SERVICIO DE FAMILIAS COLABORADORAS

Una familia que ayuda, una familia colaboradora

En el 2018 el Servicio de Familias Colaboradoras del Ayuntamiento de Barcelona atendió 65 niños y niñas

Un menor participante del  programa del Servicio de Familias Colaboradoras.

Un menor participante del programa del Servicio de Familias Colaboradoras. / AYUNTAMIENTO DE BARCELONA

Joan Salicrú

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«Yo estaba en un proceso de divorcio de mi marido, el cual me maltrataba psicológica y físicamente, y la verdad es que para mí era una situación muy difícil, muy angustiante. No sabía cómo salir de aquel agujero: si me divorciaba no tenía dónde ir a vivir, puesto que no tenía familia ni amigos aquí. Ni sabía de qué iba a vivir, tampoco. Estaba con una mano atrás y otra delante y con una hija a mi cargo, que obviamente era mi prioridad absoluta. Tenía mucho miedo e incertidumbre. Cuando la asistenta social me dijo que existía el Servicio de Familias Colaboradoras... la verdad es que ¡fue como mi luz!. Le dije: ‘¿En serio?’». 

El caso lo cuenta A., que dos años atrás, por medio de los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Barcelona entró en contacto con el Servicio de Familias Colaboradora (SFC) para que una familia pudiera cuidar a su hija, M., durante los sábados, que es cuando encontró un trabajo en un hotel, cosa que le permitía empezar a salir adelante. «La experiencia me ha dado mucha tranquilidad; me sentí superagradecida, muy cómoda, en seguida. Esta ayuda vale muchísimo, la agradezco de todo corazón», comenta A., que recientemente se ha vuelto a poner en contacto con el servicio.

Este testimonio asegura que, de hecho, se ha creado un gran sentimiento de comunión con la familia que la ayudó, algo totalmente inesperado por ella: «La verdad es que ellos  me han dado un gran apoyo en momentos muy difíciles, mucho más allá del motivo por el cual nos conocimos; tengo que decir que me he sentido muy acompañada por ellos. Ahora puedo decir que somos amigos, tenemos una relación muy especial. Piensa que mi hija es quien me pregunta cuándo vamos a verlos. Es como si fuera mi familia, puedo contar con ellos», relata A..

Un servicio pensado a medida

El de A. es un ejemplo de cómo funciona el SFC con un uso muy adaptado, puesto que en otras situaciones hablamos de varios días entre semana en los que los menores están con una familia colaboradora que les da apoyo. Pero en todo caso la ayuda siempre es puntual, con un límite de tiempo, subrayan des la oficina técnica de SFC. «No hablamos de gente que no sea capaz de atender a sus hijos. Se trata de familias con poco entorno social y familiar, que por tener horarios laborales muy intensos tienen dificultades para atenderlos, otro motivo recurrente son las hospitalizaciones», aclara Gemma Pellicé, técnica del SFC, respecto el perfil de los usuarios. Y recuerda que, en muchos casos, de lo que se trata es de evitar que determinadas situaciones de riesgo pasen a ser irreversibles en la relación familiar con los niños. 

¿Cómo funciona? La família que necesita el servicio se pone en contacto con su referente, puede ser de servicios sociales, una trabajadora social del CAP, de alguna entidad social,  maestra del colegio... El referente se coordina con el Servicio de Familias Colaboradoras y se activa la búsqueda de una posible familia colaboradora. 

A partir de este momento, el SFC estudia la demanda cuidadosamente, teniendo en cuenta los criterios de proximidad para facilitar los desplazamientos de los padres y familia colaboradora; de temporalidad, pensado que dure el tiempo necesario hasta que se resuelva la situación que lo ha motivado pero no más;  de voluntariedad, siendo fruto del mutuo acuerdo entre las dos familias; y de complementariedad, con la voluntad solo de ayudar la familia del menor, no de sustituirla.

«Una vez se ha encontrado una familia colaboradora se organiza una reunión para que las partes se conozcan, para que se intercambien información directa y para generar seguridad en el menor y complicidad entre ellos. Si las dos partes están de acuerdo se firma un documento que les compromete», cuenta Gemma Pellicé. 

Una relación fluida

La idea es que una vez llegados aquí todo funcione con normalidad absoluta. Así, la madre o el padre acercan a su hija a la familia colaboradora sabiendo que no la deja con un canguro, sino con una familia que se ha comprometido ante la administración a cuidar de la pequeña como un miembro más del núcleo familiar.  «No hablamos de canguros, hay que dejarlo muy claro. Se trata de que la menor que está con una familia haga lo mismo que haría aquel día. Por lo tanto, si el sábado por la mañana van a hacer la compra de la semana, ella simplemente los acompañará. Siempre digo que las familias colaboradoras complementan, no sustituyen», comenta Pellicé.

¿Cuánto puede durar la relación entre una familia y uno de estos menores? Normalmente, aunque hablemos de un apoyo puntual, el acuerdo firmado es de seis meses, que se puede extender tantas veces como haga falta en función de las necesidades, siempre que sea posible con la misma familia. De todos modos, se intenta que no se convierta en algo definitivo en ninguno de los casos. La colaboración es flexible y, obviamente, se adapta a la disponibilidad de tiempo que tenga la familia voluntaria: pueden ser unas horas al día, un fin de semana –con pernoctación o sin ella–, y también durante periodos de vacaciones, por citar algunos de los ejemplos más comunes. 

Un servicio preventivo y de carácter temporal

El Servicio de Familias Colaboradoras (SFC) depende del Institut Municipal de Serveis Socials y pretende dar solución a las dificultades de algunas personas que, por determinadas circunstancias y de forma temporal, necesitan el apoyo de familias responsables para cuidar de sus niños. 

«El servicio atiende de manera personalizada cada demanda desde la base del modelo conocido ecológico. Este abordaje interdisciplinar e integral permite contemplar la realidad de los casos de una manera situada en todas las dimensiones de los niños y los sistemas familiares y sociales a los que pertenecen. De esta manera se trabaja para evitar que situaciones de dificultades familiares graves se cronifiquen o agraven», explica Gemma Pellicé. 

El objetivo general es mantener al menor tan cerca de su entorno como sea posible, que haya colaboración durante el tiempo necesario para cubrir la necesidad que motiva el servicio, que sea un acuerdo mutuo y voluntario entre todas las personas implicadas y que la familia colaboradora lo haga solo con una motivación solidaria.

Un programa con tres décadas de experiencia

El programa del Servicio de Familias Colaboradoras del Ayuntamiento de Barcelona no es una innovación fruto de las últimas dinámicas sociales sino que lleva funcionado treinta años y algunas de las familias colaboradoras, de hecho, hace diez que participan en él. ¿Cuántos casos se atienden cada año? Durante el 2017, 52 niños y niñas –el 74% de ellas familias monomarentales– fueron atendidos por alguna de las 78 familias que había inscritas en el banco de familias colaboradoras. En el 2018, hubo 65 niños y niñas atendidos. El 52% de estas colaboraciones se producen durante el fin de semana; el 7%, en vacaciones; el 36%, entre semana, y solo un 5%, en periodo de convivencia.

«Ahora llevamos dos años que la cosa vuelve a crecer, pero va variando. Con la crisis, no había tanto trabajo y algunas madres que ahora no pueden en aquel momento sí tenían la capacidad de estar todo el día con sus hijos. Pero con la remontada económica, vuelve a haber más demanda del servicio. También el tipo de trabajos son más irregulares, con lo cual hay un tipo de demanda más específica», explica Gemma Pellicé.

En estos momentos, las responsables del SFC explican que no hay suficiente oferta para atender a la demanda. «Entre otras cosas porque las necesidades de las familias o las capacidades de las que colaboran  pueden ser  muy puntuales, muy concretas, y no siempre se ajustan», explican. Y en todo caso, su hubiera más de las estrictamente necesarias, aseguran que sería muy bienvenidas porque permitiría emparejar con más exactitud demandas y voluntarios.