SIRIA: SEIS AÑOS DE UNA GUERRA SIN FIN

Hamza Alkateab: «Yo sobreviví a Alepo»

Millones de personas han huido de Siria desde que las protestas que prendieron en marzo del 2011 desembocaron en una guerra que sigue de- sangrando el país. El médico Hamza Alkateab, sin embargo, no escapó: fue evacuado de Alepo a Turquía contra su voluntad, y ahora solo quiere volver para construir un nuevo hospital.

El Hospital Al Quds, en Alepo, con su fachada protegida por sacos terreros, antes del bombardeo.

El Hospital Al Quds, en Alepo, con su fachada protegida por sacos terreros, antes del bombardeo.

JAVIER TRIANA

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"Las últimas semanas del sitio a Alepo, antes de la evacuación, fueron las de los bombardeos más fuertes que he visto en mi vida. Hace solo unas pocas semanas que vi por primera vez los vídeos del asedio y pensé: '¿Yo estaba ahí dentro?'"La cara de Hamza Alkateab, uno de los últimos médicos en resistir y salir del Alepo rebelde cuando las tropas sirias ganaron la batalla, es una mezcla de temor y sorpresa. "Estábamos seguros de que íbamos a morir allí". Su mujer, la periodista Waad Alkateab, da fe: "Oías bombas todo el rato. Ahora no me creo que estuviéramos allí".

Sin embargo, estarlo fue una decisión meditada y consciente: "Cuando se iba a cerrar el cerco a Alepo, estábamos en Turquía visitando a mis padres [el padre de Hamza está enfermo y reside en el sur del país eurasiático]. Waad y yo hablamos sobre si volver o no. En realidad, fue una conversación muy corta, porque enseguida resolvimos volver. Teníamos a nuestros amigos allí y ellos también tienen hijos. Es muy egoísta irte cuando puedes ayudar". Su actual inacción, en Turquía, le reconcome, pero planea regresar apenas zanje unos trámites.

"¿Qué les diremos a nuestros hijos cuando sean mayores? -comenta Waad, embarazada de su segundo retoño-. Cuando les contemos lo que pasó en Siria, no les podemos decir que nos fuimos. Nos quedamos para seguir con la revolución».

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REPRESIÓN

La revolución iniciada hace ahora seis años es, para ellos, la expresión de cientos de miles de personas, de millones de sirios, de querer tumbar un régimen represor y déspota. "En Siria, cualquier joven ha sido golpeado por la policía al menos un par de veces. En serio. Los europeos igual no lo entendéis, pero es así. Incluso en situaciones inofensivas, como ir paseando con tu novia por la universidad", relata Hamza mientras sostiene en brazos a su hija, Sama. Waad explica que Siria es un país de informes policiales, donde "hay un archivo enorme a tu nombre, y si te pasa algo ya estás marcado en un expediente". Por eso, sostiene el matrimonio, "hay que aprovechar cualquier oportunidad de cambiar las cosas". Y en marzo del 2011, hace ahora 6 años, se presentó la oportunidad.

Como el de Waad, Hamza Alkateab no es su nombre real. Lo escogió como pseudónimo en recuerdo de un adolescente llamado así: una de las víctimas de la represión del presidente sirio, Bashar el Asad, a unas protestas prodemocráticas y que, a la postre, desembocarían en una guerra que ha afectado de un modo u otro a gran parte de la comunidad internacional y que no tiene visos de concluir ni a medio plazo.

SUPERVIVIENTES DE LA PEOR BATALLA

Ellos resistieron en Alepo en la batalla más cruenta de la guerra hasta la fecha. Un reciente informe del Consejo de Derechos Humanos de la ONU sobre Siria concluyó que tanto Damasco como los rebeldes cometieron crímenes de guerra. Hamza lo sufrió en su propio pellejo y trató de salvar a miles de heridos por la guerra. La mayoría de las veces, civiles. Muchas veces, con éxito y siempre en condiciones sanitarias pésimas. Waad también padeció en primera persona el asedio y la escasez derivada de este, y lo documentó para la cadena televisiva británica Channel 4, por cuya cobertura ha recibido varios premios.

El 28 de abril de 2016, el hospital que Hamza dirigía en Alepo, el Al Quds, apoyado por Médicos Sin Fronteras y otras organizaciones, fue atacado directamente por bombardeos. No era la primera vez. El ataque llevaba el sello de Asad o, más probablemente, de la aviación aliada rusa. Eran las nueve y media de la noche y el director ya no estaba en el hospital. Una enfermera comunicó vía telefónica el ataque y las pérdidas humanas y materiales del centro: seis compañeros muertos y ocho heridos, además de equipos inutilizados por completo y cascotes para regalar.

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"Cuando estás en esa situación, no te paras mucho a pensar. El estar ocupado es lo que te hace seguir adelante", indica el doctor Alkateab. Había demasiados heridos, demasiada gente a la que atender.

Su objetivo ahora es recaudar el dinero suficiente para construir un nuevo hospital en la campiña al oeste de Alepo, controlada por la amalgama opositora a Asad. Allí la situación no es tan límite -como en los peores momentos del cerco de Alepo, cuando encontrar fruta o verdura fresca era casi ciencia-ficción- y hay varias organizaciones no gubernamentales que cubren las necesidades más básicas de los evacuados de Alepo y los habitantes de la región. «Ahora no hay bombardeos: solo fuego de mortero. Ahora mismo lo estamos oyendo», asegura a este diario el antiguo jefe de los 'Cascos Blancos' [voluntarios organizados en grupos de rescate] en Alepo, Ammar Al Selmo, presente allí. Pero la situación es frágil en la región y todo puede cambiar en un momento: "Hace dos días, la aviación [rusa y siria] destruyó el hospital Hwar, el más grande de la zona, y causó muchos daños a la maquinaria sanitaria", añade Selmo. «Estabilidad y mantener el alto el fuego: eso es lo que necesitamos», dice.

URGEN MÁS HOSPITALES

Hamza sabe que se necesita una red más amplia de hospitales en la zona, porque los que hay no dan abasto. «La mayoría de la gente que salió de Alepo durante la evacuación se ha asentado allí», cuenta el médico. Su idea es montar un hospital centrado en obstetricia y pediatría, pero que también cuente con unidades de radiología, nefrología, cardiología, entre otros y, por supuesto, urgencias y UCI. En un principio, querría empezar con medio centenar de empleados, que podrían ampliarse hasta 80 o 90, de hallar la financiación adecuada, uno de los principales obstáculos. «Las máquinas son muy caras, hasta 180.000 euros, y estamos contactando con oenegés en busca de financiación. Y los costes de funcionamiento son de entre 6.500 y 9.500 euros al mes para alimentos, combustible para los generadores de electricidad»Aparte, los sueldos de los empleados. La organización alemana Deustch-Syrischer Verein financia una parte del proyecto, pero, para uno de estas dimensiones, Hamza señala que cualquier aportación será bienvenida.

La hija de Waad y Hamza, la pequeña Sama, de año y medio, va pasando por el regazo de todos los presentes durante la conversación. Lo que más disfruta es vaciar los azucareros de la cafetería estambulí en la que tiene lugar la charla. Cuando la pobre ya no aguanta más, su madre reproduce en el móvil unos dibujos animados que la hipnotizan al instante. "Es curioso, ¿sabes?", dice Waad, señalando una reacción alérgica en el moflete izquierdo de la niña. "Cuando estábamos en Alepo, nunca tuvo ni un solo problema".