EL ARTÍCULO Y LA ARTÍCULA

No nos representa (por suerte)

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Juan Carlos Ortega

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Estoy escribiendo en el interior de un vagón de tren en cuyo diseño no he participado en absoluto: la moqueta del suelo, el tamaño de los asientos, la disposición de las luces a lo largo del pasillo, la velocidad máxima a la que puede desplazarse, el grosor de los cristales, el color del techo, el tamaño de los monitores que emiten una película bastante divertida, esa misma película, su título, sus actores, su planteamiento, su nudo, su desenlace. Miro a mi alrededor y descubro, asombrado y forzosamente humilde, que no he tomado ninguna decisión en lo que, ahora mismo y desde mi asiento, puedo ver, oír y tocar.

¿En la existencia de cuántas cosas no hemos participado? Son muchas, así que aquí solo enumeraré algunas. Por ejemplo, la existencia de la luna o el tiempo que tarda nuestro planeta en orbitar el sol. Ciertamente, nacimos ya con nuestro satélite plateado y nadie nos preguntó si nos parecía bien que la Tierra tardara 365 días en dar una vuelta completa alrededor de su brillante estrella. 

¿En la existencia de cuántas cosas no hemos participado? Son muchas, así que en este artículo solo enumeraré unas cuantas

Pero no nos quedemos solo en creaciones naturales y echemos un vistazo a lo que otros humanos hicieron antes de nuestra importantísima llegada al mundo: los pentagramas musicales, las lanzaderas de la NASA, Hamlet, la forma de los violines, la televisión, el regadío, las películas de Truffaut, los molinos de viento, el puente de Brooklin, los interfonos, las pinzas de la ropa, el método científico, los cordones de los zapatos, los relojes de cuarzo, las vacunas, los coches de juguete, los de verdad, los pinceles para pintar al óleo, los altavoces, las pelucas, los petardos, los bares, las guitarras eléctricas, las lupas. Todo eso fue hecho sin que tuviéramos la posibilidad de dar nuestro punto de vista, sin que nadie nos preguntara si ese diseño era acorde a nuestros gustos y necesidades.

Artículos como este que estoy escribiendo ya existían antes de que yo naciera. El orden de las letras del teclado que uso fue decidido por personas a las que jamás conoceré. No intervine en nada de lo que existe, como tampoco usted lo hizo. Hemos nacido con un mundo preparado y dispuesto por otros.

Ante esta evidencia hay dos posibles reacciones. Podemos sentirnos desamparados y no representados, o bien podemos agradecer a todos aquellos que, antes de nuestro nacimiento, se tomaron la molestia de ir haciéndolo todo.

No intervine en nada de lo que existe, como tampoco usted lo hizo. Hemos nacido con un mundo dispuesto por otros. 

Por eso, cuando veo a personas que dicen no sentirse representadas por la Constitución porque fue votada antes de que nacieran, no puedo evitar pensar que lo que de verdad no les representa (a ellos y a todos) es el universo entero. ¿Solamente la Constitución? No, hombre, no. ¡Todo el cosmos fue hecho sin que diéramos la más mínima idea de cómo debería ser! No votamos el porcentaje de materia oscura, ni la forma espiral de las galaxias. Nos topamos con todo hecho, como nos encontramos la forma de las casas, la excelente idea de los ascensores, los bolígrafos, las sartenes y los pañales para bebes.

El mundo entero, con todo lo que tiene, no nos representa a ninguno. ¡Afortunadamente!  Doy gracias de que así sea, porque sin duda los que ahora estamos vivos lo hubiéramos hecho mucho peor. También creo que la Constitución no representa a los que ahora opinamos de todo sin parar. Y de nuevo digo: ¡afortunadamente!