ENTREVISTA

Joaquim Maria Puyal: «No soy hombre de récords sino de estímulos»

El periodista prepara, con calma, su adiós, tras 40 años de retransmisiones de fútbol en catalán

Joaquim María Puyal repasa la prensa mientras desayuna en una cafeteria junto a su despacho.

Joaquim María Puyal repasa la prensa mientras desayuna en una cafeteria junto a su despacho.

POR EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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Creo que ni pagándole el desayuno se hubiese arreglado. Está dolido conmigo por haber desvelado, el pasado domingo, la fiesta de los 40 años de Fútbol en Català, de 'La TdP', de 'la transmi'. Lo sabían muy pocos y le duele que haya salido en la prensa. No me pide quién me lo contó (él también es periodista y sabe que preguntar eso es feo), pero me remarca que todo este éxito es de mucha gente, no suyo.

{"zeta-legacy-despiece-vertical":{"title":"El perfil","text":null}}Vale, pero usted fue el que lo ideó. Si no fuéramos un grupo de gente, no luciríamos. No solo en mi caso, en muchos casos exitosos de la radio y la televisión, hay un tributo a la estrella, al líder, que me parece injusto en relación a tantas y tantas personas que ayudan a que todo salga redondo. El sentido colectivo es lo único que le da carácter a nuestro trabajo.

Me habla de una 'transmi' coral. Le hablo de la realidad, de la verdad, de lo que es. Si yo transmitiera el partido solo, como hace 40 años, como hacían maestros como Miguel Ángel ValdiviesoJosé Félix Pons o José Luis Fernández Abajo, no me oiría nadie. Es básico que tenga la sala de imágenes, el centro de datos, alguien que me informe de lo que ocurre en las redes sociales, un comentarista técnico de gran nivel, compañeras audaces que hagan entrevistas interesantes, técnicos que hagan preciosos montajes de audio o coberturas técnicas de gran complejidad. Y toda esa gente participa, a lo largo de la semana, en la creación de cuatro horas de radio, que tratamos de que sean mágicas. Podría llenar estas dos páginas dando nombres de gente a quien les debo todo esto: Boet, Bassas, Fuentes, Torquemada… La lista sería interminable.

Pasan los años y la radio sigue siendo la bomba, invencible, única. En la radio hay mucho talento. Mucho. Y mucha tradición. La radio es un medio muy ágil. Se mueve con pocos recursos. Ahora mismo ocurre algo aquí delante, salimos a la calle con nuestro móvil y ya estamos en la radio. En cambio, la televisión es un medio más caro, más complejo, más lento, que precisa de más recursos y, además, la televisión ha sido capturada por el 'business', por el negocio, por la explotación cuantitativa.

Qué gran idea ese eslogan suyo de 'Somos el sonido de la tele'. Es una manera de decirle a nuestro oyente: sabemos que ves el partido por la tele, pero óyenos a nosotros, somos el sonido de la tele. El negocio de la tele es la imagen. Una vez logrados los derechos de imagen, la tele se despreocupa del sonido, lo trabaja poco porque no le comporta mayor audiencia. Con todo el respeto por los compañeros de la tele, ellos saben que esa batalla la tienen perdida porque no pueden hacer las virguerías que hacemos nosotros con el sonido y, mucho menos, estar en todas partes, como estamos nosotros.

Y, encima, empiezan una hora antes y terminan una hora después. Eso es lo que nos convierte en el complemento perfecto a la tele. Nosotros enganchamos al aficionado mucho antes que la tele, contándoles el ambiente, dándoles ya la alineación antes que nadie; en medio, les contamos otras cosas, otros partidos y, al terminar, les ofrecemos las declaraciones de los protagonistas, los análisis… La radio ofrece, gracias a su agilidad, un mensaje que, por sí solo, no podría competir con la tele pero que, desde el punto de vista del complemento de la imagen, tiene sentido porque los que producen la imagen no piensan en el audio.

Cuénteme el día que empezó todo. Fue una tarde, noche, de 1974. Aún vivía Franco, pero ya olíamos algo ¿verdad? Y ocurrió algo a lo que aún no le he encontrado explicación. Frente a mi mesa en la redacción de Deportes de Radio Barcelona se sentaba mi jefe, Francisco Peris, que era de Gandía. Él y yo siempre hablábamos en catalán, pero, cuando bajábamos al estudio, hablábamos, claro, en castellano. Recuerdo que aquel día le dije «Paco, deberíamos empezar a cambiar esto. No tiene sentido que tú y yo hablemos catalán aquí arriba y, abajo, hablemos en castellano». Y él, sin mirarme, me dijo: «Hombre, tú ya sabes por qué ocurre eso….» «Sí, sí, pero debemos cambiarlo», añadí. «Y, si cambiamos, ¿tú te atreverías a transmitir partidos en catalán?». «Sí, ¡vaya que sí».

Y empezó a probar, a ensayar. Paco se lo dijo al gran Castelló Rovira y el director, Manolo Terán, se sumó de inmediato a la iniciativa. Fuimos unos atrevidos. Con Franco aún vivo aquello era impensable. Solo hay que recordar lo que supuso oír a Sue Ellen, a J. R., a los protagonistas de 'Dallas' hablando en catalán en TV-3. Siempre hace falta que alguien rompa determinadas inercias cuando cree que el objetivo vale la pena.

Su autoexigencia debió ser fundamental en esa fase de aprendizaje. Cada fin de semana iba al Barça, al Espanyol o al Sabadell y hacía prácticas grabando la transmisión en catalán en un casete, que le daba a mi amigo Jordi Mir, un especialista del lenguaje, que se lo oía entero y, el miércoles, me dejaba sus sugerencias, sus correcciones, en la radio, que yo utilizaba para mejorar mi catalán, añadir nuevos términos y volver a grabar otro partido para seguir con el proceso. Yo no era, entonces, un mago del catalán. Y menos del vocabulario. Quería pulir mis expresiones porque sabía, como así ocurrió, que alguien diría, al oír los primeros partidos, que el fútbol no se podía dar en catalán. Es más, hasta Adolfo Suárez dijo que determinadas materias, como las matemáticas o la física, no podían impartirse en catalán. La gente decía esas cosas por ignorancia, que es el peor enemigo que tenemos los periodistas.

Alguien podría decir 'contigo empezó todo' y, tal vez, se enfadaría. Con razón ¿no cree?, con mucha razón. Me dolería mucho que se dijese eso, porque no es cierto. Hay mucha gente, demasiada gente, que cree que el catalán empezó con Catalunya Radio TV-3. ¡Es mentira! Y gorda. Hubo mucha gente, en el Circuit Català de TVE, en Sant Cugat, a finales de los 60, que, en condiciones muy precarias y adversas, empezó a trabajar en catalán, en dramáticos, entretenimiento y algunos informativos. Y en Ràdio 4. Y hasta nosotros empezamos en una emisora de la SER, sin olvidar la prensa comarcal. Esa desmemoria me duele, me parece injusto para los compañeros que se lo 'curraron' de lo lindo e injusto para la crónica histórica.

Y así hasta este récord histórico. No soy hombre de récords, sino de estímulos. Casi nunca me he planteado objetivos concretos, duraderos. Voy, vamos, actuando en función de aquello que nos estimula, que despierta nuestro interés, que es atractivo. Nosotros no vendemos refrescos, vendemos ideas y esas ideas han de ajustarse a la realidad. Lo que hacemos los periodistas es pura pasión. Ves, miras, observas, te documentas, intentas hacerlo lo mejor que sabes y puedes. Y lo cuentas. Lo único que da sentido a nuestro trabajo es la satisfacción del receptor. Nosotros debemos darle al oyente elementos para que se forme su propia idea. No debemos darles una idea y que ellos la copien. No está bien que adoctrinemos desde los medios.

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"\"Lo \u00fanico que da","text":"\"Lo \u00fanico que da sentido a nuestro trabajo es la satisfacci\u00f3n\u00a0 del receptor.\u00a0Al oyente hay que darle elementos para que se forme su propia idea\""}}Veo que no seguirá 40 años más. Ni 15, ni 10, ni cinco, ni dos… Ni siquiera sé si seguiré el año que viene. Ahora, cuando acabemos la que pretendemos sea una hermosa celebración, nos sentaremos a pensar si seguimos, si sigo, o no el año que viene. Yo he renovado siempre de año en año. Hasta La Caixa ha renovado año a año, porque quiero sentir ese estímulo año a año, como si el año 41 fuese el primero. Es la prueba del algodón. Pero, sí, no pienso eternizarme en la radio, no. No quiero agotar mi vida activa transmitiendo partidos de fútbol, pues me siento con energía y capacidad para hacer otras cosas en el mundo académico, de la universidad, del periodismo, no sé, tal vez, escribir un libro, tal vez hacer una película, no sé, quién sabe, pero no será muy tarde, no.

¿Qué encuentra a faltar de aquellos inicios de Fútbol en Català? Viajar con el equipo, jugar con los masajistas al dominó tras los partidos, compartir cenas en el vagón-restuarante del tren con el entrenador, la pastilla que me daba el doctor para mi afonía... Eso ya no volverá. Jaume Langa, un veterano encargado de material del Barça, me dijo un día: «Quim, cuando yo entré en el Barça era una familia, ahora es una empresa». Un cambio demasiado duro.

Decía Pep Guardiola que él notó que habían hecho algo muy grande, cuando la gente dejó de felicitarles y empezó a darles las gracias. Para mí no hay nada más gratificante que hacer feliz a la gente y, por tanto, la gente, cuando nota que le has dado cosas que le han hecho sentir bien, feliz, tiene ganas de darte las gracias, de compartir cosas contigo. Felicitarte es muy individual; darte las gracias significa que le has ayudado, tú o quién sea, tu equipo, el Barça, el triunfo, 'la transmi', a ser feliz durante un buen rato. Y para eso, basta que te guiñen un ojo desde el otro lado del semáforo. Ese cariño es único, impagable y muy necesario cuando trabajas con pasión.