EL ARTÍCULO Y LA ARTÍCULA

Soñar con Einstein

Mientras dormía, he entendido por fin los quebraderos de cabeza que los físicos tienen para combinar la relatividad con la mecánica cuántica

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JUAN CARLOS ORTEGA

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Siempre me ha llamado la atención el extraordinario parecido entre los números que se usan en las notas a pie de página y aquellos que, en matemáticas, expresan una potencia. Dicho así, puedo parecerles algo pedante, pero si dejan que me explique seguro que sabrán a lo que me refiero.

Cuando usted está leyendo un libro, sobre todo un ensayo, es habitual que se tropiece de tanto en tanto con pequeños números colocados en la parte superior derecha de la última palabra que ha leído. Eso quiere decir, como sabe, que encontrará más datos en la parte inferior de la página, justo al lado del mismo número que le ha llevado hasta allí. Se trata de una idea sencilla, pero muy eficaz, nacida en una época en la que todavía no podíamos pulsar pantallas con un dedo para obtener más información.

En matemáticas se usan números en la misma posición y con idéntico tamaño junto a otra cifra. El número pequeño representa las veces que hemos de multiplicar por sí mismo el que encontramos a su izquierda. Por ejemplo,

6 x 6 x 6 x 6 x 6

se puede expresar como:

65

5Si usted está leyendo un libro y ve esa expresión, sabe que no tiene que bajar la vista hasta la parte inferior de la página para saber qué diablos es el número 6, porque eso es algo que ya sabe desde que era un niño. Es perfectamente consciente de que le están hablando de una potencia, y no de una nota pie de página.

Bien, les cuento todo esto porque esta noche he soñado con Albert Einstein. En mi sueño entendí, por fin, los quebraderos de cabeza que los físicos tienen para combinar la relatividad con la mecánica cuántica. Cuando el genial científico escribió, hace ya más de cien años, la fórmula:

E=mc2

2no estaba diciéndonos que hemos de multiplicar c por sí misma, ¡sino que teníamos que mirar debajo de la página donde nos decía que rábanos era c!  En su manuscrito de 1905, redactado en una modesta oficina de patentes en Berna, vi claramente, a ras de página y con una diminuta letra einsteniana, lo siguiente: «2. Cuando digo c me refiero a la velocidad de la luz».

En los libros se usan pequeños 
números para 
las anotaciones. 
En matemáticas, 
expresan una 
potencia 

¡Dios mío! El número 2 no simbolizaba un cuadrado, sino una nota a pie de página. Habíamos estado equivocados siempre. La formula de Einstein, en mi sueño, era en realidad E=m.c. La energía era igual al producto de la masa por la velocidad de la luz. La materia tenía menos energía de la que siempre habíamos imaginado.

Al despertarme, y durante un par de segundos, pensé que había descubierto un hecho fundamental de la Física. Hasta me imaginé con un premio Nobel. Pero al momento me di cuenta de que era una tontería, pero que al menos podría darme pie a un gag de los que hago en la radio. Sin embargo, como se trata de un sketch muy visual, he decidido contarlo aquí, en mi querido EL PERIÓDICO DE CATALUNYA.

Ustedes me perdonarán este sutil, pero tonto, humor científico. A mí me hace gracia.