QUE NO PARE LA MÚSICA

Cultura de club sobre la arena

El Monumental Club, en la antigua plaza de toros, evoca el imaginario pop generacional cambiando la noche por el día en su ciclo de conciertos

Borja Malet, responsable del ciclo de conciertos Monumental Club.

Borja Malet, responsable del ciclo de conciertos Monumental Club. / MARTÍ FRADERA

Jordi Bianciotto

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Los veteranos de la intrahistoria pop barcelonesa recordarán cómo, en los años 90, la calle Escudellers pasó de ser la pasarela del pecado a poblarse de locales donde campaba la música ‘indie’, aun conservando muchos de sus neones y sus tapicerías de escay rojo, para alegría morbosa de la afición. Todo empezó con el ‘New York’, el cabaret en el que Dalí había caído prendado de Amanda Lear (entonces era Peki d’Oslo) y donde Bibi Andersen brindó algunos de sus primeros números de estriptis. Allí, orquestando la audaz reconversión, estaba Borja Malet, pionero de la cultura de club en la ciudad y ‘discjockey’ de la primerísima hornada electrónica, que hoy se sitúa al frente, junto a su socio, hijo de su primo, Pepe Malet, de otra clase de club, el que abrió en el 2017 en esa plaza de toros Monumental cuyo destino está todavía por desvelar.

Monumental Club, el ciclo de conciertos, desliza desde su nombre un guiño a aquel imaginario de música de baile sintética y madrugada eterna, cuando el pop se fundió con el house y el techno, y la palabra ‘discoteca’ se dejó en suspenso, para uso de la generación anterior. “Jugamos con la idea del club nocturno, pero también del club social, con su ambiente acogedor, fácil, en el que se mezcla gente de distintas edades”, explica Borja Malet. Aquellos ‘clubbers’ son hoy, al menos, cuarentones, y han descubierto las bondades de la vida diurna y los rayos del sol. Como los que caen sobre la plaza cuando arrancan los conciertos del ciclo, los sábados en horario de atardecer (y a mediodía, en los conciertos expresamente familiares de la parcela Monumental Kids).

Los amaneceres del Touché Club

Borja Malet ilustra por sí mismo ese viaje generacional de la noche al día, ya que se hinchó de quemar amaneceres desde su cabina de ‘dj’ como integrante del colectivo Touché Club. Formaba ahí equipo con el totémico Dj Fra y con otros pinchadiscos cuyas trayectorias tienen miga: Dj Lui, Luis Costa, hoy vinculado a la sala Razzmatazz (y autor de un importante libro sobre la ruta del bacalao), y Dj Loe, Eloy Martín, el primer residente (y director) de la sala Moog, y que sería responsable del Monegros Desert Festival. El Touché Club la lio parda y operó el Sónar y en Benicàssim, pero llegó un día en que Borja Malet, que había estudiado Economía e hizo un máster en gestión cultural, avistó otros objetivos: trabajar en eventos y festivales, prescribir para marcas... “Me cansé de hipotecar noches y fines de semanas pinchando. Nunca he sido de dormir durante el día”.

Y ahí le tenemos, hablándome de pop, de ‘indie’ y de electrónica en el despacho más ultramontano de Barcelona: una sala en lo alto de una de las torres de la Monumental que luce congelada en el tiempo, con una caja fuerte de tebeo en un rincón (cuya combinación nadie parece conocer), fotos en blanco y negro de remotas hazañas taurinas y unas cuantas cabezas disecadas de bestias inmoladas en la arena. En un contraste muy loco, mientras conversamos, de fondo ya nos llegan las candorosas canciones pop de Papá Topo (‘Lo que me gusta del verano es poder tomar helado’). Este grupo abría el sábado el nuevo Monumental Club, y le seguirán, las próximas semanas, Dani Nel·lo y Los Saxofonistas Salvajes, Manel, Delafé, La Bien Querida... Con todas las garantías. “800 personas de aforo y entorno seguro”. Nadie podrá con la cultura de club.

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