Sita Abellán: "En Murcia me tomaban por loca"

La revista 'Forbes' la ha coronado como una de las 'influencers' planetarias del 2019

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Núria Navarro

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Madonna sube sus 'stories', J Balvin –top 3 en España– se pone la ropa que ella dice y entre sus 681.000 seguidores en Instagram están RihannaKim Kardashian y Katy PerrySita Abellán (Murcia, 1993), modelo, 'disc jockey' y diseñadora de joyas que reside en Londres, ha entrado en la pole de las 'influencers' globales por imperativo de la revista 'Forbes'.

–¿La llamó el Sr. Forbes?

–[Ríe] Me enteré por el chat familiar. Mi madre, que busca todo lo mío en internet, vio la noticia y la colgó.

–¿Contenta?

–Mucho. Aunque no me gusta el término 'influencer'.

–Calle y disfrute, mujer.

–Yo solo me expreso con libertad, hago lo que me apasiona y, si eso ayuda a otros a luchar por lo que sueñan, fenomenal. Quizá lo inspirador sea que haya hecho cosas viniendo de Murcia, ¿no?

–¿Quién era María Abellán del Rey antes de ser Sita?

–En Murcia me tomaban por loca. A los 12 años me criticaban –"mira cómo sale a la calle", decían– y no querían tener relación conmigo. No paraba de preguntarme: "¿Quién soy?", "¿qué hago yo aquí?", "¿por qué la gente no me entiende?".

–¿Se los ha vuelto a encontrar?

–Cuando vuelvo a casa de mis padres y los veo, casi me dan pena.

–¿Y vuelve mucho?

–Menos de lo que necesito. Echo de menos a la familia, las migas y las huevas, el sol, ir a la Fuensanta. 

"Rihanna y Kim [Kardashian]
ven que soy real. 
Nunca he comprometido mi forma de ser por conseguir nada"

–Bueno, ahora tiene amigas como Kim Kardashian y Rihanna.

–Son inteligentes y espiritualmente muy poderosas. Rihanna me vio en Instagram, me llamó para el videoclip de Bitch better have my money y, al conocerla, vi que era una luchadora, igual que Kim.

–¿Qué cree que ven en usted?

–Seguramente que soy muy real. En el mundo de la moda es todo un poco falso y yo nunca he comprometido mi forma de ser por conseguir nada o estar en un determinado círculo. Soy yo todo el rato.

–Rosalía también es su colega.

–¡Es lo más! La conocí hace tres años en París. Es una niña superbuena. Cada vez que nos vemos, me pongo a llorar de la emoción.

–¿Ella le copió el lujo de gueto?

–Nos inspiramos unas a otras.

–En ese olimpo de 'celebrities', ¿ha vivido algún momento glorioso?

–No soy mitómana. Mi 'momento guau' fue cuando fui a Arabia Saudí con 'Vogue Italia' y me llamaron para pinchar en una fiesta solo de mujeres. Fui la primera mujer 'disck jockey' en el país.

–Es tecnocapitalista, dice.

–Suena a paradoja. Utilizo las tecnologías, pero sé muy bien quién soy y de dónde vengo. Distingo la vida real de la virtual.

–¿Y cómo le dio por la moda (radical)?

–Mi madre y mi abuela son mujeres superestilosas. Son mi inspiración. A los 4 años ya me empeñé en que mi cuidadora me reservara unas botas con osos en una zapatería. Mi madre me las compró y se ve que no me las sacaba para nada.

–Precoz.

–Siempre me interesó la ropa. Estuve a punto de estudiar Medicina, porque soy empática y me gusta ayudar a la gente, pero acabé haciendo Publicidad en la Universidad Católica de Murcia.

–¿Religiosa?

–Mi familia lo es, pero yo solo siento que hay una fuerza mayor allá arriba.

–¿Quién es su dios en la Tierra?

–Alexander McQueen, que en paz descanse. También me gustan John Galliano y Thierry Mugler.

–¿En qué diría que es clásica?

–En mi mentalidad. Mi grupo de amigos son todos más mayores que yo y soy la más responsable. No soporto la falta de respeto, la mala educación ni la mentira. Aunque soy poco afectiva, soy muy transparente, muy pura.

"No compro
casi nada nuevo.
 Acudo al vintage, al mercadillo, a la segunda mano"

–En las fotos de Instagram sale con cara de malota.

–Me sale así. La gente piensa que soy una cabrona, pero soy de lo más sonriente.

–¿Qué tres cosas hay que hacer para tener su 'punch'?

–Llevar el pelo azul, las uñas muy largas y ropa y gafas atrevidas.

–No lo pone fácil. Debe de tener un armario XXL.

–En Londres tengo una habitación entera, aunque ahí está solo la mitad de mi ropa. La otra mitad está en cajas.  

–¿Es consciente de que la industria de la moda es la segunda más contaminante?

–No compro casi nada nuevo. Acudo al vintage, al mercadillo, a la segunda mano. Todavía uso pantalones que le cogí a mi madre del armario. Siempre he sido así. Cuando no tenía dinero, compraba prendas de 1 o 2 euros y hacía que parecieran otra cosa. La transformación tiene que ver con uno mismo.