Que no pare la música

A pesar de todo, Extremoduro

El grupo de Robe Iniesta, que reaparece este año con una gira de reunión y despedida que le llevará dos noches al Parc del Fòrum, constituye un ejemplo de arraigo popular por encima de los prejuicios y del escaso apoyo mediático

Robe Iniesta (izquierda) e Iñaki Antón, en un concierto de Extremoduro en Can Zam, en el 2014

Robe Iniesta (izquierda) e Iñaki Antón, en un concierto de Extremoduro en Can Zam, en el 2014 / periodico

Jordi Bianciotto

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En la lista de géneros musicales rematadamente españoles, tanto como el flamenco y la copla, urge colocar al rock urbano, ese cruce de sonido metalero y punk regada con ‘kalimotxo’ y encaminado a exorcizar en comunidad los sinsabores que día a día nos suministra este valle de lágrimas. Caracterizado por un nihilismo de elefante no exento, a veces, de sentido del humor, este rock urbano lleva décadas moviendo público en grandes cantidades pese a que ocasiona toda clase de disgustos a los críticos musicales y emociona más bien poco a las secciones de cultura de los medios.

Pero de ahí sale una banda que tiene algo de prodigio, Extremoduro, esquiva y cafre como ella sola, ajena a toda idea de glamur, apegada a un estilo rockero de naturaleza primaria y cuyas letras mezclan figuras poéticas deudoras de Machado, Homero o Neruda con tremendas palabrotas, que, como dijo el otro día Quico Pi de la Serra en este diario, no son más que maneras distintas de combinar las letras.

Sí, Extremoduro, orgullo de Plasencia (Cáceres), es un grupo distinto, como lo demuestra que días atrás se agotaran de un plumazo todas las entradas (salvo un paquete de flecos que se pondrá a la venta en fecha indeterminada) de los conciertos de reunión y despedida que, tras cinco años de desbandada, realizarán en este 2020, entre ellos sendos bolos en el Parc del Fòrum, el 26 y 27 de junio. Más de 200.000 localidades en 24 horas. Ni Bruce Springsteen. Un regreso exprés con ultimátum que recuerda el que La Polla Records se marcó el año pasado, igual de rentable.

Gran clásico

Es la elevación a gran clásico de una banda que ha operado siempre a su manera, al margen de las autopistas promocionales, ganándose el respeto golpe a golpe y desplegando ingenio desde sus inicios, finales de los 80, cuando Robe Iniesta se las apañó para que sus simpatizantes se rascaran el bolsillo y pagaran ejemplares de su primera maqueta antes de que existiera. Sablazo bien resuelto o micromecenazgo ‘avant la lettre’ a razón de mil pesetas por el vale que acreditaba el pago, con la recompensa de ver el nombre escrito en la nota de agradecimientos.

Pero Extremoduro fue expresando un talento por encima de la media, con letras de una crudeza ocurrente y músicas que tomaron caminos asilvestrados, llevando aquel rock urbano hacia construcciones complejas y tortuosas. Con ellos funcionó la tesis de que cuando el artista es más él mismo, prescindiendo de concesiones, es cuando establece los vínculos más sólidos con el público. No siempre cuadra: a veces, es el preludio del gran tortazo. Pero así fue con ‘La ley innata’ (2008), su álbum más aventurado, con 45 minutos de música estructurada en largos movimientos y con un fondo narrativo audaz: el ser humano no se rige por lo aprendido en el sistema educativo sino por las leyes de la naturaleza, venía a decir. Fue su primer disco en alcanzar el número uno en ventas. Los insondables caminos de la comercialidad.

En paralelo, Iniesta se ha ganado una reputación de tipo íntegro, que solo habla con los medios cuando cree que tiene algo que decir y que no se apunta a un bombardeo por quedar bien en la foto o cumplir con la industria. Poeta del desvarío, entre sus fans están desde Albert Pla hasta Estopa, aunque los Muñoz todavía no lo conocen en persona porque la figura les impone y no se deciden a forzar el momento. Ellos son así.

Conocido el movedizo funcionamiento interno de Extremoduro, sus viejas adicciones y sus episodios de caos, es asombroso que haya llegado hasta aquí, elevado como grupo de culto y dispuesto a llevarse por delante este año un buen número de grandes recintos. La moraleja nos invita a revisar viejas cartas de navegación: hay artistas que llegan al público a pesar de los vacíos, los prejuicios, del viento en contra, y revirtiendo todo eso a su favor. Y cuando lo consiguen, lo disfrutan mucho más.

Vuelta a España en 12 conciertos

El regreso de Extremoduro, que inicialmente contemplaba la posibilidad de un disco con temas nuevos, ha terminado derivando en un adiós después de que, según ha declarado Robe Iniesta, los miembros del grupo constataran que la química entre ellos ya no era la misma. El cantante y guitarrista retomará en adelante su carrera en solitario, pero antes brindará una última oportunidad para ver a la banda: será a partir del 15 de mayo en València, gira que pasará por Murcia, Sevilla, Madrid, Santiago, Cáceres, Barcelona y Bilbao. Una docena de conciertos a los que podría añadirse alguno más en las próximas semanas.