LA CONTRA

Vacuna poética

Los textos explicativos y autobiográficos de Joan Margarit destilan la lírica de sus versos, y estos el mismo realismo que nuestro presente

Joan Margarit, premio Cervantes, en una imagen para este diario.

Joan Margarit, premio Cervantes, en una imagen para este diario. / periodico

Josep Cuní

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El futuro es incierto por naturaleza. Lo habíamos olvidado porque la tecnología nos hizo creer lo contrario. Proyectos, diseños avanzados, prototipos… ¡todo un universo! Pero aquel mundo que nos esperaba quedó congelado en su propia expectativa. Visto en perspectiva, la anticipada cancelación del Mobile se ha convertido en una gran metáfora. Hoy avanzamos como podemos y por el retrovisor observamos múltiples propósitos aparcados sin saber ni cuándo ni cómo podremos recuperarlos. Ni tan siquiera si esto va a ser posible. Estábamos ayer tan confundidos como hoy preocupados. Solo que no lo sabíamos. Pensábamos que la seguridad estaba a nuestro alcance y ahora, observándolas, las vemos llenas de incertidumbre. Puestos a dudar, incluso la ciencia ayuda. 

El verano iba a mitigar los efectos del virus. ¿Recuerdan? Temperatura y humedad facilitarían la tregua a la espera de la batalla otoñal. No está siendo así. Podríamos haberlo intuido porque los primeros estragos en América Latina fueron en zonas tropicales pero nos decían que allí el problema era social, de falta de recursos, pobreza y hacinamiento. Y hete aquí que las causas de nuestros repuntes han surgido de la marginalidad propia.

Parecía que algo habíamos aprendido del drama que confinó nuestras vidas. Tampoco.

Parecía, pues, que algo habíamos aprendido del drama que confinó nuestras vidas. Tampoco. Ni por parte de quienes deberían haberse mentalizado de la obediencia debida a la obligada responsabilidad ni mucho menos de aquellos que tenían obligación de prevenir para no volver a curar. Pero perdieron una porción importante de su tiempo en lamentos infructuosos. Y ahí están, conformando un Govern al que delatan las costuras de su capacidad. Lo peor, como escribió el poeta, es que el sauce no ha llorado aún todas sus lágrimas. 

En la URSS de los 60, Yevgueni Yevtushenko y sus colegas llenaban estadios recitando sus composiciones. El suyo era un público ávido de cambios. Gente joven que canalizaba sus esperanzas a través de la poesía social de quien era una referencia. Para ellos y para el mundo. También para Joan Margarit a quien siempre ha acompañado la gran ilusión de que, entre nosotros, la poesía inunde las gradas y desde el centro del campo los versos se deslicen con la fluidez y la armonía con que suele hacerlo el balón en los pies de los mejores. Como él. Más allá de los momentos estelares, tristes o alegres, no es habitual que un poeta merezca la portada de un diario. Y mucho menos un poema. Como homenaje, EL PERIÓDICO lo hizo el jueves en recuerdo de los 28.413 muertos por la pandemia. Y eligió al flamante premio Cervantes, que por los avatares del mismo destino que condiciona nuestra existencia no pudo recogerlo el día de Sant Jordi. La fecha que concede su protagonismo al libro y este se lo devuelve marcando en rojo la cultura. Coinciden la muerte de Cervantes y Shakespeare. Y la de Josep Pla, de quien al inicio de la pandemia se recordó la primera frase de 'El quadern gris': "Com que hi ha tanta grip, han hagut de clausurar la universitat", 8 de marzo de 1918. Más de un siglo después, aquella plaga ha sido de obligada referencia. 

Pla no era muy amante de la poesía. Sentenció que si la gran mayoría de los versos inútiles publicados se hubieran escrito en prosa, el resultado general habría  sido más positivo. Esta lección Margarit la tiene bien aprendida. Sus textos explicativos y autobiográficos destilan la misma lírica que sus versos. Y estos, el mismo realismo que nuestro presente. El que concluye: "nunca, sin el dolor, podríamos haber amado así". 

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