NEGARÉ QUE LO HE ESCRITO

Estado social

Las relaciones ya no mueren por falta de cariño o de amor, sino por falta de flexibilidad

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RISTO MEJIDE

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La vida se complica. Ella sola. Sin ti. Aunque vayas diciendo que es tuya. No hace falta que tú hagas nada, simplemente lo hace sin preguntar, sin avisar, sin pedirte permiso ni perdón. Lo que antes era demasiado fácil, cada vez lo va siendo menos. Quedar con tus amigos. Salir de noche. Coincidir. Y lo que antes fue difícil queda ya como imposibles de una lista que habrá que empezar a tachar. Presentarse a las olimpiadas. Ser una joven promesa de cualquier cosa. Cantar en un grupo de jazz.

Sí, algunos te vendrán con la frasecita de que hay que cumplir los sueños, o cualquier otra mamonada de fondo de pantalla. Tú ya puedes pretender volar, que la mochila se te va llenando de compromisos. Es maravilloso –a veces–, pero no estoy hablando del disfrute, sino del peso específico de la responsabilidad. Personas que confían en nosotros. Proyectos que dependen de nosotros. Trasteros cada vez más insondables. Cajas y cajas de cosas que acumulamos sin motivo aparente. Por no hablar de la ropa que ya no nos ponemos. Las chorradas que guardamos por un por si acaso que jamás llegó. Ese remolque de recuerdos aleatorios que nos sigue a distancias variables y, sin embargo, siempre a la misma velocidad.

Cualquier relación es buena siempre que no te encierre, que te permita ocupar todo el espacio disponible, y te deje respirar

En medio de todo este lío, algunos –y me gustaría decir todos, pero ambos sabemos que no es así– mantenemos intacta la ilusión. Seguimos pensando que la vida cuesta, sí, pero vale siempre mucho más. Seguimos tirando de lo que nos empuja. Enamorados hasta las trancas del amor, exigiéndole al corazón que jamás deje de latir, aunque nos vaya la vida en ello. Y al final, los que nos lo respiramos todo, somos muy conscientes de la única gran verdad: con los años, el amor no gana en lógica, pero sí en logística. Querer es estar ahí. Amar es borrar distancias. En el mismo orden en el que vayan apareciendo el día que tengan que ir a verte al hospital. Obras son amores y no buenos wasaps. 

Así las cosas, y al igual que ocurre con la materia, te das cuenta de que la experiencia va pasando por sus tres estados. No son estados sólo físicos, ni psicológicos, sino que diría que tienen que ver más con lo social.

Al principio, todo es gas más o menos noble. Adaptable. Etéreo. Volátil. Amistades que van y vienen. Parejas que van y van. Da igual con quién te líes, porque los nudos están hechos de aire: cuando te paras a deshacerlos, ya no existen, ya no hace falta ni cortar. En estas circunstancias, cualquier relación es buena siempre que no te encierre, siempre que te permita ocupar todo el espacio disponible, y a la vez que te deje respirar. Eso debería conservarse siempre. Ojalá.

Al igual que ocurre con la materia, la experiencia pasa por sus tres estados: físicos, psicológicos y los que tienen que ver con lo social

Enseguida surgen las relaciones de agua. Tan líquidas. Tan refrescantes. Tan Zweig. Son parejas que siempre fluyen porque son 'water, my friend'. Son amistades que conservas porque siguen tu mismo cauce y contribuyen de algún modo a tu caudal. Las que no, fueron simples afluentes a las que agradeces que te hicieran llegar hasta aquí. Exparejas con las que te llevas fenomenal. Gente con la que pierdes contacto de forma tan seguida como corriente. Hala, nos vemos en el mar.

Con el tiempo, me jode reconocerlo y negaré que lo he escrito, pero la vida se te va volviendo más y más sólida. Inadaptable. Rígida. Bloqueada. De hormigón. Con aluminosis. Un sí conlleva tener que decir no cada vez más. Vivir es elegir. Sustituir los imprevisibles por ineludibles. Compromisos que has tomado y que ya acumulas por siempre jamás. Agendas inadaptables a la vida de otros. Cosas que ya no haces porque sabes que no te gustan. Personas a las que sólo conocerlas ya sabes que vas a descartar. Al final acabas relacionándote más con quien tienes al lado, no porque te caiga mejor que otros, sino porque sabes que adolece de la misma movilidad. Eso sí, no te asustes si te aparecen las grietas, porque aparecerán.

Con el tiempo, me jode reconocerlo y negaré que lo he escrito, pero la vida se te va volviendo más y más sólida.

El resultado lo estoy comprobando cada día a mi alrededor. Familias que se montan con los restos de otras y acaban separándose por culpa de la logística, una vez más. Engranajes de distinto diámetro pero igual de fijos, resistentes y carentes de cualquier engrase. Las relaciones ya no mueren por falta de cariño o de amor, sino por falta de flexibilidad. Lo que está pasando entre Catalunya y España, pero encima sin políticos a los que poder culpar. Y luego están las parejas que funcionan perfectamente a pesar de encontrarse en tan diferentes estados de la materia. Curioso no, lógico. Y sobre todo logístico. Natural. En un recipiente que ya está lleno de piedras, tan sólo te cabe arena para rellenar huecos. Y después agua. Y por último aire. Eso es todo. No va más.

Lo fascinante es que sigamos preguntándonos por el estado civil de las personas, cuando sería mucho más útil e interesante interesarnos por su estado social.