muy seriemente

Hay un vampiro en mi sopa

La persistencia de Drácula y todas su derivadas en el cine y, ahora en las series es, tal vez, una advertencia, el advenimiento del capitalismo feudal o, peor aún, del "palurdismo universal"

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Carles Cols

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En este decimotercer capítulo de ‘muy seriemente’ se menospreciará groseramente el sistema educativo español (habrán oído alguna vez eso de que estamos ante la generación más preparada de la historia, sin que a quien lo dice, a lo mejor porque es un actor del método, se le escape la risa) y por el mismo precio se apuntará una sospecha, el advenimiento del capitalismo feudal, dos palabras que, juntas, dan más miedo que el vudú. Todo esto tiene un motivo, un punto de partida. En este caso, una notificación de Netflix. Se supone que su algoritmo, inteligencia artificial o como narices se llame conoce nuestros gustos más que nuestras parejas. Insistió en que ‘V Wars’ iba a ser mi próxima adicción. Idéntico mensaje apareció en las pantallas de varios conocidos. Parecía lógico darle una oportunidad. Creo que fue el crítico Alexander Wollcott quien tras el estreno de una obra teatral llenó su columna semanal en la prensa con una simple enumeración del reparto de la obra, fecha, hora y lugar de la representación, tal vez hasta el precio de la entrada y, solo al final, una única palabra. “Lástima”.

La culpa es de Netflix y su inteligencia artificial, que insistió con avisos redundantes en que 'V Wars' sería mi próxima adición seriófila

‘V Wars’ se merecería aquí un Woolcott. Tal vez incluso una crítica más corta . “¿Y...?”. Es esta la enésima y laudánica aproximación al género vampírico, un eje argumental que ocasionalmente da grandes sorpresones, sobre todo en la gran pantalla. Lo fácil es recordar aquí los mayúsculos éxitos de la versión sueca de ‘Déjame entrar’ o la sofisticada aproximación al género que en el 2013 hizo Jim Jarmusch con ‘Solo los amantes sobreviven’, pero la mejor derivada reciente del personaje que en 1897 alumbró Bram Stoker tal vez sea la neozelandesa ‘Lo que hacemos en las sombras’, un falso e hilarante documental que merece la pena buscar en Filmin. Es una maravilla. Hay una versión serializada en HBO, pero tiene los colmillos más cortos. Al lado de estas producciones, el estreno de ‘V Wars’ debe tener un significado oculto que a lo mejor requiere teorías alocadas. A ello vamos.

El protagonista es el guapo Ian Somerhalder. El público adolescente le recordará de ‘Crónicas vampíricas’. Interpretaba al malote Damon Salvatore. ‘V Wars’ se supone que va dirigida a ese mismo público después de que hayan soplado unas cuantas velas desde entonces. Somerhalder, sin que esto sea un inaceptable ‘spoiler’, ejerce esta vez de cazavampiros. Pues vaya. En realidad, sobre la serie no hay mucho más que contar. El novelista y guionista Jim Thompson sostenía que hay 32 maneras de escribir una historia y presumía de haberlas usado todas, pero apostillaba: “Aunque solo hay una trama: las cosas no son como parecen”. En ‘V Wars’, ni siquiera eso. Las cosas son como parecen. La nada. Cuál es, entonces, la razón de su estreno.

La 'selectividad'
que pasó Bram Stoker para ingresar en el Trinity College dejaría sin habla a la llamada 'generación Netflix'

Vengan un momento hasta 1864. Stoker se presenta al examen de acceso al Trinity Colllege de Dublín, que nos es ni Oxford ni Cambridge, pero es igual de exigente. Para poder matricularse, el que después será el padre de Drácula tiene que someterse a unas pruebas de escritura inglesa, aritmética, álgebra, historia e geografía moderna y demostrar sus conocimientos de latín y griego con la lectura, a elegir por él, de la ‘Ilíada’ de Homero, ‘Orestes’ de Eurípides, ‘Antígona’ de Sófocles, la ‘Apología de Sócrates’ de Platón, la ‘Eneida’ de Virgilio y algunos clásicos más. Viajemos ahora a 1919. Antes de cumplir 18, el Jim Thompson antes citado, guiado por su abuelo, había leído ya a los griegos, el Quijote, a Karl Marx, a Sigmund Freud y, no menos importante, a Jonathan Swift. Ese mantra de que convivimos con la generación más preparada de la historia es un engaño cuya prueba del nueve tal vez sea el estreno y se supone que éxito de audiencia de ‘V Wars’. Flaubert, al morir, dejó una obra inacabada en la que uno de sus dos protagonistas, Pécuchet, desencantado con el progreso, pronosticaba que en el futuro reinaría el "palurdismo universal". Ojalá se equivocara.

La razón por la que el vampirismo gusta no está clara. ¿Por su sexualidad? Ya no cuela. A lo mejor algo queda de lo que en su origen fue, es decir, una estupenda metáfora de la tensión social que se vivió en lo que a todas luces era un cambio de época. Stoker (se aconseja aquí la lectura de su reciente biografía, ‘Algo en la sangre’, de David J. Skal) nació en el mismo año en que Thomas Alba Edison y Alexander Graham Bell, vamos, dos tipos que iban a cambiar el mundo mucho más que iconos del presente, como Steve Jobs o Tim Berners-LeeDrácula era el conde que representaba un pasado casi feudal en pleno ocaso y Van Helsing la victoria de la ciencia sobre la superstición. La nueva era industrial que amanecía en el horizonte parecía prometedora. Más justa, incluso. Hoy, en verdad, hay lo que hay. La nueva nobleza mundial, aunque sin escudo de armas pero con fortunas multimillonarias, gobierna el mundo con formas cada vez más feudales. Drácula vive, aunque la juventud más preparada de la historia no haya leído la novela y no se dé cuenta de ello.

El 'Demeter' atraca en Netflix

<span style="font-size: 1.6rem; line-height: 2.6rem;">Con el 2020 aún en pañales, Netflix tiene previsto el estreno de una nueva versión de ‘Drácula’. Será, eso dicen, el 4 de enero. Llega con una carta de recomendación nada despreciable. Lleva el marchamo de la BBC. <strong>Steven Moffat</strong> y <strong>Mark Gatiss</strong>, creadores de ‘Sherlock’, versión contemporánea del vecino más ilustre del 221B de Baker Street, se han embarcado esta vez en el ‘Demeter’, es decir, centran la cortísima primera temporada de esta nueva serie en el viaje del conde desde su Transilvania natal hasta Londres.</span>