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Decisiones y consecuencias

El juez Marchena, con su trabajada decisión y aun sin proponérselo, ha suscitado en Catalunya una reacción ciudadana presentida pero no prevenida. Y, con ella, la violencia en la calle y la fractura del bloque independentista

Manuel Marchena, juez del Tribunal Supremo

Manuel Marchena, juez del Tribunal Supremo / periodico

Josep Cuní

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El juez Marchena es noctámbulo. Como tantos estudiantes de su época hizo compatible su concentración intelectual con escuchar la radio. Solo que él, preparando su titulación en Derecho, en lugar de hacerse acompañar por la música del momento prefería informarse escuchando 'Hora 25'. Años cruciales de la Transición y el desencanto narrados desde los micrófonos de la Cadena SER, deleitándose con las provocaciones deportivas de José María García e informándose con la narración de la actualidad y las entrevistas de Iñaki Gabilondo. Finales de los 80. Seguro pues que, como tantos otros de su generación, tuvo que oír de su familia la extrañeza de estar pendiente de dos cosas a la vez. Y no estar loco.

Y aquí le tenemos. Ampliando un importante currículo, del que destacan haber sido el fiscal de sala más joven de la historia del ministerio público y el magistrado igualmente más joven del Supremo, tribunal del que preside su Sala de lo Penal, a la que el pasado miércoles optó a la reelección. Fue entonces cuando soltó: «El consuelo que me queda es que no se haya filtrado la sentencia en sí». Una contrariada aceptación de su impotencia al no haber conseguido evitar que, unos días antes, supiéramos por los medios que no habría delito de rebelión pero ignoráramos la dureza de las penas, que parecen incluir en la sedición el castigo por la gravedad de aquello que pudo haber sido y no fue.

La derrota de la Fiscalía General del Estado

Al ser Marchena fiscal de formación, su decisión consensuada con el resto de magistrados del ‘procés’ no ha caído bien entre sus colegas de carrera. Y por mucho que María José Segarra se muestre satisfecha con el fallo, la condición humana impone que nadie acepta una derrota tan clamorosa a pesar de que, oficialmente, la Fiscal General del Estado la niegue, porque su llegada al cargo se produjo cuando la decisión del ministerio público ya estaba cocinada. Y como no pudo influir en el cambio de rumbo que el Gobierno de Pedro Sánchez hubiera deseado, qué menos que sonreír ante el veredicto que avala la posición de la Abogacía del Estado, que sí moduló su lectura a instancias superiores, y para facilitar una posible negociación.

Y de aquellos polvos, estos lodos. La sentencia cayó como un jarro de agua helada. Mucho más fría de la preventivamente medida por el independentismo. Un escalofrío que ha abierto una dura crítica entre reputados juristas que han detectado errores evidentes, párrafos tendenciosos, veleidades políticas e influencias negativas para el futuro de nuestras libertades individuales. Lo explica Luis López Guerra que, en su calidad de exvicepresidente del Constitucional y exmiembro del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, está convencido de que la primera de estas instancias puede enmendar la plana a unos magistrados conjurados en conseguir la unanimidad. Y si esto no pasa, el segundo alto tribunal lo hará definitivamente.

El precedente del 'caso Atutxa'

De ser así, no sería la primera vez que Manuel Marchena Gómez (Las Palmas de Gran Canaria, 1959) viera revocado uno de sus fallos por instancias superiores. Le sucedió con el 'caso Atutxa', del que fue ponente. Pero lidiar con el más difícil todavía es otra de sus habilidades. Enfrentarse a casos como el de Mari Luz, por asesinato y abusos sexuales a una menor, o el del fraude a la Seguridad Social de María José Campanario, sustituta de Belén Estaban en el corazón de Jesulín de Ubrique, no son temas ligeros en un país de vísceras expuestas y desamores aclamados. Y todos, sublimados en el espectacular saqueo al Ayuntamiento de Marbella con banda sonora de Isabel Pantoja porque se le enamoró el alma, se le enamoró.

Ninguno de estos casos, no obstante, habían puesto a Marchena en la picota como lo hizo el enfrentamiento con su colega Baltasar Garzón, a quien contribuyó a apartar de la carrera judicial. Nada parecido tampoco a las consecuencias políticas y sociales que estamos sufriendo una vez conocida la sentencia del ‘procés’. Y es que el juez, con su trabajada decisión y aun sin proponérselo, ha suscitado en Catalunya una reacción ciudadana presentida pero no prevenida. Y con ella, la violencia en la calle y la fractura del bloque independentista que, a su vez, han estallado contra el ‘president’ Torra por seguir un camino que el Muy Honorable pretende honesto pero que es errático.

Pudiendo ser el mejor favor que alguien le haya hecho al Estado en mucho tiempo, no está claro que las secuelas de la 'sentencia Marchena' sean las deseadas por Pedro Sánchez. Un hombre, hoy, 'con el corazón partío'.