Patio de butacas

Un novelista bloqueado en escena

Eduard Márquez subirá al escenario del Romea el lunes para explicar ante el público, a calzón quitado, por qué su novela no avanza, deslizando de paso algunas verdades sobre lo sucedido en Barcelona durante la Transición

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Olga Merino

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A nadie le importa un comino, un bledo o un pimiento choricero que un autor termine o no su novela. Las aspas del mundo seguirán girando con el libro o sin él pero, aun así, el bloqueo creativo, la parálisis de la escritura, puede derivar a veces en un estallido de lucidez. Me explico mejor: Eduard Márquez, novelista bloqueado (o eso dice él), subirá al escenario del Teatre Romea el próximo lunes, 20 de enero, para explicar ante el público, a calzón quitado, por qué su novela no avanza, deslizando de paso algunas verdades sobre lo sucedido en esta ciudad durante la Transición. 'One man show' y un solo día en cartel; o sea, el lunes o nada. La función es gratuita mediante reserva previa.

Fue hace cinco años cuando Márquez, escritor de trayectoria y profesor en la Escuela de Escritura del Ateneu Barcelonès, decidió embarcarse en el megaproyecto de novelar la Barcelona de los 70, la horquilla que abarca desde el asalto al rectorado de la Universitat de Barcelona, el 17 de enero de 1969 –un grupo de estudiantes arrojó el busto de Franco por la ventana– hasta la llegada al poder de Jordi Pujol, en las autonómicas de 1980. ¡Menuda faena! Un deslome de picapedrero. La paciencia de reconstruir Notre Dame con palillos y pegamento Imedio. Una empresa digna de un Dickens bien musculado.

La década prodigiosa de los 70

Precisamente, Márquez encabeza la novela que lleva entre manos con una cita del escritor inglés, en concreto el arranque de 'Historia de dos ciudades': «[…] era la época de la luz, era la época de las tinieblas, era la primavera de la esperanza, era el invierno de la desesperación, lo teníamos todo, no teníamos nada». Porque, en efecto, así era Barcelona durante la década prodigiosa de los 70, un hervidero coral de sueños individuales y aspiraciones colectivas. Las huelgas obreras; la pelea en los barrios por conseguir un ambulatorio; la ejecución de Puig Antich; los derechos de los homosexuales, con Ocaña y Nazario en la Rambla; la Nova Cançó y las noches en Canet; las 'manis' del 'jo també sóc adúltera'; los estragos de la droga; la ultraderecha haciendo de las suyas… Sí, Eduard Márquez ha conocido a lo mejorcito de cada casa.

Centenares de entrevistas, centenares de ensayos leídos sobre la materia, días y días en archivos y hemerotecas –pilas de documentación devoran los estantes y el suelo de su estudio–, un esfuerzo enorme durante un lustro y, sin embargo, el libro permanece atorado en un callejón sin salida. Un buen día, tomando un café, mientras le contaba sus cuitas al director de la Fundació Romea, prendió la llama de una posibilidad: «¿Y si lo explicas?, ¿por qué no compartes tu proceso con el público?», le propuso Fèlix Riera. Así nació la acción artística del lunes, que se titula 'Potser (o sobre el bloqueig d’una novel·la)'. ¿Podrá la performance desatascar el asunto? Tal vez, quizá.

Pero, atención, ¿se trata de un monólogo onanista? ¿O es la jeremiada de un escritor quejica que no puede escribir? Pues, no. Parece que Márquez pretende reivindicar la dignidad del trabajo bien hecho. Problemas técnicos aparte –la escritura tiene mucho de carpintería, de corte y confección sistema Martí–, lo que atenaza al escritor es un dilema de índole emocional con calado ético. ¿Cómo digerir la marabunta que le ha caído encima? Se siente depositario de un montón de vidas, las de las personas que le han confesado sus vivencias más íntimas en aquellos años. ¿Y hasta qué punto es legítimo ficcionalizar con ese regalo? «No quiero vender cruasanes malos, y a veces el rigor profesional te lleva al silencio», razona Márquez. Pues de eso va el asunto, de repostería fina, de fermentación lenta y masa madre, de reflexionar, además, sobre una época a la que se pasó página demasiado rápido. La página del desencanto o del acomodamiento.

Los lunes son de la fundación

«El bloqueo se ha convertido en un estado del hombre contemporáneo», reflexiona Fèlix Riera, director de la Fundació Romea per a les Arts Escèniques, sobre el montaje de Eduard Márquez. «Y el escenario puede convertirse en un exorcismo liberador de miedos». La fundación programa espectáculos puntuales y conferencias que vinculan el teatro con otras disciplinas artísticas los lunes, el día en que no hay función regular. El hecho de que sean sesiones únicas aquilata su valor, como el de las acciones que han protagonizado recientemente el coreógrafo Cesc Gelabert y el cineasta Albert Serra.   del tex