90 AÑOS DE UNA MONARCA QUE HA HECHO HISTORIA

Isabel II, la jefa decana

La monarca británica sobrevive a la mayor parte de los mandatarios que han movido los hilos de la historia reciente, desde la segunda guerra mundial hasta nuestros días

Isabel II, la jefa decana

Isabel II, la jefa decana

ALBERT GARRIDO

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El día que Isabel de Windsor, primogénita del rey Jorge VI, ascendió al trono (6 de febrero de 1952), encabezaba el Gobierno británico el conservador Winston Churchill, héroe nacional de la segunda guerra mundial. En la Unión Soviética era amo y señor Josef Stalin y en Estados Unidos consumía su último año de mandato Harry S. Truman. En Francia, sumida en la depresión de la decadencia colonial, presidía la república Vincent Auriol; asentaba su influencia en la República Federal de Alemania Konrad AdenauerTito mantenía unida a Yugoslavia, enemistado con la URSS; Mao Zedong era el rostro de la República Popular China y quién sabe si Juan Domingo Perón soñaba en la Casa Rosada con pasar a la historia como el general que reinventó Argentina.

Isabel II los ha sobrevivido a todos largamente. De cuantos habitaban Buckingham cuando la India de Gandhi logró la independencia, solo ella, joven princesa entonces de 21 años, sigue entre nosotros para contarlo; también es ella la única jefe de Estado que puede echar la vista atrás y remontarse al ocaso y desmantelamiento del imperio victoriano, al paroxismo de la guerra fría y al equilibrio del terror. Al final de la película 'The Queen', Isabel II (Helen Mirren) le pregunta a Tony Blair (Michael Sheen) cuál es el programa que tiene previsto presentar a su primer Parlamento, y el tono de la Reina es el de quien, cargado de experiencia, ya por nada se sorprende.

MECÁNICA DE COCHES

Alguien que suma una docena de primeros ministros, que ha recibido o visitado como Reina a once presidentes de Estados Unidos y a nueve de Francia, tiene muy atenuada su capacidad de sorpresa. Cuando una jovencísima Isabel trabajaba de mecánica de coches durante la segunda guerra mundial, Franklin D. Roosevelt ocupaba el Despacho Oval; cuando Charles de Gaulle era la última esperanza de Francia en el exilio de Londres, ella dormía todas las noches en palacio. Años antes, cuando su tío Eduardo VIII, admirador de la Alemania nazi, se ausentó, vio cómo el destino la colocaba en la senda del trono por ser hija primogénita de Jorge VI, y muchos años después, cuando nació Barack Obama (1961), era una veterana del oficio que despachaba con el premier Harold MacMillan.

SIMPATÍAS

Parece que a Isabel II le resultaron simpáticos John F. Kennedy (genuino representante de la aristocracia de Nueva Inglaterra), el general De Gaulle (un militar austero), Ronald Reagan (un actor risueño) y Lech Walesa (un sindicalista); más eclecticismo, imposible. Mijail Gorbachov le cayó bien, pero Raisa, esposa del líder soviético, no tanto. Solo la milimétrica circunspección a que obligan el manto de armiño y la corona resplandeciente evitó que trascendieran las afinidades de la soberana con sus iguales, jefes de Estado que hace mucho tiempo se adentraron en el laberinto de la eternidad o se alejaron del poder.

Saber cuáles han sido sus preferencias entre las muchas testas coronadas que ha conocido y tratado es poco menos que imposible. Desde el 6 de febrero de 1952, la soberana del Reino Unido ha visto en el trono de Holanda a las reinas Juliana Beatriz y al rey Guillermo Alejandro; en el de Bélgica, a Balduino, Alberto II y Felipe; en el de Suecia, a Gustavo VI y Carlos Gustavo; y así se puede seguir, de palacio en palacio, sumando nombres a la intensa vida social a que obliga ser la cabeza visible de la corte de San Jorge.

En algunos casos, como sus citas de Estado con Hirohito, emperador de Japón -otro soberano longevo (62 años de reinado), salvado de los procesos de Tokio por el general Douglas MacArthur-, trascendió la incomodidad de Isabel II, aunque no se hizo visible y sonrió para los fotógrafos. Si el rey Juan Carlos dijo de la reina Sofía que era una gran profesional, ¿qué decir de quien llega a los 90 años sin propósito alguno de abdicar?