muy seriemente

¿La media naranja de Rivera?

Como un Guadiana reaparece Winston Churchill en 'Peaky Blinders' ahora que la quinta temporada entra de lleno en la Cámara de los Comunes, pero de la política española, ¡ay!, nunca sale

serie peaky blinders

serie peaky blinders / periodico

Carles Cols

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Juan Ruiz Sierra, colega de la redacción de Madrid, se le quedó en blanco una cita que tenía pendiente y sin fecha con Alfredo Pérez Rubalcaba, químico, encantador de serpientes, eficaz vendedor de alfombras voladoras y, pese a todo, un político de los que se puede afirmar sin ningún género de dudas que se vestía por los pies. Falleció inesperadamente el pasado mayo, así que no fue posible llevar a buen puerto aquella idea que consistía en dialogar a fondo sobre una serie con gente notable harta de que le pregunten siempre por las mismas cosas. Pérez Rubalcaba había elegido ya la serie. ‘Peaky Blinders’. Entusiasta de la novela negra en general, supo ver en Tommy Shelby, ya desde los primeros capítulos de la primera temporada, al Tony Soprano del primer tercio del siglo XX, un personaje con recorrido. Que un exministro del Interior como aquel, con sus arrestos, en todos los sentidos del término, pusiera al trasluz ‘Peaky Blinders’ habría sido la repanocha. Qué gran lástima.

Del manido primer ministro ha salido este otoño una biografía esdrújula, pero la que debería leer su fan número uno en España es la que Hitchens le dedicó en 2004

La serie, lo saben sus fans, transita ahora por la quinta temporada. Nada se contará aquí que agüe la fiesta, salvo un detalle, que en el sexto capítulo reaparece como un Guadiana Winston Churchill, la pizca de sal de tantos y tantos guisos de ficción (Rod Taylor, sin ir muy lejos, se despidió de este mundo tras interpretar brevísimamente al primer ministro en ‘Malditos Bastardos’) y, por supuesto, condimento también de la política a ambas ribas del Canal de la Mancha, incluso en estas latitudes en que habitan los liberales ibéricos.

El motivo de destacar en esta sexta entrega de ‘muy seriemente’  ese fugaz cara a cara entre Shelby y Churchill no tiene más meta que el insano propósito de repescar del archivo una confesión añeja y sobradamente conocida de uno de los cabezas de lista a las próximas elecciones generales, Albert Rivera, líder de Ciudadanos, al que demoscópicamente parece que le espera el próximo 10-N un Dunkerque en toda regla. Dijo una vez Rivera que sus referentes políticos son dos, Adolfo Suárez y Winston Churchill, ¡resopla!, un presidente del que se aseguraba, parece que con fundamento, que no había leído un libro en su vida y, por otra parte, un primer ministro que había leído demasiados, o eso se deduce al menos de la reciente y enciclopédica biografía sobre el personaje publicada este octubre por Andrew Roberts. Tanta historia había leído Churchill durante su etapa formativa que se creía predestinado a formar parte de ella, como un Macbeth persuadido por las tres brujas de que en el futuro sería rey, en su caso, primer ministro.

Es cierto que Rivera tiene esa inclinación, que cita a Churchill con insistencia, pero lo hace a veces igual que Samuel L. Jackson cuando recita a Ezequiel 25:17 antes de apretar el gatillo en ‘Pulp fiction’, sin tener muy claro qué narices dice. En ‘Churchill’, la esdrújula biografía de Roberts, 1.470 páginas de disección del personaje, aparecen, claro está, centenares de frases célebres y celebradas de aquel controvertido personaje, incluso revisiones actualizadas de algunas de sus más desopilantes intervenciones, como aquella vez  en que harto de que los radicales le acusaran de violentar la tradición naval británica, respondió: "¿Tradición naval? Monstruosidades. Tan solo es ron, sodomía, plegarias y látigo". Por alguna desconocida razón, las plegarias habían sido borradas en los anales de las citas churchilianas y Roberts, muy amable, se encarga de restaurar la frase original. Esa, por cierto, jamás la ha empleado Rivera en el Congreso. Él es más de las pomposas, de prometer que encarará a los independentistas catalanes como Churchill lo hizo con los nazis, sin políticas de apaciguamiento, con firmeza.

Es Shelby el faro de estos tiempos y no Churchill, pues ya avisa en la serie que la mentira viaja más rápido que la verdad

De la lectura de esta monumental biografía publicada bajo el sello de Crítica podría el líder naranja salir algo decepcionado, pero para soponcio el que le daría si se sumergiera en la iconoclasta, mejor escrita y más concisa aproximación que en su día hizo Christopher Hitchens en ‘Las medallas de sus derrotas’, donde con afilado acero define la trayectoria de Churchill como “la carrera de un príncipe saltarín del oportunismo”, y para ello repasa sus momentos más infames, que van del antisemitismo al brutal bombardeo no solo de Dresde, sino de la flota francesa aliada para que no cayera en manos enemigas, causando premeditadamente más de 1.000 víctimas entre tropas aliadas.

Qué lástima, como se dijo antes, que ahora que ‘Peaky Blinders’ se adentra en la Cámara de los Comunes no esté aquí Pérez Rubalcaba para meter baza, ni que fuera para certificar que “las mentiras viajan más rápido que la verdad”. La frase no es de Churchill. Es de Tommy Shelby. Define mucho mejor los tiempos que corren.