Patio de butacas
El regreso de un maestro de Triana
Después de dolorosos reveses, Rafael Riqueni, un grande de la guitarra flamenca actúa este jueves en el Conservatori del Liceu, dentro del Voll-Damm Barcelona Jazz Festival. Presenta su disco 'Parque de María Luisa'
Olga Merino
Periodista y escritora
Escritora y periodista. Master of Arts (Latin American Studies) por la University College of London (Beca La Caixa/British Council). Fue corresponsal de EL PERIÓDICO en Moscú en los años 90. Profesora en la Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès. Su última novela: 'La forastera' (Alfaguara, 2020).
Olga Merino
Es uno de los grandes, y punto. Uno de los mejores guitarristas y compositores flamencos, dicho sea sin ambages, sin echarle al guiso más perejiles de los que le corresponden. Hablamos de un 'crack' nacido en el barrio sevillano de Triana, en una casa de vecinos donde el duende se respiraba como algo natural, sin quererlo siquiera, a través de las palmas, las nanas que cantaban las madres a los bebés y las fiestas improvisadas cuando algún obrero volvía de la fábrica con un quintillo de más. Rafael Riqueni, que así se llama el maestro, regresa este jueves a Barcelona por derecho con una doble cita en el Conservatori del Liceu: una clase magistral (a las 16.30 horas) y un recital de guitarra desnuda (a las 20.00 h). Dicen los que saben que su mano izquierda, la que baila en el mástil, es un prodigio, una extremidad formidable en los ligados, en los matices cromáticos de sus armonías.
Días antes del concierto conversamos por teléfono con el corazón en un puño (el mío) por si se colaba de por medio una llamada de Vodafone («¿seguro que no quiere escuchar nuestras ofertas?»). Por suerte, la llamada solo se cortó un par de veces. Riqueni se encontraba en el Parque de María Luisa, un lugar muy especial en su memoria más íntima, y al pedirle que describiera lo que veía, la mirada del guitarrista no reparó en la glorieta de Bécquer ni sobrevoló el estanque de los lotos, sino que se detuvo en la luz, en esa luz de Sevilla que tanto añoró Cernuda desde las nieblas escocesas. Tal vez sea imposible describirla con palabras, pero Riqueni lo ha logrado mediante la música, con su último disco, el séptimo, titulado precisamente 'Parque de María Luisa'. Es el que presenta esta noche en Barcelona.
Dos décadas de ausencia
El disco apareció en el 2017, después de dos décadas de ausencia de los estudios de grabación. ¿Qué pasó por el camino? Pues una concatenación de desgracias. El primer golpe fue el suicidio de su progenitor en 1997, un mazazo que lo hundió en una depresión severísima; creyó que se iba detrás de él, un hombre sencillo, un vendedor de bicicletas que le regaló su primera guitarra a los 8 años. Se solaparon después una bipolaridad mal diagnosticada al principio, más el alcohol y la droga, esas madrigueras oscuras donde a veces se deslizan los genios. Cuando estaba prácticamente recuperado y grabando el disco, le cayó una condena de cárcel de 14 meses por una acumulación de delitos leves, altercados callejeros, tropiezos antiguos de la mala racha. Por ese poso de dolor, supongo, el flamenco, cuando es bueno, te remueve la sangre.
Lo conocí en Sevilla hace un porrón de años, junto con el fotógrafo y amigo Joan Tomàs, en un garito de la calle Betis cerca del puente de San Telmo, y el espejo del tiempo devuelve ahora a un hombre más tranquilo y hacia dentro, en un cambio que le sienta muy bien. Dice otro poeta, Caballero Bonald, que el andaluz verdadero, el auténtico, es el reconcentrado, el introvertido y melancólico, no el dicharachero y exagerado. En cualquier caso, ya es hora de borrón y cuenta nueva, de dejar de pasar fatigas, de volar hacia cumbres tan altas como la rondeña 'Benamargosa', una de sus composiciones más celebradas.
¿Sus referentes? Manolo Sanlúcar, que fue maestro suyo, por el método; y el malhadado Paco de Lucía, por la técnica. Cuenta Riqueni que tendría unos 13 años cuando escuchó por primera vez 'Fuente y caudal', el elepé del maestro que contenía la mítica rumba 'Entre dos aguas', y lo dejó loco, impactado, con los esquemas rotos. Fue entonces cuando se hizo la promesa de tocar como el mejor. Empezó desde cero, acompañando al cante, incluso a figuras de la copla como Isabel Pantoja o Rocío Jurado, de quien cuenta anécdotas divertidísimas: antes de salir al escenario había que tocarle un poco para que se entonara, y aquello era un lío tremendo, él con la guitarra y la peluquera con el secador peinando la melena leonina de la más grande. Ha actuado también con figurones como Enrique Morente y Carmen Linares, y de ahí llegó a las alturas sin dejar de estudiar nunca, horas y horas encerrado en el cuarto, solfeo incluido, cosa poco habitual en los flamencos. «Cuando no se estudia, la guitarra no perdona». ¿Premios? ¡Los tiene todos! También el Compás del Cante, con todos los quilates del Nobel.
Como ha regresado para permanecer, anda ultimando otro disco, 'Herencia', un agradecimiento a los guitarristas que han dejado impronta en el flamenco. Riqueni está sembrado, tocando mejor que nunca.
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