LA RECUPERACIÓN DE UN RELATO DE CULTO

Escala como puedas

Se traduce por primera vez en nuestro país el «clásico» del humor inglés 'Hasta arriba', de W. E. Bowman, inédito aquí desde que apareció en 1956. Una parodia notable que se mofa de los libros de montañismo del mismo modo que 'Los caballeros de la mesa cuadrada' de Monty Python se mofó de las películas artúricas.

Himalaya

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KIKO AMAT

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La parodia es como una bolsa endeble de badulaque paquistaní: sirve su cometido portátil elemental, pero no puedes sobrecargarla con demasiado peso, pues corre el peligro de desfondarse. Bill Bryson, el celebrado autor divulgativo-humorístico, afirma en su prólogo para 'Hasta arriba', de W. E. Bowman (1911-1985), que «es posible que no haya otra clase de humor más difícil de sostener a lo largo de todo un libro que la parodia». Es cierto: la sátira funciona mejor en los 100 metros lisos que en el maratón. No sé si recuerdan 'Bienvenido Mr. Chance' (Hal Ashby, 1979), un filme donde Peter Sellers interpretaba a un jardinero corto de luces cuyas sandeces y aturullados balbuceos todos toman por verdades insondables, popular hace varios años galácticos. La premisa de aquel mordaz largometraje era que cualquier botarate podía llegar lejos (pues los gerifaltes de la política eran incapaces de distinguir el culo de las proverbiales témporas), una idea cómica que se repetía en un sinfín de contorsiones a lo largo de dos horas de metraje, remachando la sátira en la cocorota del espectador, hasta que uno tenía ganas de gritar, con las dos manos de altavoz: ¡LO HE PILLADO, ¿VALE?!

'Hasta arriba', de W. E. Bowman, publicada ahora en nuestro país por Blackie Books, es una divertida parodia de los libros de montañismo que, asimismo, se detiene en la antesala del hasta-los-huevos. Al igual que 'Un yanqui en la corte del Rey Arturo' de Mark Twain, la novela tiene la extensión idónea para entretener sin empachar, y su autor estampa el 'The End' en el preciso instante en que estábamos poniéndonos en pie para ir a hacer recados. En la contraportada se le define como «clásico del humor británico» y «libro de culto», pero a decir verdad 'Hasta arriba' tiene más de lo segundo que de lo primero (pues nadie ha oído hablar de él; en las islas tampoco), y eso tratando solo de la subcultura de los escaladores.

SATÍRICO MOJÓN

En todo caso lo suyo tiene bastante mérito. La parodia parece fácil, y en esencia lo es. Uno solo tiene que agarrar una comunidad que se tome a sí misma muy en serio, y señalar de forma cómico-faltosa sus tics y carencias fundamentales. Testigos de Jehová, Earth First!, los neoluditas, los crudiveganos, la izquierda abertzale, el Opus en pleno y Pablo (o JulioIglesias en concreto: son gente que se ve a sí misma de un modo tan solemne y grave que es imposible no plantificarles un amigable zurullo (imaginario) en la cabeza, como dicen que hacía Dalí con los envarados. Lo peliagudo y, como decíamos, meritorio es hacer de ese satírico mojón una obra de arte disfrutable.

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W. E. Bowman, ignoto autor inglés con una frente más amplia que la pantalla de un autocine, lo consigue. En el Reino Unido siempre se ha hecho guasa de todo, pero muy especialmente de lo solemne, y nadie se pone más en pompa (para esa guasa) que un explorador pomposo, recién regresado de tierras lejanas, en pose de empezar a glosar su periplo (recuerden 'Patata', aquel capítulo de 'L'Escurçó Negre' donde se hace escarnio del aventurero Sir Walter, 'Mireu quin vaixell més gran que tinc', Raleigh).

En 1956, la época en que se escribió 'Hasta arriba', las adustas novelas o biografías sobre montañismo y expediciones a picos lejanos tenían un éxito notable en todo el mundo. Bowman, quien por otro lado era solo un «apocado ingeniero de estructuras de Guilford», y quien (al estilo Lobsang Rampa, aunque sin las connotaciones fraudulentas) lo más cerca que había estado de coronar una cumbre fue un digestivo paseo de sobremesa por la región de los Lagos, la emprendería con aquel género de manera bien jocosa.Tomó como modelo un relato de 1937 de Bill Tilman sobre la expedición al Nanda Nevi, en el Himalaya, del mismo modo que -por poner un par de ejemplos- 'Los caballeros de la mesa cuadrada' había tomado el de 'El Príncipe Valiente', o 'Aterriza como puedas' el de 'Zero Hour!'. En todos estos casos el sujeto era risible de nacimiento y estaba pidiendo a gritos un par de chanzas. En todos estos casos, por añadidura, la parodia resultaba infinitamente mejor que la parodiada. Hasta arriba no es una excepción a tal hecho.

LA CUMBRE MÁS ALTA DEL PLANETA

La novela de Bowman la clava en todos los frentes que reclaman clavismo. Narra las desventuras de un equipo de alpinistas ineptos y escasamente preparados en su ascenso a la cumbre más alta del planeta (los 40.000 metros del ficticio Kurda Rarí). Son lo que se dice un 'motley crew': un grupo variopinto y más bien grotesco, en este caso por su tenaz inoperancia e incapacidad manifiesta: Selvat es un explorador que se halla permanentemente perdido; Constant es el «experto en lenguas» que, por sus repetidos 'faux' pas lingüísticos, está siempre a punto de costarles un linchamiento; Puag es el cocinero «yoguistaní» que solo parece capaz de guisar «un potingue nauseabundo que habría hecho que las brujas de 'Macbeth' hubieran salido corriendo despavoridas»; Propens es el médico de la expedición quien, ya lo imaginan, en el segundo día de expedición pilla una «neumonía doble agravada por una tos galopante». Y paperas. Y, unas páginas más adelante, varicela. Etcétera.

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Aunque todo lo narrado es perfectamente hilarante, y más aún lo son las catástrofes que se precipitan encima del grupo, la verdadera risa se origina en la voz narrativa, acierto capital de la novela. Si 'Hasta arriba' llega a buen puerto es, sobre todo, por la gloriosa creación de Tostón, el cándido líder de la panda, quien deviene hilarante para el lector precisamente por su completa inmunidad (o estado de inopia) a la rechifla. Es imposible no carcajearse en voz alta con la extensa escena de la borrachera, cuando todos menos Tostón han caído en una grieta y van pidiendo el champán que acarrea el grupo «con fines medicinales».

CÁNTICOS BEODOS

Tostón malinterpreta una y otra vez los cánticos beodos que provienen del fondo de la sima y el mareo generalizado una vez ha conseguido rescatarles: «Los miembros del equipo, que habían formado una cadena humana cogidos por los hombros, se pusieron a brincar de un lado a otro sobre el hielo, sin romper filas, cual hilera de coristas, al son de 'Don't put your daughter on the stage, Mrs. Worthington'. Los pobrecillos seguían ligeramente enajenados por los efectos del suplicio padecido».

Entre Jerome K. Jerome y el Massagran de Folch i Torres, con algo del 'Merienda de negros' de Evelyn Vaugh, se halla 'Hasta arriba', de W. E. Bowman, un libro que asciende hasta la cumbre y, contra todo pronóstico, borda la parodia a lo largo de 191 páginas (una gesta más formidable que hacerse la cara oeste del Naranjo de Bulnes armado solo de martillito y cordel). En vida no vendió mucho y terminó descatalogado, pero encontró un público fiel entre frikis del monte y trepadores de cimas, y eso explica la cantidad de emplazamientos mundiales que homenajean y aluden hoy al inventado Kurda Rarí ('Rum Doodle' en el original). Un testimonio más de su gracia y salero. 

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