ASUNTOS PROPIOS

Nuccio Ordine, apóstol de la educación: "La escuela debe ser un centro de desintoxicación"

Nuccio Ordine, premio Princesa de Asturia de Humanidades

El autor de 'Los hombres no son islas' considera que la (buena) educación es un antídoto contra el 'melonismo' y la adicción a las redes

Barcelona 04.10.2022 Contra ulls tancats, entrevista con el escritor, Nuccio Ordine . Foto Laura Guerrero

Barcelona 04.10.2022 Contra ulls tancats, entrevista con el escritor, Nuccio Ordine . Foto Laura Guerrero / LAURA GUERRERO

Núria Navarro

Núria Navarro

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Mientras en Italia las ideas de 'Dios, patria y familia' de Fratelli d’Italia han seducido al 26% de los votantes, Nuccio Ordine (Diamante, 1958) administra el antídoto en las aulas de la Universidad de Calabria, donde enseña Literatura Italiana, y en libros como 'Los hombres no son islas' (Acantilado), una selección de fragmentos de clásicos –Plutarco, Séneca, Ibsen, Shakespeare, Ariosto, Camus– que desmantelan los supremacismos y hacen vibrar el lado luminoso de la vida.

¿Ha leído 'El señor de los anillos', de J.R.R. Tolkien?

No lo he leído, no. 

¿Es el 'clásico' de cabecera de Giorgia Meloni?

Meloni, Orbán, Bolsonaro, Abascal son empresarios del miedo, gente sin sentido de la humanidad. Su radicalización de la idea de identidad es muy peligrosa. Plutarco escribe sobre el barco de Teseo, cuyos trozos de madera gastada se van sustituyendo una y otra vez. "¿Es el mismo barco?", se preguntan los filósofos. La identidad nunca es estable, siempre es dinámica. Los clásicos son un antídoto contra sus 'fake news'. 

"Los clásicos son un antídoto contra las 'fake news' de Meloni, Orbán, Bolsonaro y Abascal"

Ganan pista política.

La gente que piensa en su propio interés considera que el que tiene valores gratuitos y desinteresados es un idiota. Pues lo soy. Camilleri explica el siguiente cuento senegalés: hay un incendio en la selva y los animales salen corriendo, el último el león. En su huida se encuentra a un pequeño colibrí que vuela hacia las llamas. "¿Qué haces? ¡Estás loco!", le dice. Y el colibrí responde: "Tengo una gota de rocío en el pico y voy a intentar sofocar el fuego". Yo me siento como el colibrí.

Puede que se queme.

No estoy cómodo en la universidad, que es una institución mercantil, pero enseñar me da tanto placer como leer, cenar con amigos y pasear con mi perro Quirón.

Disculpe. ¿Ha dicho "institución mercantil"? 

La 'educación mercantil' es la que hace creer a los jóvenes que tienen que estudiar para aprender una profesión. ¡Eso es miserable! Hoy el umbral de atención de los jóvenes es muy bajo, pero la culpa no es de ellos, que están como drogados de móvil. La escuela debe ser un centro de desintoxicación.

"Las mejores cosas de la vida no tienen nada que ver con lo útil y con el provecho. Son las que hacemos de forma gratuita" 

Según un economista estrella, el estudiante de Humanidades debería firmar un papel que diga: "Sé que iré al paro". 

¡Un ignorante! Amartya Sen, Nobel de Economía, explica que en Kerala, que era el estado más pobre de la India, tras una gran inversión salud y educación, tiene la renta per capita más alta del país. Las mejores cosas de la vida no tienen nada que ver con lo útil y con el provecho. Son las que hacemos de forma gratuita. Leer una poesía, escuchar música, mirar 'Las Meninas' de Velázquez. La 'escuela-empresa' donde aprendes técnicas para ganar dinero en el mercado destruye los verdaderos valores. 

¿Cómo es la 'fórmula Ordine' de educación?

El profesor tiene que ser humilde. En 32 años nunca he entrado en mi clase sin trabajar mucho antes y sin amar lo que enseño. El objetivo de un estudiante no es llegar a Ítaca, es la experiencia del viaje, en una comunidad viva. La comunicación digital no puede transmitir conocimientos.

"La escuela-empresa donde aprendes técnicas para ganar dinero en el mercado destruye los verdaderos valores"

Quizá sea la perspectiva de un senior.

No. En los dos años de pandemia los estudiantes siguieron las clases en la cama, con el vídeo apagado, solo escuchando. Eso provocó una pérdida del rigor, de la postura incluso. Decía Ludwig Wittgenstein: "Yo no estoy orgulloso de las cosas que he aprendido, de los libros que he escrito. Estoy orgulloso del esfuerzo que he hecho para aprender. Porque es este esfuerzo el que hoy me da el derecho a la palabra". Hay que ganarse el derecho a la palabra.

Los tiempos piden aceleración.

La tarea de la educación es una forma de resistencia, no de reproducción de los valores de la sociedad. Es la lentitud, no la rapidez.

"Hice los primeros cuatro años de primaria en casa de una maestra. Cuando estaba enferma, salía en bata, nos ponía tareas y volvía a la cama"

¿Lo sabe por experiencia? Nació en un pueblo sin bibliotecas, sin librerías, sin escuela.

Y mis padres solo habían hecho la escuela elemental. Hice los primeros cuatro años de primaria en casa de una maestra. Cuando estaba enferma, salía en bata, nos ponía tareas y volvía a la cama. La visité hasta que murió, a los 89 años, y me hizo un regalo.

¿Se puede saber cuál?

Mi hoja de valoración como alumno. Decía que tenía amor propio, que hacía las cosas con pasión, que ejercía un liderazgo sin imposiciones. Lo que escribió es lo que yo soy.  

¿A usted le recuerdan sus alumnos?

Tuve una alumna ciega, a la que habían subestimado otros profesores, que cada navidad me llama para decirme: "Profesor, me acuerdo de usted". Esa es la verdadera recompensa del maestro, como lo fue para Louis Germaine recibir la carta de Camus, en la que le decía que al recibir el Nobel pensó en su madre y luego en él.

Suscríbete para seguir leyendo