Conocidos y saludados

De Mr. Marshall a Mr. Hoffman

El organizador del Mobile World Congress ha cedido a algo mucho más letal que el coronavirus: el miedo

La alcaldesa de L¿Hospitalet, Núria Marin, besa a John Hoffman, en la rueda de prensa tras la cancelación del MWC

La alcaldesa de L¿Hospitalet, Núria Marin, besa a John Hoffman, en la rueda de prensa tras la cancelación del MWC / periodico

Josep Cuní

Josep Cuní

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«Yo también nací en el 53», cantaba Ana Belén antes del cambio de siglo. José María Aznar o Tony Blair podrían hacerle los coros por alusión aunque existe la duda razonable de que el primero se prestase. Los alumbró el mismo año que Fidel Castro intentó el asalto al cuartel Moncada en Santiago de Cuba, en lo que se ha entendido como el prolegómeno de la revolución que triunfaría años después. A diferencia de lo que dice la letra del tema de Víctor Manuel interpretado por su mujer, el régimen cubano sí que ha mirado permanentemente atrás y se ha convertido en sal.

Por aquel tiempo, el régimen de Franco cerraba dos importantes y trascendentales acuerdos: el concordato con la Santa Sede y el pacto de Madrid con Estados Unidos. Dos espaldarazos que auguraban larga vida a la dictadura y cerraban las pocas puertas que le quedaban a la oposición en el exilio. El palio y el dólar a cambio de imponer la moral, perseguir comunistas, redimir pecadores y ceder territorio para bases yanquis. Era la compensación al hecho de que el 'plan Marshall' para ayudar a la Europa occidental tras la segunda guerra mundial hubiera pasado de largo. Ante tanta frustración, Berlanga tiró de sarcasmo y emprendió el rodaje de la película que aún hoy es de culto y referencia.

«Americanos, os saludamos con alegría», cantaba Lolita Sevilla ante el paso raudo y veloz de unas tropas norteamericanas que no se detenían en 'Bienvenido Mister Marshall'. Algo parecido a lo que la ciudad de Barcelona entonó en el 2006 al convertirse en capital mundial del móvil. La diferencia es que esta vez sí que los americanos se quedaron. Y con ellos vino el resto del planeta hasta que un virus chino los asustó.

John Hoffman (Michigan, EEUU, 1957) ha sido el gran promotor a quien nuestras autoridades se han rendido. Ada Colau, sin más. La capacidad de liderazgo e iniciativa del responsable de GSMA ha sorteado los muchos obstáculos que este complejo país es capaz de cruzar en su propio camino. Ni las muchas protestas a las puertas de feria, ni las huelgas, ni el independentismo que tanta inestabilidad han creado han podido con un arquitecto de formación que construyó con solidez su gran invento decorado gracias a la fluidez de dinero público.

Este padre de cinco hijos con los que se comunicaba por mensajes de móvil porque decía que formaban parte de una generación que ya no escribiría ha sabido jugar sus cartas para interés de un sector tecnológico que ha cambiado tanto como ha contribuido a cambiar el mundo. Y ha podido observar de cerca cómo aquel afamado y admirado Mark Zuckerberg a quien invitaba como estrella digital nos ha ido mostrando su cara más oscura cuando ya ha dispuesto de todos nuestros secretos. ¡Qué casualidad que Facebook también se diera de baja del Mobile por el supuesto temor al contagio! No es descartable que, como tantas otras empresas, muchas más de las anunciadas, viera innecesario el viaje al tener ya nuestra vida en sus manos. El coronavirus fue la coartada.

Ante la expectación creada por la sospecha de cancelación y el revuelo generado por la decisión, Mr. Hoffman y las autoridades compartieron mesa de justificaciones. Disintieron de la magnitud del motivo y lo que ni para las administraciones ni para la OMS era de recibo porque el riesgo era irrisorio, para la organización se convirtió en causa de fuerza mayor. A pesar de esta discrepancia, todos se confabularon para pasar página rápidamente y mirar al futuro. Porque el optimismo siempre es mejor que la arrogancia y un conservador mejor que un asustado. Lema propio de quien no siempre lo ha practicado y que le permite pasar de puntillas sobre la parte pantanosa del terreno. Aquella que delata las incongruencias y ataca al sentido común. «No me pesa lo vivido, me mata la estupidez», sigue cantando Ana Belén.

El miedo, el virus más letal

La cancelación del Mobile World Congress ha centrado las miradas en quien ha sido su alma y su motor. John Hoffman ha cedido a un virus mucho más letal: el miedo. Ningún epidemiólogo entiende que se atribuya a la amenaza del coronavirus el carácter de fuerza mayor para anular un evento que deja al pairo un considerable volumen económico y laboral. A las puertas de su jubilación y con el recuerdo de su Moviola de 1985 se pregunta si esta vez no habrá llegado tarde a la posibilidad de aplicarse la máxima yanqui que revierte el estigma del fracaso en éxito. Él, que decía no conocer el concepto quiebra.