NO SOLO FÚTBOL

Un millón por cortarle el meñique

El presidente de la RFEF, Luis Rubiales (izquierda), saluda al príncipe saudí Abdulaziz bin Turki Alfaisal, en Madrid el lunes pasado

El presidente de la RFEF, Luis Rubiales (izquierda), saluda al príncipe saudí Abdulaziz bin Turki Alfaisal, en Madrid el lunes pasado / periodico

Josep Martí Blanch

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Le ofrezco un millón de euros por su dedo meñique. No tenga reparos. La amputación se llevará a cabo en las mejores condiciones de salubridad. Es poca pérdida y podrá seguir escribiendo mensajes de wasap, comer muslos de pollo con las manos y manejar los palillos del sushi-sashimi. Adiós a la hipoteca, a los plazos de los implantes dentales y a esperar a las rebajas para volver a vestirse como una persona. ¿Trato?

Usted, como lector de periódicos, es persona cabal y no aceptará mi oferta. No se apure, no podría pagarle, que el periodismo no da para coleccionar falanges ajenas. Pero confiese que por un momento se ha imaginado con un dedo menos y un millón más y le ha parecido una asunto razonable. No se apure ni se juzgue severamente por ello. He preguntado lo mismo en Twitter, el santuario de la inteligencia que refunfuña, y la mitad de los pajaritos han respondido que por dónde hay que pasar a cobrar.

Imaginemos ahora a Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Fútbol, sentado ante un jeque saudí ataviado con un blanquísimo 'thawb' hasta los pies y el clásico mantel de pizzería italiana de cuadraditos rojos y blancos con el que esos príncipes se cubren la cabeza. Añadamos al outfit un maletín con 120 millones de euros presto a cambiar de mano con la condición de que el español se avenga a organizar tres años un torneo menor como la Supercopa de España en Arabia Saudí

Derechos o maletín

 ¿Y los derechos de las mujeres, esclavos, homosexuales, ateos y demás gente con dos piernas? ¿Y la memoria del periodista Jamal Khashoggi, descuartizado salvajemente por sicarios supuestamente enviados por el mismísimo príncipe heredero a la embajada saudí en Turquía? Ahí están las preguntas. También el maletín. Tic-Tac. Tic-Tac. Tic-Tac. Rubiales responde: «¡El maletín! La supercopa no es más que el meñique de los torneos».

Juzguémosle sumariamente: a la hoguera con Rubiales. Por amoral, indigno y pesetero. En el mundo de lo absoluto el presidente de la RFEF es la mezquindad orinándose en los derechos de las mujeres, los esclavos, los gais, los ateos y en la memoria de Khashoggi. Pero lo absoluto solo es literatura. ¿Qué hacemos con su meñique, lector? ¿Y si salvamos a Rubiales? Demos por bueno que ese dinero ayudará al fútbol femenino español y a los equipos de categorías inferiores. Dejémonos convencer de que la mejor manera de favorecer el respeto a los derechos humanos es hacer negocios con los que miccionan encima de ellos. ¿Acaso los gobiernos no defienden la venta de armas a los criminales para mantener la nómina de los trabajadores que las fabrican? ¿No andan los reyes constitucionales encajando manos y riendo gracias a los tiranos para conseguir contratos de infraestructuras para sus súbditos más notables? Subastados índices y pulgares, ¿vamos a escandalizarnos por un miserable meñique que solo usamos para escarbar en las orejas?

Lo sustantivo, aun con todo el revuelo, es que en el fondo lo de los saudís no es más que una segunda derivada. Cuando uno se afana en ejercer la prostitución no tiene mucho sentido hacerles ascos a los clientes. Y que el puterío es el amo y señor del asunto del fútbol no es cosa que pueda discutirse. Se vendieron las camisetas y se comercializaron los nombres de los campos y los horarios de los partidos como ahora se despachan competiciones y algún día los escudos. Los aficionados seguimos enamorados, pero sabemos que el cariño que recibimos de vuelta se sirve a granel en la barra del burdel. Y en el lupanar no manda la bondad, ni la inteligencia, ni los abdominales; mandan la cartera y los billetes.

El fútbol se juega con los pies, así que sus mandatarios pueden subastar no solo meñiques, sino también anulares, corazones, índices y pulgares. Solo que habrá ir pensando, para cuando nos quedemos sin manos, cómo diantres haremos para seguir aplaudiendo.  

Solo duele la primera vez

Los <strong>italianos fueron los primeros</strong> en mudar su Supercopa a Arabia Saudí. También en el país transalpino <strong>la decisión causó revuelo</strong>, sobre todo porque las mujeres solo podían acceder al partido acompañadas por un hombre y a las zonas del estadio con menor visibilidad. Ese <strong>Juventus-Milán</strong>, se ganó el apodo del «partido del asco» entre los italianos. Pero a pesar del revuelo, la final de este año, <strong>Juventus-Lazio</strong>, volverá al país del petróleo. La polémica es menor a pesar del <strong>llamamiento de Amnistía Internaciona</strong>l a ambos equipos para que no jueguen el partido. Como con otras tantas cosas, lo que se dice doler, solo la primera vez.