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Maragall y la nave del olvido

Pasqual Maragall y su mujer, Diana Garrigosa, en el 2011, en una presentación en el Ateneu Barcelonès

Pasqual Maragall y su mujer, Diana Garrigosa, en el 2011, en una presentación en el Ateneu Barcelonès / periodico

Josep Cuní

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La semana empezó con una mirada al pasado. No era una novedad. Son muchas las veces que los recuerdos pugnan por imponerse. Siempre hay quien se empeña en insistir que recordar es volver a vivir. En este caso, no obstante, ha sido la fuerza de la literatura la que, siguiendo el legado de William Faulkner, nos ha resumido que el pasado nunca está muerto porque ni siquiera es pasado. Y así, un juez de la Audiencia Nacional ha prorrogado un año más la instrucción del conocido caso de la presunta financiación irregular de la extinta CDC. Aquel partido político que de haberlo sido todo es hoy un lastre al que ninguno de sus hijos quiere evocar a causa del hedor que desprenden sus siglas. Y siguiendo los argumentos de José Grinda, temido fiscal anticorrupción, José de la Mata ha entendido que 15 años después todavía queden flecos por atar. Especialmente tras la nueva entrega por parte de la Guardia Civil de informes que concretarían el supuesto circuito económico de empresas y fundaciones en la órbita de la formación. Si nada lo impide, la investigación culminará a los 16 años de haberse iniciado. Aquella edad que marca el recurrente debate sobre a partir de cuándo un ciudadano puede votar.

Esta misma semana, el público ha llenado a diario la Sala Gran del Teatre Nacional de Catalunya. Se representa 'Justícia'. Un repaso a nuestros últimos 40 años a través de la doble vida de un juez brillantemente interpretado por el gran Josep Maria Pou que, para poder seguir ocultando sus instintos, opta por prevaricar. Un texto implacable de Guillem Clua que nos ayuda a actualizar una sociedad aún restrictiva, que aplaude con entusiasmo a la par que ante algunas escenas todavía murmura y frente a algunas denuncias todavía disimula. Como cuando se advierte que, igual que la que da título a la obra, 'patria' es otra de esas palabras que todo aspirante a político debe incluir en sus discursos y pronunciarla con énfasis. Y ante el entusiasmo del nieto que se prepara para su debut delante del partido en el que quiere prosperar, el juez le argumenta que son palabras vacías que no significan nada. Ya serán los demás los que le den significado. Ni la efeméride, ni la decisión judicial, ni la obra teatral han alterado la conciencia de nuestro protagonista. Para él, el recuerdo es justamente aquello que el cerebro ya no le puede refrescar. Ni tan siquiera modificar o difuminar. La enfermedad le ha obligado a olvidar. Quizás porque, como dijo Borges, el olvido es la única venganza y el único perdón.

La soledad del político

Tres lustros se cumplieron el lunes de aquel día que Pasqual Maragall i Mira (Barcelona, 3-1-1941) pronunció la famosa frase del 3%. No se lo perdonaron. Ni los aludidos ni los propios. Fue en el Parlament en un tenso debate sobre las causas y responsabilidades del accidente en las obras del túnel del Carmel. Era la respuesta corta, afilada, contundente a una «desmesurada agresividad hacia mi persona», según dejó escrito en sus memorias ('Oda inacabada', La Magrana, 2008). Y añade: «Nadie quiso profundizar en la cuestión estrechamente ligada al tema nunca resuelto de la financiación de los partidos, más allá de atribuirme un error más. Ni mi partido me apoyó». Y remata: «Aquellos días constaté que la voluntad de un presidente de la Generalitat no es una palanca suficiente para hacer mover una Administración y un Gobierno cuando estos no comparten esta voluntad... La soledad es un severo inconveniente del político con responsabilidades de gobierno».

La casualidad ha querido que, por las mismas fechas, Artur Mas, el agraviado de entonces, también hable y se lamente en su libro ('Cap fred, cor calent', Columna) de la soledad en la que tuvo que tomar las decisiones más trascendentes de su vida política. Las que seguimos pagando todos. 

Memoria del escándalo del 3%

Pasqual Maragall no ha podido rememorar ni la frase ni el momento que abrieron una brecha en la política catalana. «‘Vostès tenen un problema. I es diu 3%’» ha resonado estos días como si de una vieja canción se tratara. Y ha sucedido unos días después de la pérdida de su esposa, a quien, como anotó en sus memorias cuando empezó a comprobar los estragos de la enfermedad, sabía que podía preguntarle si quería recordar algo en concreto y la lucecita interior ya no se le encendía. Tristemente y como dictó Neruda, es tan corto el amor como largo el olvido.