LA ESTRELLA DE LA NBA

Antetokounmpo, el campeón de la NBA con la historia más increíble hacia el éxito

La estrella de los Milwaukee Bucks se corona a sus 26 años como campeón y MVP de la final después de crecer vendiendo baratijas por las calles de Atenas

"Empecé a jugar a baloncesto para ayudar a mi familia. Intenté ayudarles a salir de los problemas", dijo tras una actuación portentosa de 50 puntos y 14 rebotes en el partido decisivo

Antetokounmpo, todo un campeón.

Antetokounmpo, todo un campeón. / AFP

Albert Guasch

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El deporte brinda de vez en cuando edificantes historias de superación. Biografías que componen un relato insólito, como creadas por la imaginación de un dibujante de cómic. Pocas habrá como la de Giannis Antetokounmpo. Los buenos aficionados a la NBA ya la conocen. Un chaval nacido en Atenas de padres nigerianos que entraron en Grecia de forma ilegal, vivieron durante años en infraviviendas con el temor a ser deportados y que se ganaban la comida, a veces escasa, vendiendo baratijas en la calle. Lo hacían los padres y también los cinco hijos, Giannis incluido.

Vendían CDs, DVDs, relojes, gafas, pañuelos… “Yo era el mejor vendedor. El mejor. Era muy persuasivo”, explicó el pívot de los Milwaukee Bucks en una entrevista hace unos años. Antetokounmpo era uno de tantos manteros que hemos visto por las calles de las ciudades pobladas de Europa. Lo que recaudaba, para la familia.

Tras un trayectoria personal impensada, hoy es campeón de la NBA después de que su equipo derrotara en el sexto partido a los Phoenix Suns con una actuación imperial de esta estrella diferente desde la raíz. 50 puntos y 14 rebotes, se cascó. No le apodan porque sí The greek freak (El monstruo griego). Huelga decir que para él fue el premio MVP al mejor jugador de la final. Y con el perfume de ese honor envolviéndole, compareció en rueda de prensa para acordarse de su familia ante todo. Momento emotivo.

"Para que esté en esta posición, mis padres sacrificaron muchas cosas", contó entre lágrimas. "Mi madre trabajó durísimo cada día para que yo estuviera en esta posición y nunca me presionó para hacer otras cosas. Y esto se lo dedico también a mi padre: él está observando desde el cielo y puede verlo". Su padre falleció hace cuatro años.

"Empecé a jugar a baloncesto para ayudar a mi familia. Intenté ayudarles a salir de los problemas y los desafíos que afrontábamos cuando éramos niños", dijo en la rueda de prensa. "Pero nunca pensé que estaría aquí con el trofeo de la NBA y el premio del MVP de las Finales. Ha sido un largo viaje", añadió.

El primer batido

Un viaje insospechado más que largo. El pívot de apellido difícil no tocó una pelota de baloncesto hasta los 13 años. Pero enseguida se hizo con el manejo de ella. A los 18, con un cuerpo que había crecido hasta los 2,07 (hoy mide 2,11) pese a lo cual ejercía de base, se convirtió en una atracción irresistible para ojeadores de todas las ligas. Los había a porrones en sus partidos de la Segunda división griega. El ojeador de los Bucks fue el más avispado y su equipo lo eligió en el número 15 del draft del 2013.

Entonces era un diamante por pulir. Llegó a EEUU sin apenas saber inglés, unos fundamentos rústicos y la pobreza aún impregnada en su estilo de vida. Hay un tuit que se considera memorable al poco de su aterrizaje a Wisconsin. “Hoy he probado mi primer smoothie (batido de frutas). ¡Dios salve a América!”, escribió.

En un par de años se convirtió en un jugador referencial. Tal fue su rápida progresión. Empezó a lograr títulos individuales, como ser considerado el jugador más mejorado. O formar parte del partido de las estrellas. O ganar el MVP de la temporada un par de veces. Como consecuencia, el año pasado firmó un contrato suntuoso, de superestrella, de número uno, por valor de 228 millones de dólares en cinco años. Podía haber obtenido en cualquier otra franquicia con más opciones de título la misma cantidad, pero optó por encontrar su camino hacia al éxito, estableciéndose en una ciudad pequeña, sin las luces de otros mercados como Los Angeles, Miami o Nueva York. “No busqué la vía fácil”, recordó ayer mismo.

Un jugador completo

Hoy, con 26 años y el anillo de la NBA en su dedo, corona su historia increíble. Es un jugador fabuloso, que combina corpulencia, agilidad, velocidad y la actitud ganadora que exige la liga profesional norteamericana. Es un campeón en la cancha, pero fuera, por su biografía, por su afable forma de comportarse, se ha ganado el aprecio general. La cantidad de tuits y el tono usado por las estrellas de la liga que le felicitaron así lo atestiguan.

Él, entretanto, no rehúye su papel como modelo social. "Sé que soy un modelo a seguir. Esto debería hacer que cada persona, cada niño, cualquiera en todo el mundo, crea en sus sueños. No dejes que nadie te diga lo que puedes hacer o no”. Un campeón de mucha altura.