'START-UPS' DE TRANSPORTE

La nueva fórmula de la movilidad urbana redibuja las ciudades

Patinetes, bicis y un autobús de transporte público, en Barcelona.

Patinetes, bicis y un autobús de transporte público, en Barcelona. / periodico

Guillem Tapia

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Vehículo privadotransporte público y taxi. Hasta hace relativamente poco la ensalada de la movilidad urbana en Barcelona no tenía muchos más ingredientes. Sin embargo, el panorama ha cambiado radicalmente en la última década y no ha parado de sumar nuevos actores. La llegada del Bicing a la ciudad en el 2007, la aparición de empresas de carsharing y motosharing, el auge de Uber Cabify, la súbita irrupción del patinete eléctrico, han sido acontecimientos que han transformado la manera en la que los ciudadanos se desplazan por la capital catalana. “Los cambios en la movilidad han llegado para quedarse. Dependiendo del color del Gobierno municipal la transformación será más o menos acelerada, pero el avance hacia un modelo de movilidad sostenible es imparable”, vaticina Pau Avellaneda, profesor e investigador de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) experto en geografía urbana. 

Más allá de las administraciones, las compañías implicadas en este proceso son variopintas. Tanto start-ups locales como grandes multinacionales que han desembarcado en el país han sido partícipes de este cambio de paradigma. Pau Noy, presidente de la Asociación Española de Carsharing, sitúa en el 2004 uno de los hitos que comenzaron a definir la nueva movilidad en las ciudades. Ese año comenzó a operar la sociedad Catalunya Carsharing, impulsada por la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona, que más adelante cambiaría su nombre por Avancar y en el 2011 pasó a estar controlada por la estadounidense Zipcar.

No obstante, el impacto del carsharing en la capital catalana ha sido limitado debido a diversas restricciones. A diferencia de lo que ocurre en Madrid, el free floating, que permite al usuario seleccionar el vehículo que tenga más próximo y aparcarlo donde desee dentro de una zona delimitada, no está permitido en Barcelona. Actualmente en la capital catalana operan Avancar y Bluemove bajo el modelo station based -que implica recoger el automóvil en un punto y devolverlo al mismo emplazamiento-, y las plataformas Drivy SocialCar, que propician el alquiler de automóviles entre particulares. Entre las dos compañías que disponen de flota propia, Avancar Bluemove, concentran unos 700 vehículos en Barcelona y su área metropolitana. 

Motos y bicis

Un caso distinto es el de la moto compartida, que sí está calando en la ciudad. Hasta cuatro operadores ofrecen servicios de motosharing en Barcelona: Cooltra (a través de su servicio eCooltra), Yego (anteriormente Yugo), Muving y Scoot. Las dos primeras son start-ups catalanas, Muving es gaditana pero sus motocicletas las fabrica Torrot, con sede en Girona; y Scoot es una multinacional nacida en el 2012 en San Francisco.  En total suman 2.500 motos, todas ellas eléctricas, en Barcelona. 

Siguiendo con los vehículos de dos ruedas, pero de tracción humana, hay dos empresas que ofrecen servicio de bikesharing o bici compartida y que compiten con el Bicing, el servicio municipal de alquiler de bicis. Son la danesa Donkey Republic y Scoot, que además de motos también tiene 1.000 bicicletas repartidas por la ciudad. La corporación china Mobike, por su parte, circunscribe su radio de acción a L’Hospitalet de Llobregat, ya que sus bicicletas, que disponen de un autocandado y por tanto no es necesario atarlas con cadena para estacionarlas, son incompatibles con la ordenanza municipal barcelonesa. 

“El mercado de los vehículos compartidos tiene un gran potencial de crecimiento pero todavía es poco maduro. Es ahora cuando empezamos a apreciar la consolidación del modelo de negocio”, destaca una portavoz de Cooltra, que fue la primera empresa que comenzó a explotar el modelo de moto eléctrica compartida en Barcelona en el 2016. Sin embargo, puede que al sector le corten las alas antes de echar a volar. La intención del consistorio es limitar el parque de motos y bicis compartidas a 3.500 y 2.500 respectivamente, además de fijar una tasa anual de 71,51 euros por vehículo.

La asociación Smart Mobility, que agrupa a los operadores de mothosharing y bikesharing del Área Metropolitana de Barcelona -excepto a Muving- y a otras dos empresas de Madrid, considera que esta cifra es insuficiente y que, de hecho, se alcanzarán las 3.500 motocicletas compartidas incluso antes de que entre en vigor el decreto municipal. “Si el ayuntamiento de Barcelona empieza a poner límites de licencias y tasas será imposible que el sector se desarrolle. Es hora de que el consistorio demuestre su apoyo a las empresas que contribuimos a hacer más sostenible la movilidad en la ciudad”, reivindica Anna Merino, portavoz de Smart Mobility. 

En cuanto al último artilugio de movilidad que ha llegado a la ciudad, el patinete eléctrico, deberá ceñirse a un uso particular. La normativa municipal que entró en vigor en el 2017 en Barcelona cierra la puerta a las compañías de sharing de este tipo de vehículos. Empresas de patinete eléctrico compartido como Lime, Voi y Wind sí que llegaron a establecerse en Madrid, pero actualmente sus vehículos han desaparecido de las aceras de la capital catalana hasta que se ajusten a las ordenanzas y obtengan la autorización municipal preceptiva.