Que no pare la música

Escuchar con los ojos

El 40% de la música consumida en línea en España lo hace en el formato de vídeo, según el nuevo informe de Promusicae, la asociación de productores musicales

Los miembros de Estopa, en su barrio natal de Sant Ildefons.

Los miembros de Estopa, en su barrio natal de Sant Ildefons. / JULIO CARBÓ

Jordi Bianciotto

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Una canción siempre ha sido una invitación a montarnos una película en nuestra cabeza, a partir del color de la música y los trazos básicos del texto. Cada pieza cobra un aspecto único y libre en nuestras intimidades mentales: ‘Born in the USA’, de Bruce Springsteen, nos puede traer a la memoria la bandera de las barras y estrellas, pero también a veteranos de Vietnam en muletas; hacernos evocar estadios llenos o imaginar a un tipo con el labio partido tras darse de bruces (“nací en un pueblo de mala muerte / el primer porrazo que recibí fue cuando caí al suelo”, así arranca la canción). Pero nada es para siempre, y tampoco lo es la audición de música sin pautas visuales: para terminar con ella, o acotarla, el Creador inventó You Tube.

Lo último es acompañar cada canción del álbum de su videoclip, tanto si se trata de un tema con estatus de ‘single’ como si no. Hasta el tema más oscuro, aquel que en otros tiempos anidaba en las profundidades de la cara B del vinilo y que solo escuchaban los muy cafeteros, debe contar con su vídeo que vista la canción con imágenes en movimiento. Priman los montajes sencillos: figuras hechas con ordenador, capturas del local de ensayo, ocurrencias asociables a la temática de la canción. A menudo, con la letra sobreimpresa: son los ‘lyric videos’, útiles para contribuir a que en países como el nuestro el nivel de inglés deje de ser objeto de mofa y befa.

Uno tras otro

Los vídeos quedan enlazados y cuando termina uno comienza el siguiente, de modo que uno puede escuchar el álbum entero y tener en la pantalla algo con lo que distraerse, y no la imagen plantificada de la portada del CD. Y todo ello es porque el ‘streaming’ de vídeo, y en YouTube, se ha convertido en un medio estrella para escuchar música. Y verla. O algo así: esperar la atención prolongada en la pantalla del móvil (el dispositivo rey) quizá sea excesivo. Pero el 40% de la música consumida en línea en España lo hace en el formato de vídeo, según el nuevo informe de Promusicae, la asociación de productores musicales. Y quizá no sea una idea loca tratar de dar a ese vídeo algo de contenido.

Ahí están los inminentes álbumes de Estopa Manel. Ambos grupos combinan el videoclip clásico, con su presupuesto notable y sus narrativas elaboradas (la historia de chico de barrio que se liga a la pija en<strong> ‘Fuego’</strong>; el psicotrópico montaje en un hotel rural de <strong>‘Per la bona gent’</strong>) con esas entregas audiovisuales más de batalla, pensadas para echar algo de gratificación plástica a los forofos de You Tube.

Pero Estopa ya ha empezado a soltar ‘lyric videos’ de sus nuevas canciones: <strong>‘El último renglón’,</strong> hecho de dibujos que evocan las luces de neón, y <strong>‘Yo no estoy loco’,</strong> este con esa estética de cómic y superhéroes tan del gusto de David y Jose. Le seguirán otros hasta cubrir todas las canciones de su nuevo disco, ‘Fuego’, que sale 18 de octubre. Y Manel, tras lanzar dos vídeos ortodoxos (el segundo es el jocoso <strong>‘Boyband’</strong>), planea publicar montajes más sencillos para cada uno de los temas de ‘Per la bona gent’, el álbum que pondrá circulación este viernes. Es tendencia global: de Metallica Leiva, y hasta grupos ya extintos, como Joy Division (la próxima reedición del clásico pospunk ‘Unknown pleasures’), se incorporan a la práctica del “una canción no es una canción si no se puede ver además de oír”.

La pauta del móvil

Es un nuevo paso en la transformación de nuestro modo de relacionarnos con la música, abocado a la experimentación permanente. Seguimos viéndolas venir, en una larga de transición, y quién sabe si viviremos algún día el desenlace de tanto ensayo-error, un punto de estabilidad duradero, el modo de hacer definitivo. Quizá esperarlo revele una mentalidad del siglo XX. ¡Anatema! Mientras, el móvil marca la pauta, y con él la pantalla, y con ella un contacto de música e imágenes que ya no se quiebra ni con escarpa y martillo. Los medios participamos de la jugada, anunciando “el nuevo vídeo” de un artista y no tanto “la nueva canción”: la dinámica de las webs lo fomenta.

Pero es obsoleto el debate que brotó en los 80, cuando, en los albores de MTV, se acusó al videoclip de matar los sueños de los melómanos obligándoles a asociar para siempre ‘Thriller’, de Michael Jackson, con las películas de ‘zombies’. Tres décadas largas después, la composición musical ha podido con todo, ¿verdad? Al final, se trata de eso, de que una misma obra pueda ser leída y disfrutada de maneras distintas, y de tener claro que, a la larga, ningún vídeo, ya sea carísimo o de pega, le cortará las alas a una buena canción.