No solo fútbol

El sopapo de Gerard Piqué

El central blaugrana reivindicó que jugadores y mandatarios del club caminaran juntos de la mano en una declaración pública que debió escocer. La polémica desvió la atención del resultado del partido, que dio la primera victoria al Barça en campo contrario

Piqué, durante una rueda de prensa.

Piqué, durante una rueda de prensa. / periodico

Josep Martí Blanch

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A falta del pan del fútbol buenas son las tortas de las declaraciones. Y quien dice tortas, dice sopapos. Con la mano abierta. De los que pintan los cinco dedos en el moflete de quien los recibe. 'Plaf'. Así ha sido el guantazo de Gerard Piqué a la junta directiva del Barça tras ganar en Getafe gracias, no solo, pero sí, sobre todo, a los errores del portero rival, David Soria. La mejilla del presidente del club, Josep Maria Bartomeu, aún debe andar calentita. 'Plaf'.

Actuando como si de un parlamentario soberanista se tratara -¡unidad! ¡unidad! ¡unidad!- el central 'blaugrana' reivindicó que jugadores y mandatarios del club caminaran juntos de la mano al tiempo que dirigía su mandoble verbal al carrillo de la directiva. 'Plaf'. Hay una adivinanza sobre el silencio: “Si me nombras, desaparezco. ¿Quién soy?”. Podría versionarse un acertijo similar para la unidad, aunque tendría menos gracia, claro. Quedaría más o menos así: “Si me invocas, ni estoy, ni estaré”. Que se lo pregunten a JxCat y a ERC.

El diablo está en los detalles. Y el detalle más destacable de lo dicho por el capitán azulgrana es el subrayado de “dos no se pelean si uno no quiere”. No todas las expresiones que alcanzan la categoría de dicho popular son verdad, o no siempre. Desde luego esta no lo es, como tampoco lo son que el amor con amor se paga o que a quien madruga Dios le ayuda. El mundo del proverbio está lleno de sandeces, como los libros de Coelho o cualquier sesión parlamentaria.

Menosprecio inteligente

"Dos no se pelean si uno no quiere" en boca de Gerard Piqué y dedicado a su presidente es más una provocación que no una pipa de la paz. Es una amenaza en diferido. Un menosprecio inteligente envuelto con las notas de un falso himno de la alegría. En el fondo es un sabemos lo que hiciste el último verano. Un ándate con cuidado, monín, que hartitos nos tienes con los artículos que estamos seguros que encargas para echarnos las culpas de lo que tú haces mal. 'Plaf' y dos veces 'plaf'.

Hace una semana decíamos que el fútbol no es nada y aburre sin un enemigo externo al que quitarle el estandarte. O lo que viene a ser lo mismo, sin defender a muerte el tuyo porque te lo quieren birlar. Nos olvidamos, a propósito, de referir que en realidad hay otra manera de entretenerse en el fútbol, aunque la entrada a pagar sea mucho más alta y el espectáculo, aunque vistoso y repleto de emoción, mucho menos agradecido. Basta con dejar de buscar fuera a ese enemigo para encontrarlo en tu propia casa.

A estas alturas bien podrían decirnos que exageramos, que no hay para tanto y que vaya ganas de fijarse y recrearse en tonterías y sandeces, cuando lo importante era que se ganara de una puñetera vez un partido en campo contrario y eso es lo que se hizo. Responderemos que si uno acude a una fiesta de cumpleaños y el que ha de soplar las velas escupe en el pastel, lo normal será que refiramos al día siguiente con mayor detalle el escupitajo y no el color de los globos con los que estaba adornado el comedor. Como la mayoría coincide en señalar recurrentemente  la inteligencia entre los atributos principales de Gerard Piqué, resulta imposible no imaginar que la coz -'plaf'- que propinó venía meditada de casa y tenía como objetivo captar toda la atención. Aquí tiene, pues, la mía.

Los recaditos a través de terceros no son muy buena señal de la salud de una relación. Cuando una pareja se envía mensajes a través de los más mejores amigos, de uno u de otro, denla por acabada de la peor manera posible y con una abultada factura de abogados. Si lo hacen a través de periodistas, aléjense un poquitín, no sea que acaben salpicados de sangre. Seguimos sin exagerar.

Las declaraciones de Piqué anticipan diversos escenarios posibles. Lo más probable, tal y como señala cualquier manual de gestión de conflictos, es que acabemos viendo en público algún gesto que busque hacer creíble una política de apaciguamiento entre la directiva y los jugadores. El apaciguamiento no mejora el fondo del conflicto, pero hace soportable convivir con la herida durante un tiempo, gracias a los apósitos en forma de falsa reconciliación y compromisos mutuos que normalmente no se cumplen.  Mientras tanto, y en privado, los actores del conflicto acostumbran a no olvidar las afrentas, pensar que ya llegará la hora y hacer acopio de armamento para cuando deba pasarse definitivamente de un sonoro 'plaf' a un rotundo 'boom'. ¿Y el pan del fútbol? Sigamos esperando. De momento, tortas.