'Triejas' y armarios

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LUCÍA ETXEBARRIA

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Rosa y Piluca, 60 años y Juan, 62. Se conocieron en la facultad en los años setenta. Después Rosa y Juan se casaron y Piluca se casó con otro señor. Su marido la sometía a lo que ahora llamaríamos maltrato psicológico, pero que entonces no tenía nombre. Una noche se presentó Piluca en casa de Rosa y Juan, en un taxi. Se había ido con lo puesto. Su marido se había emborrachado, había roto media casa y le había destrozado todos los vestidos con unas tijeras.

Los trámites de divorcio se hicieron eternos, él tenía muy buenos abogados y nada que perder. Todavía no había Ley Integral de Violencia de Género, así que nadie podía obligarle a salir de la casa. Y Piluca no se atrevía a volver.

Rosa y Juan llevaban para entonces veintipico años juntos y su relación era buena, pero sexualmente nula. Rosa mantenía una historia secreta con un compañero de trabajo, también casado.

Cuando Juan le confesó a Rosa que se había enamorado de Piluca… ¿qué derecho tenía Rosa a exigirle nada cuando ella misma era infiel? Pero Juan no tenía que explicar nada porque Rosa le entendía. Sentía que quería a Juan con un amor sereno, el que se siente por una persona junto con la que has crecido, aprendido, descubierto cosas. Pero a su amante le deseaba y le admiraba.

Los tres hablaron y llegaron a la conclusión de que merecía la pena intentar seguir viviendo los tres juntos.

De eso hace casi 20 años.

Rosa y Piluca no están a día de hoy involucradas sexualmente (aunque alguna vez en el pasado tuvieron sexo, entre ellas o compartido con Juan), pero sí se sienten emocionalmente íntimas. Por lo demás, los tres comparten a tres todo lo que cualquier otra pareja a dos haría: casa, vida doméstica, escapadas, cine, conciertos, cenas...

La vida sexual que tenían Rosa y Juan antes de la llegada de Piluca era casi inexistente. Después mejoró mucho. Si voy a una tienda y queda un solo bolso, y dudo si comprármelo o no, y de repente alguien más pregunta por él, yo me decidiré a adquirirlo. Uno desea algo en la medida en que otro también lo desea.

Si mañana Juan fallece solo Rosa recibirá una pensión, la herencia o el seguro. Si enferma y hace falta tomar decisiones médicas en su nombre, solo Rosa podrá autorizarlas. Piluca se quedará siempre fuera. Ella es, a los ojos de todo el mundo, esa amiga de Rosa que se quedó a vivir con ellos porque no tenía a dónde ir.

Conozco a varias 'triejas'. Esta es la más duradera. Pero he sabido de 'triejas' de dos hombres y una mujer, dos mujeres y un hombre, tres mujeres, tres hombres. En algunos casos había sexo a tres. En otros las combinaciones eran distintas. Uno que se acostaba con los otros dos, o tres parejas dentro de una trieja. Diferentes, pero todas tienen un rasgo en común. Viven en el armario. Sus familias, sus amigos, sus compañeros de trabajo, sus vecinos, en la mayoría de los casos no conocen la naturaleza de su relación.

A día de hoy una persona puede declararse gay o lesbiana. Ese armario se ha abierto. Otros siguen cerrados. Una trieja está mal vista, considerada una excentricidad, una aberración, un vicio. Legalmente no está amparada. No existe el matrimonio a tres. Nadie protege los derechos de Piluca ni de tantos otros hombres y mujeres que viven relaciones similares.

Nietzsche decía que las personas vitalistas son aquellas que aman la vida no porque están acostumbradas a vivir, sino porque están acostumbradas a amar. Porque estar acostumbrado a vivir no es amar la vida, es simplemente rutina. Pero no podemos vivir sin amar, sin desear, y eso implica el cambio, la corriente, el movimiento perpetuo. El amor no es siempre igual a sí mismo. Evoluciona.

Un trío revuelve las emociones de tres personas. El potencial de todo se incrementa, desde el de placer hasta el de angustia. No es lo mismo enfadarse con una persona que tener a dos en contra. Un trío no cuenta con referentes de ningún tipo. Hay que imaginar las soluciones.

Por eso Rosa, Juan y Piluca, que sabían que la vida es mucho más fuerte que la costumbre o la tradición, se limitaron a vivir.

Tendemos a estigmatizar lo que no comprendemos, aquello con lo que no podemos empatizar. Mucha gente no entenderá que las formas del amor pueden ser infinitas. Sin embargo, su relación ha sido más duradera que la gran parte de los matrimonios españoles. En España siete de cada diez parejas que conviven no llegan a cumplir los diez años. 

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