El ciclismo olímpico

Juegos Olímpicos: de la torre Eiffel al monte Fuji

Con 234 kilómetros, una ascensión al monte Fuji (kilómetro 140) y la dura subida al Paso Mikuni, a 30 de meta, la prueba de ciclismo en ruta repartirá mañana las primeras medallas en una competición de calado mediático con los héroes del Tour.

Calendario y horarios de los Juegos Olímpicos de Tokio

selección española

selección española / RFEC

Sergi López-Egea

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Casi sin tiempo de asimilar que ya se ha acabado el Tour, durmiendo un día con la imagen de la torre Eiffel y despertando al siguiente con el monte Fuji en el horizonte, los mismos corredores que se vieron las caras, los dorsales, que se atacaron y que sufrieron a la estela de Tadej Pogacar, que tampoco se ha querido perder la fiesta olímpica, han trasladado el duelo ciclista a suelo japonés para vivir este sábado (a las 11.15 hora española está prevista la llegada de la carrera) la primera gran final de los Juegos, la primera medalla de oro mediática que se entregará en Tokio.

El calor, la humedad y la dureza marcarán un circuito increíble, duro de verdad, donde seguramente no será necesario ni atacar, solo resistir, delante, por supuesto, y el que aguante más será el que se colgará la medalla de oro cuyos principales candidatos, con Pogacar en la cabeza, viajaron de París a Tokio guardando como recuerdo el dorsal en la maleta.

Los 41 años del jefe

Y será, sobre todo, la ocasión para que Alejandro Valverde, a los 41 años, afronte los quintos Juegos consecutivos, una aventura que comenzó en Atenas hace 17 años para no fallar nunca a la cita olímpica, siempre como el líder español al margen de compartir el viaje con antiguas estrellas del pedal, y que ya se han retirado, como Samuel Sánchez (campeón olímpico en Pekín 2008), Alberto Contador, Carlos Sastre y Óscar Freire. Sin duda, los representantes de la época de oro, después de Miguel Induráin, que costará repetir; cualquier tiempo pasado fue mejor, incluso yendo en bici.

A Valverde, el superviviente de esa generación, experto como pocos en campeonatos del mundo, quizá la carrera que más se asemeja a la prueba olímpica (con un título en 2018, dos medallas de plata y cuatro de bronce), siempre se le han resistido los Juegos, en los que no ha conseguido siquiera la consolación de un diploma: 47º en Atenas; 13º en Pekín, aunque trabajando para Sánchez; 18º en Londres y 30º en Río. "Llegó con el punto extra de forma que me ha dejado el Tour aunque no sé si cuatro días de adaptación habrán sido pocos. Pero como todos venimos de París vamos a estar en las mismas condiciones".

Él será el jefe español y para ello cuenta, principalmente, con el auxilio de un corredor, que es un amigo y uno de sus mejores gregarios, Gorka Izagirre, quien el año próximo dejará el Astana para regresar al Movistar. Gorka entiende, comprende, anima y hasta riñe si es necesario a Valverde. Y este lo obedece sin rechistar. Su hermano Ion (que luego correrá la contrarreloj), Omar Fraile y Jesús Herrada completan el quinteto olímpico. Todos, excepto Gorka, han corrido el Tour.

Un control imposible

La diferencia principal con un Mundial es que una selección potente allí puede controlar la carrera puesto que son ocho corredores tratando de vigilar y coordinar la estrategia de la prueba. En los Juegos solo son cinco. "Lo que lo complica todo porque no sé si habrá un equipo que quiera coger el mando", explica Valverde desde Tokio, al tiempo que advierte de la brutal subida (Paso Mikuni) que hay a 30 kilómetros de la meta. "Son 6,5 kilómetros que nunca bajan del 11%. Son muy duros", advierte Valverde. "Es como un pequeño Mortirolo", añade Ion Izagirre, "pero siempre tenemos al 'Bala' para salvar la papeleta". "En efecto, es una carrera que con cinco ciclistas es muy difícil de controlar, aunque tengas en tu equipo a favoritos como Pogacar o Van Aert", reitera el seleccionador olímpico Pascual Momparler.

La papeleta es complicada porque Pogacar quiere el oro al igual que Wout van Aert, majestuoso de forma, experto en carreras de un día y que llega a Japón tras ganar las dos últimas etapas del Tour. Nada menos que conquistar la contrarreloj final de la prueba y 24 horas después conseguir al esprint el triunfo en los Campos Elíseos. Y teniendo en cuenta que con la selección belga también concurre otro prodigio llamado Remco Evenepoel.

 Todo ello sin olvidar a Primoz Roglic, quien una vez recuperado de las heridas que le hicieron decir adiós a la ronda francesa, se ha preparado a conciencia para los Juegos. Y el mayor de los eslovenos no acostumbra a fallar cuando mira hacia la victoria. Porque, además, y a diferencia de su joven compatriota Pogacar o Van Aert, que han viajado con los deberes hechos a Japón, Roglic necesita casi como el aire que respira la medalla de oro para empezar a justificar la temporada. A Valverde, en cambio, todo lo que le venga es un éxito a su carrera. Y hay que recordar que en 2018 terminó la Vuelta muy agotado y 15 días después se proclamaba campeón del mundo en Innsbruck. 

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