Patio de butacas

El 'botticelli' de Cambó, en casa

El 'Retrato de Michele Marullo Tarcaniota' regresa a Barcelona tras una escapada a Londres en busca de vendedor

Dos personas sostienen el cuadro de Botticelli 'Retrato de Michele Marullo Tarcaniota'

Dos personas sostienen el cuadro de Botticelli 'Retrato de Michele Marullo Tarcaniota' / periodico

Olga Merino

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Como sugiere el dicho ‘roda el món i torna al Born’, el famoso cuadro de la familia Guardans Cambó, el 'Retrato de Michele Marullo Tarcaniota', un soldado y humanista pintado por Sandro Botticelli hacia 1491, ha regresado a casa después de una breve escapada a Londres en busca de novio. Ahora mismo se encuentra en un almacén especializado en obras de arte, y aun cuando al parecer ha recibido «ofertas serias» de compra, las partes implicadas prefieren guardar silencio. La vuelta, por cierto, viene al pelo para hacer un par de precisiones; a saber: el 'botticelli' en cuestión lleva 30 años en venta. Y dos: el lienzo nunca ha entrado en subastas.

El retrato, eso sí, viajó a la capital británica a principios de octubre para participar en la feria Frieze Masters y, concluida esta, reposó unas semanas en la galería Trinity Fine Art, situada en Old Bond Street, la misma calle donde está Sotheby’s y a la cual el Monopoly londinense dedica una de las casillas más caras del juego. El propietario de la sala, el italiano Carlo Orsi, valoró el cuadro en unos 30 millones de dólares, si bien el Ministerio de Cultura calculó su valor en 60 millones de euros cuando expidió una garantía para su exhibición en el Museo del Prado (ojo, que el dato está en el BOE).

Catorce legatarios

A todo esto, el galerista angloitaliano confesó a 'The New York Times' que un miembro de la familia propietaria se había puesto en contacto con él, hará cosa de un año, para sondear las posibilidades de venderlo. Son 14 los legatarios, 14 los nietos de Francesc Cambó (1876–1947), y no es cuestión de tijeretear el lienzo, de 51 por 37 centímetros, en otros tantos trozos iguales. Heredar un Bentley o un ático en el Putxet habría supuesto menos quebraderos de cabeza que una joya del renacimiento italiano.

Declarado bien de interés cultural (BIC) en 1988, cuando todavía era ministro de Cultura Jorge Semprún, el retrato de Marullo, de ser vendido, no puede salir de España. Y sus excursiones son siempre temporales, así que al expirar su pasaporte, el pasado 15 de octubre, ha tenido que volver al redil. Si el cuadro cruza fronteras con relativa normalidad –estuvo expuesto en el Metropolitan de Nueva York y en la Galería de los Uffizi, en Florencia–, ¿a qué se debe, entonces, el revuelo? Pues porque vivimos a golpe de Twitter y este 'botticelli' es más raro que un marciano con pelo, una anomalía en el mercado del arte, puesto que obras de este calibre solo pueden contemplarse en grandes museos del mundo. El lienzo permaneció en un salón de la Casa Cambó, en la Via Laietana, hasta que el edificio se transformó en el 2006 en el hotel de lujo Grand Central.

La polvareda obligó al titular de Cultura en funciones, José Guirao, a salir a los medios diciendo que el ministerio ni está ni se le espera y que, en cualquier caso, el emplazamiento ideal para la obra sería el Museo Nacional d’Art de Catalunya (MNAC). El director de esta institución, Pepe Serra, prefiere mantenerse al margen. ¿Treinta? ¿Sesenta millones? «En este mercado no podemos ni poner el pie –dice– y, además, la lista de prioridades del museo es infinita»; más ahora, cuando les han metido un tajo en el presupuesto de casi un millón de euros. La Generalitat de Torra no ha dicho ni mu.

Mientras el asunto permanece en el limbo, resulta una delicia ojear el 'Dietari 1941–1946', de Cambó, donde cuenta que adquirió el cuadro en 1927 de manos del alemán Eduard Simon, un empresario del sector algodonero, judío y riquísimo, que se pilló los dedos jugando en la bolsa a futuros. La operación se hizo en Zúrich, en la sede de Crédit Suisse. Mientras el político conservador y catalanista engrosaba su colección de arte en el Berlín de entreguerras, un «‘ximple’» (sic) llamado Hitler –en palabras de Cambó– llenaba estadios con sus discursos extravagantes, pero nadie hacía caso: «‘No era més que un grillat inofensiu!’» Para tomar nota.

Un pretexto para visitar el MNAC

Según los estudios de Borja de Riquer, Francesc Cambó pagó 1.200.000 pesetas en los años 20 por el retrato de Marullo. A los ricos, sin embargo, no les gusta hablar de dinero, y en su dietario el político confiesa que se enojó muchísimo cuando se filtró a la prensa el precio de los tres ‘panneaux’ de Botticelli que donó al del Prado en 1941. En su afán por dotar al país de una pinacoteca de altos vuelos, reunió una fabulosa colección de arte entre 1927 y 1936 cuyo grueso, <strong>el ‘legado Cambó’, se encuentra en el MNAC</strong>: 48 piezas exquisitas. <strong>Tintoretto, Tiepolo, El Greco, Zurbarán, Goya, Lucas Cranach el Viejo</strong> y <strong>Rubens</strong>, entre otros.