Olimpismo

Xian, la probeta olímpica de China

Pekín ensaya en los Juegos Nacionales los exigentes protocolos y medidas sanitarias que planea para los Juegos Olimpicos de invierno del 2022

Una imagen de la villa olímpica de Zhangjakou

Una imagen de la villa olímpica de Zhangjakou / Javier García / Efe

Adrián Foncillas

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Asoman los JJOO de invierno de Pekín cuando no se han apagado los ecos de los de Tokio con la cuestión aún pendiente: ¿Son razonables los eventos con público amontonado en tiempos de coronavirus? Japón rebajó la factura a unos cientos de contagios con sus estadios vacíos pero Pekín no contempla lo uno ni lo otro: pretende el calor humano sin renunciar a esa política de tolerancia cero que ve en cada contagio una tragedia.   

No parece una empresa fácil con variantes tan contagiosas como la Delta ni siquiera para el país que más y mejor ha peleado con la pandemia. Xian, la capital provincial de Shaanxi, sirve estos días de probeta. Es el primer gran evento deportivo que acoge China desde que apareció una extraña neumonía en Wuhan tras las cancelaciones de torneos internacionales de tenis o el Grand Prix de Shanghái.  

Ahí se están celebrando los Juegos Nacionales de Atletismo, con 20.000 atletas y cientos de miles de visitantes, tan ignorados en la prensa global como ubicuos en la local. Han alumbrado a buena parte de las estrellas olímpicas chinas desde su primera edición en 1959 y Xian les ha destinado 2,6 mil millones de euros para la construcción o remodelación de 50 recintos deportivos o tres nuevas líneas de metro.  

Estadio abarrotado

La ceremonia de apertura ya marcó las distancias con Tokio. Las imágenes televisivas descubrieron el estadio olímpico atiborrado de espectadores aplaudiendo el desfile de atletas a cara descubierta o el espectáculo que incluyó a 1.600 percusionistas sin distancia de seguridad apreciable. Si descontamos algunas mascarillas en la grada, desaparecidas cuando sonó la Oda a la Patria, nada remitía a la pandemia que ha subyugado al mundo.   

Las autoridades se habían aplicado en los meses previos para blindar una ciudad de 13 millones de habitantes que no ha contabilizado un solo contagio desde julio. La febril campaña de vacunación ha cubierto ya al 80 % de la población, los aterrizajes de vuelos extranjeros se redujeron a una quincena semanal y cerraron en agosto más de 4.000 bares, restaurantes y lugares turísticos. La campaña tampoco absolvió a las mezquitas donde se junta la etnia Hui ni el Museo de los Guerreros Terracota que ha colocado a Xian en el mapa. Los visitantes que llegan de zonas de medio y alto riesgo son sometidos a una cuarentena de dos semanas y los de bajo riesgo deben aportar una PCR negativa realizada dos días antes.

A los espectadores se les exigirá la pauta completa de vacunación y una prueba negativa en las últimas 72 horas. También se exigen los pinchazos a los atletas y el personal de apoyo, que estarán aislados durante las dos semanas de la población, con estrictos protocolos de seguridad en sus desplazamientos de sus dormitorios a los estadios.  

No extraña el celo en Xian porque basta media docena de contagios en China para cerrar ciudades, ordenar tests orbi et orbe y fulminar a todos los responsables. Persiste la duda de si la receta de Xian servirá en Pekín. Unos juegos son nacionales e internacionales los otros y falta saber si los atletas de fuera aceptarán la misma batería de tests y cuarentenas. Se ignora también si China relajará los estrictos controles de entrada a los visitantes pero el límite a 30.000 extranjeros deja escaso margen para turistas. La única certeza es que China, a diferencia del resto del mundo, no contempla la convivencia con el virus. Los 430 contagios que dejaron los recientes JJOO son asumibles para Tokio pero no en China. 

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