25 años de los JJOO de Barcelona

Unos Juegos que emocionaron

Demostremos una vez más que, como decía la canción de aquel verano, 'Barcelona tiene poder'

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cobi / JOAN CORTADELLAS

ADA COLAU

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Hay momentos que han sabido condensar los anhelos de una sociedad hasta convertirse en iconos de la memoria colectiva. Los Juegos del 92 son uno de esos momentos. Si los recordamos como un éxito, no es solo en términos deportivos y organizativos, sino porque hicieron de la transformación de la ciudad un hito compartido. Barcelona se modernizó y se dotó de equipamientos deportivos, culturales y de proximidad largamente reivindicados por movimientos vecinales; se abrió al mar y al mundo reclamando el lugar que le correspondía; recuperó el orgullo de ser una ciudad donde lo que parecía imposible se hacía posible. 

UNA CIUDAD MÁS COMPACTA

El éxito de los Juegos hay que evaluarlo fijándonos en los cambios que hemos logrado en estos últimos 25 años. A diferencia de otras ciudades, en que los réditos olímpicos son dudosos (crecimiento de la desigualdad, cementerios de equipamientos ...), Barcelona consiguió salir del periodo olímpico como una ciudad más compacta y cohesionada; y esto no fue tanto gracias a los Juegos como a las personas que contribuyeron a ello. Por un lado, el liderazgo del alcalde Maragall que nos hizo soñar; y por otro, una ciudadanía entusiasta que encarnó este sueño colectivo a través de los más de 60.000 voluntarios y voluntarias olímpicas, afrontando los Juegos como una oportunidad colectiva para rehacer la ciudad y proyectarnos al mundo. Sin embargo, no podemos ser autocomplacientes, y hay que reconocer que, a pesar de los éxitos de la transformación, se desperdiciaron algunas oportunidades que aún hoy arrastramos, como por ejemplo, la creación de un parque de vivienda pública de alquiler asequible que nos equipare a las principales ciudades europeas.

Hoy ya no estamos en 1992. La ciudad ha cambiado y hemos cambiado nosotros. Ya no necesitamos el gran evento para transformar Barcelona, pero necesitamos el empuje, el liderazgo y la inteligencia colectiva para continuar mejorando día a día. Los barrios ya no sufren los déficits urbanísticos de antes (alcantarillado, iluminación, asfaltado ...), pero constatamos que las desigualdades han ido ampliándose. La mayoría de la población barcelonesa se desplaza a pie y en transporte público, pero la contaminación atmosférica que padecemos representa un riesgo para nuestra salud y para el planeta. Somos una ciudad cosmopolita y abierta al mundo, pero la masificación turística y el aumento de precios de alquiler genera expulsiones de vecindario y supone una amenaza para el tejido social y comercial de los barrios. Para hacer frente a estos retos, hay liderazgo público, pero también la movilización colectiva que siempre ha sido el motor del cambio. Porque, como decía la canción que nos hizo mover aquel verano, 'Barcelona tiene poder'. Demostrémoslo una vez más.