¿Qué es ser transgresor?

Hubo un tiempo en que se requería ser muy valiente para transgredir. En el arte, era sinónimo de salir de la línea marcada. Había que tener narices para ir más allá del cómodo lugar en el que todos estaban instalados.

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por juan carlos ortega

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Estos días se está hablando mucho de la reacción de un grupo de espectadores que acudió a ver el musical de Miguel del Arco '¡Cómo está Madriz!' al madrileño Teatro de la Zarzuela en el que actúa el excelente Paco León (foto).

En medio de la representación, a la que acudió la alcaldesa Manuela Carmena, Alberto Ruiz Gallardón se largó indignado y otros muchos mostraron su tremendo enfado. ¿El motivo? Entre otras cosas, alusiones a la corrupción política, fotos de Bárcenas y un cardenal al que se le practica una felación en un burdel.

En todas las radios que he escuchado, se emplea para definir el espectáculo el término "transgresor". Se trata, sin duda, de un curioso adjetivo. De tanto usarlo, ya no sabemos exactamente qué significa. Llevamos tanto tiempo echando mano de él, que nos hemos quedado con el significado que tenía la primera vez que lo oímos.

Hubo un tiempo en el que criticar al poder político y religioso era un perfecto ejemplo de transgresión. Eran pocos los que lo hacían, porque se requería ser muy valiente. Si te metías con la Iglesia, te la jugabas. Si sacabas los trapos sucios del poder, ya podías empezar a hacer las maletas. Trasgredir, en el arte, era sinónimo de salirte de la línea marcada. Requería tener un par de narices para ir más allá del cómodo lugar en el que todos estaban instalados.

ROMPER EL ESQUEMA

La transgresión es siempre minoritaria, porque forma parte de su definición romper el esquema que acepta la mayoría. No puede ser de otro modo. Son las reglas de la lógica y el lenguaje. En un país imaginario en el que todos transgredieran, nadie lo haría realmente.

Ese hipotético país tal vez es el nuestro. Me fijo con atención en la cartelera de los teatros, leo artículos, escucho opiniones en la radio, miro revistas y todo está repleto de presuntas transgresiones, de autocalificadas valentías iconoclastas. Parece que todo el mundo es tremendamente valiente. Pero si te fijas bien, todas esas supuestas acciones rompedoras son, en realidad, expresiones del arte más convencional. Cuando el deseo de ser irreverente es la norma, la irreverencia se convierte en conservadora.

Muchas de las revistas satíricas que para muchos son el ejemplo de la valentía rompedora y cuyos contenidos se comparten en Twitter mil veces cada segundo son, en realidad, publicaciones perfectamente instaladas en el sistema. Ridiculizar la monarquía, la Iglesia o la Constitución es algo ya tan aceptado por todos, tan habitual y poco peligroso, que deberíamos de una vez por todas redefinir qué narices es ahora la transgresión.

Por eso no entiendo tanto escándalo con una obra como la que protagoniza Paco León. No comprendo los abucheos, ni el enfado de Ruiz Gallardón. La zarzuela '¡Cómo está Madriz!' es tan conservadora, tan blanca en el fondo, tan "lo que hay que hacer ahora", que me extraña muchísimo que haya sorprendido.

De verdad, seamos comprensivos y respetemos un poco más las obras como esta, tan firmemente instaladas en el sistema.