RUTA DE LIBRERÍAS

El empeño obstinado del tentetieso

La librería de referencia en Badalona alberga un fondo de 12.000 títulos en una antigua imprenta

Sílvia Muntané, en la librería Saltamartí de Badalona.

Sílvia Muntané, en la librería Saltamartí de Badalona. / ANNA MAS

Olga Merino

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Después de darle muchas vueltas al nombre, Sílvia Muntané y su socio acabaron escogiendo el de ‘saltamartí’ (tentetieso en castellano), ese muñeco hueco, con un contrapeso en la base semiesférica, que vuelve siempre a la posición inicial; le arreas un sopapo y el ‘ninot’ busca su eje, balanceándose sin derrumbarse, como el del poema de Joan Brossa que tanto les gustaba:  “[…] desviat de la seva posició/ vertical, es torna a posar/ dret./ El poble”. La insistencia en levantarse parecía, pues, un buen salvoconducto para la librería, que abrió sus puertas el 4 de abril del 2004, en vísperas de la ‘diada’ de Sant Jordi, sin que sus propietarios imaginaran la magnitud del tumulto que se les venía encima.

Tampoco era mal presagio que el recinto donde se aposentaron hubiese albergado la vieja imprenta Novell; la tinta, su olor hechizante, casi comestible, llama a la tinta. Hubo que empezar de cero, eso sí, porque el local estaba vacío, hecho una cueva, pero nada que amedrentase a una librera vocacional que vio su sueño cumplido a los 44 años. ¿Una pasión nacida en la infancia? Pues, sí. Asegura Sílvia Muntané, ‘gracienca’ trasplantada a Badalona, que su padre la llevaba todas las semanas a una librería de Gran de Gràcia donde el hombre compraba los libros a plazos. Aquí la charla se adentra en un remanso, en la memoria del progenitor, en su oficio de ebanista, en la represión, en el campo de concentración de Argelers, en los años de silencio sin poder cotizar… “Tengo bien presente que soy hija de perdedores”, dice. Compartían largos domingos de lectura en que el papá se embebía en los maestros rusos, mientras ella, que se había estrenado con los tebeos de ‘La pequeña Lulú’, forjaba el hábito con la colección ‘El cangur’, de Edicions 62. La inmensa Rodoreda, Montserrat Roig, Pedrolo… En honor a la protagonista de ‘Mecanoscrit del segon origen’, fuerte y luchadora, le puso a su hija Alba.

En 16 años y de la nada, Muntané y su socio, Gerard Remendo, convirtieron la Saltamartí en el principal santuario libresco de la ciudad, un espacio acogedor con un fondo de 12.000 títulos donde se han celebrado unas 500 presentaciones de libros desde su inauguración. La cosa iba sobre ruedas -todo lo razonablemente bien que puede ir una librería- hasta que echó encima el coronavirus. Para más inri, Remendo se había jubilado el 14 de febrero, justo un mes antes de un confinamiento atroz al que se agregaron los pagos del alquiler y a los proveedores, los ertes, la solicitud de un crédito, las ganas de arrojar la toalla a la lona.

En este tiempo de incertidumbres, le han dado ánimos para seguir en la trinchera la savia nueva -sus compañeros libreros Magda, Mónica y Aleix- y la lectura de ‘El olor del bosque’, de Hélène Gestern (Periférica & Errata Naturae). La mayor dedicación en la vida del tentetieso consiste en mantenerse en pie pese a las contrariedades. Por eso el juguete del vaivén también se conoce en catalán como ‘tossut’; o sea, tozudo.