Un cambio por suerte irreversible

RITA MAESTRE

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El 15-M fue la ilusión de sentir que se podían cambiar las cosas y la alegría de compartirlo en calles y plazas. Frente al discurso de la desmovilización política, fue la celebración de que éramos (somos) juntos y que el futuro estaba en nuestras manos. Fue posibilidad. Y también cambio. Un cambio que ya es irreversible.

Por supuesto, el 15-M fue indignación. Ante una clase política que miraba hacia otro lado. Ante una corrupción rampante que convivía con recortes. Ante unas instituciones sordas a las demandas de la gente. Y fue un nosotros y nosotras que se organizó para luchar por nuestros derechos.

El 15-M fue, y es, ineludible. De la misma manera que los cambios no se decretan, tampoco se pueden negar. Empezó en los barrios y plazas, y hoy se está convirtiendo en un cambio en las instituciones.

Es impensable estar donde estamos sin que un 15-M nos hubiera pasado por delante. El ciclo de movilización posterior nos enseñó que había un techo en relación con el poder, que eran las instituciones. Y muchos nos organizamos y construimos gran parte del ecosistema político actual donde Podemos y los ayuntamientos del cambio son centrales.

El 15-M es, también, ecosistema. Un ecosistema que colocó en el centro de la agenda política la necesidad de que las instituciones protegieran a la mayoría. Eso logró la PAH con los desahucios, o la Juventud Sin Futuro con lo relacionado con el exilio y la precariedad. Hoy el derecho a la vivienda digna, el empleo de calidad, la sanidad y la educación son temas centrales, y hasta el PP, en campaña, tiene que tratar de convencer de que son ellos los que mejor los protegen. Ese ecosistema es algo que ya sucede y que es, como el propio 15-M, irreversible.