muy seriemente

Una noche con el remanente culpable catalán

En un preocupante caso de pareidolia seriófila, 'Leftovers', obra maestra, le recuerda a uno, ¡ay!, el omnipresente 'procés', pues hasta comparten fechas simbólicas, el 14 de octubre, día de la partida, día de la sentencia

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Carles Cols

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Antes de sacar los pies del tiesto de la moderación, tal vez sea conveniente repescar una inmejorable cita de Joannes Brahms, polemista incorregible, además de estupendo músico. Parece que era el Albert Soler Bufí del romanticismo musical. Lo dijo tras pelearse con todo el mundo vayan ustedes a saber por qué. “Si me he olvidado de insultar a alguien, le pido disculpas”. Tan soberbia declaración de principios ya se utilizó, por si acaso, en la primera crónica contracorriente de todas aquellas que este diario publicó bajo el epígrafe de ‘Voto particular’ durante el juicio del ‘procés’. Como el tema es el mismo, pues se repite y ya está. Disculpen todos ustedes.

De la efervescencia tras la sentencia queda solo un poso en el lugar más inesperado del mapa 'indepe' catalán, en la Meridiana

La cuestión es que Marc, buen tipo y responsable de que Barcelona no sea una sosería culturalmente, me invitó a visitar (o participar, no me quedó claro) los atardeceres de la Meridiana, ya saben esas protestas ‘indepes’ que ininterrumpidamente desde que se dio a conocer la sentencia contra los líderes 'processistes' cortan el tráfico en esta puerta de la ciudad. El éxito es dispar. A veces la policía lo impide. La insistencia nadie la pone en duda. Otras protestas que se presentaron en público con mayor ruido se desfondaron como corredores de los 100 metros en una carrera de larga distancia. Los de la Meridiana, no. Son el remanente culpable, expresión raruna, pero que no resultará extraña a esa legión de seriófilos que un día se sumergieron en ‘Leftovers’ (HBO) y tras tres temporadas emergieron con ganas de viajar a Australia para, como diría Bradbury, “contemplar el fin de la eternidad”.

‘Leftovers’ (traducido, las sobras) podría haber sido perfectamente un nombre alternativo de ‘muy seriemente’, epígrafe de esta sección, un sincero homenaje a lo que es, sin duda, un ochomil de las series. Les cuento sin revelar nada sustancial. En el minuto uno del primer capítulo se ponen todas las cartas sobre la mesa. El 2% de la población mundial, ¡puf!, así, sin más, desaparece. Sencillamente, se desvanece. El hilo argumental no persigue una explicación. Solo retrata el dolor colectivo e individual que sucede tras una tragedia de estas dimensiones. La banda sonora de Max Richter suena como un réquiem que encoge el corazón.

'Leftovers' tal vez no sea una serie para almas de cántaro, pero sin duda un ochomil en la cordillera de HBO

Algunos de los protagonistas (excepcionales están Justin TherouxCarrie Coon, y, también, Margaret Qualley, que por algo Tarantino le reservó en papel en su última película) tratan de sobrellevar el desconsuelo, pasar página, que es lo que las sociedades hacen varias veces cada siglo, cuando no es por una guerra, por una epidemia o por una crisis económica de aúpa, pero otros (magníficas Liv Tyler y Ann Dowd) creen que el olvido es una traición. Son el remanente culpable, siempre vestidos de blanco. Son los de la Meridiana, de riguroso detalle amarillo. Y, paradojas de la vida, el ‘día de la partida’, ese momento inicial de ‘Leftovers’, es un 14 de octubre, el día de la sentencia en Catalunya. A veces, las casualidades son la repanocha.

La cuadrilla del remanente culpable no pelea por el retorno de los desaparecidos, de igual modo que Marc y el resto de sus colegas de los cortes de tráfico saben que sus protestas no anularán ninguna sentencia y, mucho menos aún, alborearán una república catalana pasado mañana. Hay más coincidencias. A unos y otros, por decirlo suave, sus convecinos no les ríen la gracia. Por decirlo gordo, les insultan. Fue un acierto, en dos visitas discretas realizadas la semana pasada a la Meridiana, no haber ido acompañado de menores, para que así no conozcan a fondo los límites posibles de la palabra soez. Lo que allí sucede desde el día de la sentencia es una ‘reductio ad absurdum’ del ‘procés’.

Posdata. Richard Dawkins, especialista en desnudar las religiones y otras creencias colectivas, explica en ‘El espejismo de Dios’ que el cerebro humano está programado para ver rostros humanos ahí donde no los hay. Las apariciones marianas, dice, no son más que derivadas de ese ‘software’. Parece que eso hasta tiene un nombre científico, pareidolia. Habrá que ir buscando otro para ese trastorno que consiste en ver la cara del ‘procés’ en todas partes, incluso en ‘Leftovers’.

La libertad, en venta

Aburrre decirlo, pero<strong> la realidad devora la ficción como Cronos a sus churumbeles</strong>. Que HBO tenga su tienda en la Sexta Avenida de Nueva York no le hace sombra al pequeño establecimiento que el próximo 13 de diciembre tiene previsto abrir en la calle del Pi de Barcelona, House of Catalonia, que pretende proveer a la militancia ‘indepe’ de todo cuanto buen ‘processista’ necesita para su quehacer cotidiano. Habrá de todo. Anuncian camisetas de hermandad entre las causas hongkonesa y catalana. Incluso las hay de exaltación de la batalla de Urquinaona. No parece que haya ninguna alusiva a los ‘meridianos’. Nada que objetar. Lo sorprendente es el lema del negocio. ‘La botiga de la llibertat’. Que supere eso HBO.