El día en que todo cambió

MANUEL CASTELLS. SOCIÓLOGO

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Los movimientos sociales son la sal de la tierra. Son acciones humanas, espontáneas, emocionales, informalmente organizadas, que combinan protesta, esperanzas y sueños en contraposición a las estructuras de dominación y a la aparentemente inmutable racionalidad de instituciones que contradicen el sentido de la vida de cada uno en nombre de ideologías y sistemas que benefician a una minoría arrogándose la definición del interés general. Tal fue el 15-M, una manifestación convocada por internet y preparada en reuniones entre gentes activas de buena voluntad, al margen de partidos y sindicatos. El 'Manifiesto por Una Democracia Real !YA!' justificaba el salir a la calle pacíficamente para reclamar que se escuchara la voz de personas que no se sentían representadas por las instituciones políticas. Era un momento en que la crisis económica ahogaba a las familias y en que las políticas de austeridad a toda costa situaban en el paro a casi la mitad de los jóvenes, cerrando el futuro a quienes habían estudiado diligentemente y creído en las falacias de quienes decidían sus vidas. Y cuando se dieron cuenta de que quienes controlaban su dinero (o el de sus padres) mandaban en quienes controlaban sus votos de forma que se salvaban los bancos con el dinero de los demás, la indignación se propagó por las redes digitales y se materializó en las acampadas en el espacio público.Y cambió todo. Desaparecieron las mayorías absolutas, se desvaneció el señuelo del consumo y mirándose los unos a las otras creyeron que otra vida era posible. Ante el escepticismo mediático y político que aún hoy no se rinde a la evidencia.15-M: la matriz del cambio.