Núria Espert: la mirada rasgada de Yerma

Lleva casi 70 años sobre las tablas; lo ha hecho todo en el teatro. Es una de las más grandes, y esta semana ha merecido el premio Princesa de Asturias de las Artes.

La mirada rasgada  de Yerma_MEDIA_1

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TERESA CENDRÓS

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Descubrí a Núria Espert al mismo tiempo que el teatro con mayúsculas. Fue en una 'excursión' escolar. No recuerdo el año, pero la hemeroteca certifica que sucedió en 1973. Franco todavía vivía. Las monjas (¿osadas? ¿desinformadas?) nos organizaron, a las niñas de mi clase, una salida para asistir a una función de 'Yerma', que se representaba en el Coliseum. Ahora, pasado el tiempo, sé que ese espectáculo fue mi bautismo teatral como espectadora. Admito que, por mi candor de entonces, no acabé de entender la simbología sexual -que debió de horrorizar, segurísimo, a nuestras recatadas preceptoras-, pero no he olvidado el impacto que me causó esa mujer joven, elegante, magnética, de belleza felina y mirada rasgada, declamando a García Lorca y moviéndose por una inmensa lona que cubría  el escenario y adquiría distintas formas a medida que avanzaba la historia: montañas, ríos, praderas…

El montaje de la tragedia lorquiana, del argentino Víctor García, que se había estrenado dos años antes en Madrid con un impresionante despliegue policial alrededor del Teatro de la Comedia, fue todo un acontecimiento en la época, por su transgresión, por subvertir los códigos escénicos y por acabar sorteando la censura. El insigne director Peter Brook, desde su atalaya de los 91 años, no tiene ninguna duda de que esa versión de 'Yerma' marcó un antes y un después en el teatro europeo. Y, en cuanto a Núria Espert, significó su consagración como actriz catapultándola al reconocimiento internacional. El respeto por su oficio en los escenarios y frente a ellos -como directora de escena- no ha parado de crecer y la última prueba está ahí: la concesión, esta semana, del premio Princesa de Asturias de las Artes. Un galardón que antes que ella han recibido colosos como Francis Ford Coppola, Bob Dylan, Norman Foster, Antoni Tàpies, Vittorio Gassman y Woody Allen, por mencionar unos pocos.

'ELS COLLONS D'UN TORO'

Tuvo buen ojo Josep Maria de Sagarra cuando, tras escucharla recitar unos versos en una prueba convocada en el Romea a la que se presentó acompañada de su madre, exclamó: «'Aquesta nena té els collons d'un toro'». El implacable dramaturgo desconocía en aquel momento que la 'nena', de 13 años a la sazón, además de ser valiente y tener madera, había mamado teatro desde la misma cuna. Nacida en L'Hospitalet de Llobregat, en 1935, hija de una pareja de actores aficionados que se hicieron novios detrás del telón de un teatro de barrio aunque acabaron separándose, Núria Espert Romero supo desde muy tierna edad, en parte influida por su madre -«una mujer muy inteligente, nada preparada, toda generosidad», la describió la actriz en una entrevista concedida en enero a Núria Navarro y publicada en estas mismas páginas-, que lo suyo eran las tablas.

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Su primera oportunidad le llegó a los 19 años con 'Medea', un personaje que, desde entonces, no se le ha despegado de la piel. Representó a la heroína de Eurípides en 1954 en el Grec y la ha encarnado en media docena de ocasiones, la última a los 66 años, en Mérida, dirigida por Michael Cacoyannis -sí, el de 'Zorba, el griego'-, y fue 'Medea' el tema que eligió, en el 2013, para su discurso de investidura como 'doctora honoris causa' de la Universidad Complutense de Madrid. El dinero que ganó con la gira de aquella 'Medea' juvenil, ella y su madre lo invirtieron, según ha contado la actriz alguna vez, en instalar una línea telefónica en su humilde piso, pensando que le lloverían las ofertas de trabajo. Pero el teléfono no sonó nunca, y decidió marcharse a Madrid, donde su carrera por fin despegó y fundó un hogar, a los 20 años, con Armando Moreno. Actor, director, productor y su representante y 'pigmalion', Moreno le dedicó la vida y con él lo compartió todo durante casi 40 años, hasta el momento de su muerte. Criaron dos hijas: Alicia, madre de su única nieta, Bárbara Lluch, y gestora cultural, y Nuria, también actriz. Crecer como persona junto a su familia y sus amigos -Terenci Moix, el más íntimo, y Julieta Serrano, la más remota- ha sido, desde luego, su proyecto vital.

TORBELLINO EMOCIONAL

Al filo de los 81 años -los cumple antes de un mes-, la Espert mantiene los atributos que le adjudicó Sagarra un día ya muy lejano. Después de meterse en el torbellino emocional de 'El rei Lear' y de girar por toda Sudamérica con 'La violación de Lucrecia', ahora está preparando 'Incendios', que subirá al escenario de la mano de Mario Gas. Entre la histórica 'Medea' del Grec y esta pieza, su itinerario teatral desborda: ha representado decenas de obras del cuadro de honor de la dramaturgia mundial -Shakespeare, Calderón, Molière, Arthur Miller, Oscar Wilde, Brecht, O'Neil, Genet, Sartre, Lorca…- y dirigido ópera -Puccini y Verdi son sus favoritos- en los más sacrosantos coliseos líricos.

Ya no es joven, pero me sigue pareciendo una mujer elegante, magnética, de una belleza felina y mirada rasgada, igual que la Yerma de mi infancia.