Patio de butacas
Picasso en Consell de Cent
La sala Joan Gaspar regresa a la calle donde estaba la galería histórica con una exposición sobre el pintor malagueño
Suena el corcho de una botella de cava. Pop. Así, como en sordina, porque el patio cultural no está para alborozos, pero la reapertura de una galería en Consell de Cent, epicentro de la pomada artística antes de la diáspora, constituye al menos un motivo de alegría. Hablamos de la sala Joan Gaspar, recién regresada a la (casi) icónica calle con nada menos que una exposición de Picasso, una treintena de obras entre aguafuertes, litografías, grabados a punta seca, linóleos y alguna cerámica.
El linaje de los 'gaspares', como los bautizó Picasso, constituye una de las grandes dinastías de marchantes que ha dado el país. Uno de los herederos de la estirpe, Joan Gaspar Farreras (Barcelona, 1941), ha querido festejar el regreso al número 284 de Consell de Cent, a un almacén situado justo enfrente de donde estaba la galería histórica, con una muestra en homenaje a su padre, Joan Gaspar Paronella, y a Jaume Sabartés, amigo y secretario personal de Picasso. Ambos visitaron al genio en Cannes en 1955, y de aquel encuentro brotó una relación que permitió bastantes exposiciones en Barcelona del autor del 'Guernica', entre ellas una apoteósica en noviembre de 1960: tanta gente pasó por la Sala Gaspar que se hundió el parqué, y hubo que colocar a una pareja de municipales en la puerta para mantener el orden. El estrecho vínculo con el pintor permite ahora esta muestra titulada a secas 'Picasso', que incluye tanto obras invendibles, por cuanto pertenecen al fondo de la galería –alegra el corazón por su frescura la litografía 'Françoise [Gilot] aux cheveux ondulés', de 1946–, como piezas a precios digamos muy interesantes para bolsillos despreocupados.
Fue en 1909 cuando el patriarca de la saga, Joan Gaspar Xalabarder, fundó la mítica Sala Gaspar, una aventura a la que se puso fin en 1996; a partir de entonces, la familia de los 'gaspares' continuó con diversos proyectos artísticos, y Joan Gaspar abrió la galería que lleva su nombre en la plaza de Letamendi; ahora ha vuelto a los orígenes. El traslado a Consell de Cent responde a la voluntad de recortar gastos y de que se animen las ventas en pleno cogollo turístico, porque el sector no está como para tirar cohetes –ni la crisis económica ni el ‘procés’ han ayudado–, y cada galerista tira del carro como puede, en el caso de Gaspar con la búsqueda de nuevos nichos de mercado en India y Turquía.
Bajas y traslados
Ay, Consell de Cent, quién la ha visto y quién la ve. Aun cuando el tramo desde paseo de Gràcia hasta Balmes conserva todavía un buen puñado de galerías prestigiosas, un cóctel letal, que empezó a combinarse hace unos ocho años, ha acabado por transformar su pellejo de forma radical: en síntesis, las tiendas de trapos han sustituido a las de cuadros. En el maleficio se confabularon el ladrillazo y sus consecuencias, la mengua de coleccionistas, la presión fiscal sobre estos y el desquiciamiento de los alquileres. Senda, por ejemplo, tuvo que buscar un precio más asequible en la calle de Trafalgar, mientras que Carles Taché se mudó a la calle de Mèxic (el local que dejó anuncia ahora la apertura de un Ametller; brócoli, lechugas de proximidad y tal). En la desbandada, otras salas cerraron las puertas definitivamente, como la René Metras. Y hasta la discoteca Trauma, templo del carrocismo ochentero, se largó a la Vila Olímpica (en este caso, el motivo es otro).
También la galería Joan Prats, situada en Rambla de Catalunya, tocando con Consell de Cent, tuvo que levantar el vuelo en el 2014 después de que les subieran el alquiler casi 10 veces, y desde entonces diversas tiendas de ropa se han ido sucediendo en el local, diseñado por el arquitecto Josep Lluís Sert. Por cierto, el alma de esta galería, <strong>Joan de Muga</strong>, falleció el primer día del año. Aunque ya no estaba en activo, su desaparición supone una gran pérdida para la memoria artística de la ciudad.
Sardinas y champán
La relación entre la familia Gaspar y el artista malagueño propició la creación en Barcelona del Museo Picasso, que para obtener el aval del franquismo tuvo que inaugurarse, en 1963, bajo el nombre de Palacio Berenguer de Aguilar-Colección Jaume Sabartés. En una ocasión, Joan Gaspar acompañó a su padre a Mougins a visitar al genio y compartieron en Chez Félix, en el puerto viejo de Antibes, un almuerzo muy picassiano: sardinas a la brasa con champán. A la hora de pagar, el dueño del local le tendió un papel a Picasso para que le hiciera un dibujo. «Qué te crees, ¿que quiero comprarte el restaurante?», le soltó entre risas el pintor sacando la billetera.
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