Desde Sant Boi

Que ellos recuperen el río

Huertos comunitarios de Can Pinyol, en Sant Boi de Llobregat.

Huertos comunitarios de Can Pinyol, en Sant Boi de Llobregat. / periodico

Gina Driéguez

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Me encantaba Barcelona hasta que me tocó confinarme. Fue entonces cuando lo único que quería era volver a casa, a Sant Boi de Llobregat, y lo hice en las primeras horas de movilidad permitida. Una de las cosas que más me gustan de volver a casa de mis padres es cuando el 70 o el 72 (los autobuses que salen desde la plaza de Espanya hacia Sant Boi) sale de la autovía y se dirige hacia el pueblo, y entonces empiezas a ver los campos del Parc Agrari.

No sé si el conductor temía la propagación del covid y por eso decidió no poner el aire acondicionado, o quizá solo se había estropeado, pero ni el calor insoportable ni el sudor tras la mascarilla me borraron la sonrisa de ver las siluetas de la ermita de Sant Ramon y de la iglesia de Sant Baldiri.

En Sant Boi todo ha cambiado y nada lo ha hecho. Es una sensación curiosa, que veo que muchos comparten. Nuestro ayuntamiento se ha puesto bastante soviético y se ha dedicado a pintar por las aceras en qué dirección has de caminar. Una de ida y otra de vuelta. Al verlo y encontrarme con gente más o menos respetándolo me vinieron a la mente los niños del videoclip aquel de 'The Wall' de Pink Floyd. Con el paso de los días y las olas de calor he ido comprobando que a pesar de la buena fe del consistorio, la gente prefiere irse esquivando unos a otros mientras buscan la sombra. 

Otro punto que ha vuelto a ser neurálgico ha sido la zona del río, desde cuando nos empezaron a desconfinar y Fernando Simón nos dejó salir a estirar las piernas y hacer deporte. Fue divertido cómo en el río nos empezamos a reencontrar paseando con compañeros de escuela e instituto. Sobre todo porque allí era donde en nuestros años jóvenes (jovencísimos) quedábamos los fines de semana para hacer botellón (que ahora está prohibido pero no recuerdo que entonces estuviese permitido).  Y ahora nos reencontrábamos 10 años después, con mascarilla, haciendo deporte, o haciendo ver que lo hacíamos, donde hace unos años bebíamos, fumábamos, bailábamos, reíamos, nos abrazábamos y nos besábamos. Y que lejos queda todo. No solo por los años que han pasado, sino también por este virus que nos ha prohibido la diversión. Y sonrío por dentro y pienso que ojalá los jóvenes recuperen pronto el río. 

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