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Christina Rosenvinge, con un adolescente en casa

La cantante y compositora nos habla de cómo intercambia músicas con su hijo de 16 años, del trovador 'indie' José González al rapero de vanguardia Tyler, the Creator

La cantante y compositora Christina Rosenvinge, en Barcelona, en abril del 2019

La cantante y compositora Christina Rosenvinge, en Barcelona, en abril del 2019 / periodico

Jordi Bianciotto

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Christina Rosenvinge vive con su hijo menor, Kay, de 16 años, y la mezcla de sonidos que envuelven su salón dice mucho del movimiento de tierras que experimenta hoy en día el gusto musical en las franjas más juveniles. Y nos recuerda que no hay como tener a un adolescente en casa, bien despierto a ser posible, para tener a mano un eficaz escáner de tendencias, hábitos y jergas, y para disponer de una vía directa con lo que dentro de diez minutos será de dominio público (o lo es ya, y tú no te habías enterado).

A través de Kay ha llegado Rosenvinge a la figura de Tyler, the Creator, el rapero que es más que un rapero. Aunque pudo verlo hace dos años en el Primavera Sound, tras escucharlo de su mano con más calma ve con claridad que "es una de las mejores cosas que le ha pasado a la música en los últimos tiempos". En particular, su último álbum, 'Igor' (2019). "Música bastarda, que toma ideas de todas partes, incluso del jazz, y que no es puramente palabra y ritmo, sino más bien un pop de una gran riqueza". En casa, la música de su hijo convive con la suya en un interesante diálogo entre generaciones. "A mí me ha dado muy fuerte con José González, así que no te extrañe si mi próximo disco es una mezcla de su música y la de Tyler, the Creator", bromea, dejando en el aire la hipótesis de la trovadora que cabalga sobre cadencias de música negra, o la rapera que se acompaña de hondos arpegios con la guitarra clásica.

Del sur al norte y viceversa

Con José González, el cantautor 'indie'-folk, hay coincidencias que van más allá de la música. "Él es sueco de padre argentino, y yo soy española de padre danés, así que somos el reverso el uno del otro”, hace notar, recordando el día que se conocieron, en un festival en Chile. "Hablamos de lo que significa tener una personalidad transnacional, sin lo que se conoce como raíces, en un cruce que te lleva a sitios interesantes", explica Christina, que se declara fascinada con la mano derecha del guitarrista. "Su forma de arpegiar es una locura. Parece que tenga ocho dedos".

Contra lo que podría parecer, José González no tiene formación clásica. "Me animó saberlo, porque le expliqué mi frustración como madre, con unos hijos que son tan malos estudiantes como lo fui yo, y que tienen talento para tocar, pero que no practican nada. Él me confesó que a los 17 era un 'porreta' que iba a rastras a las clases de guitarra", cuenta. ¿Un poco de calma, pues? "Ahora parece que, si a los 20 años no tienes idiomas, másteres y no sé qué más ya has fracasado en la vida", reflexiona. “Y muchos artistas que nos gustan han tenido carreras tardías: Leonard Cohen se hizo cantautor a los 30 años".

La energía que se va

Sin ir más lejos, su misma obra despunta, sobre todo, a partir de los 40, circunstancia que, desliza, tiene que ver con ser mujer. "Si has tenido hijos, durante un tiempo la mitad de la energía se te va con ellos. No fue hasta que tuvieron edad de estar en casa que pude volver al 100%", indica la autora del álbum 'Un hombre rubio' (Premio Nacional de Músicas Actuales 2018), que piensa ya en su próxima obra ("tengo varias carpetas abiertas con ideas") y respira hondo ante la perspectiva de sus conciertos de reconstrucción, como los del festival Poesia i + (Caldes d’Estrac, 10 de julio) y las Nits del Fòrum (12). Música en directo, por fin, aunque sea ante aforos reducidos y con distancias y mascarillas. Toda iniciativa es bienvenida. O casi. "Menos esa pesadilla de los conciertos con el público en coches. ¡Esa no es la solución!".

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