie les pase factura. Y de aquella idea de escena en catalán hemos ido evolucionando al concepto de escena catalana, con todo lo que contiene. Que es mucho.