Previstos en dos semanas
Los Juegos Olímpicos de Tokio se celebrarán sin público
El Gobierno japonés ha restablecido el estado de emergencia que se prolongará durante la cita olímpica
El COI acepta la decisión de las autoridades niponas sobre unos Juegos que comienzan en dos semanas
Adrián Foncillas
Periodista
Había prometido Japón que sus Juegos Olímpicos serían recordados como los de la victoria de la humanidad sobre la pandemia y acertó en lo primero. La victoria se antoja aún lejana pero los estadios vacíos le aseguran un lugar preeminente en la Historia olímpica. La ausencia de público, anunciada entrada la noche, se daba por descontada desde que horas atrás se desveló que el nuevo estado de emergencia en la capital cubriría las fechas del acontecimiento. Fue el último y definitivo ajuste de las expectativas a la realidad pandémica: meses atrás se prohibió la entrada de espectadores extranjeros, después se limitó la presencia de los locales a la mitad del aforo, y hoy se ordenó la soledad del atleta..
La decisión se hizo pública tras intensas conversaciones entre el Gobierno japonés, el comité olímpico nacional y el COI. Su presidente, Thomas Bach, ya había deslizado la posibilidad en nombre de los “Juegos seguros”, el mantra repetido desde que el virus saltó de Wuhan al mundo. Bach aterrizó hoy en Tokio y, tras los tres días de cuarentena en un hotel, supervisará los últimos flecos organizativos de unos Juegos que han encadenado desgracias.
“Ya he explicado que no dudaría en prohibir la asistencia del público si era declarado otro estado de emergencia. Haré todo lo que esté en mi mano para contener las infecciones y acelerar la vacunación para que podamos recuperar nuestra vida normal”, razonó el primer ministro, Yoshihide Suga. El estado de emergencia empezará el lunes y se alargará hasta el 22 de agosto, dos semanas después del apagado del pebetero. Los Juegos Paralímpicos, que se inician dos días después, conservan briznas de esperanza.
Planes arruinados
Los organizadores y los 68 patrocinadores mantenían la fe en salvar al menos el público local. La remisión de la pandemia en los últimos meses permitía el optimismo pero la nueva variante Delta, más mortal y contagiosa, ha arruinado los planes. Japón ha sido menos castigada que otros países, con 810.000 contagios y 14.900 muertos, pero Tokio registra una tendencia alcista desde que el último estado de emergencia fuese levantado dos semanas atrás.
El jueves informó de 896 nuevos contagios y las proyecciones apuntan a 1.400 en un par de semanas. “Hay un rebote indudable del virus en Tokio”, sostuvo días atrás Norio Ohmagari, asesor de la capital y director del Centro de Control y Prevención de Enfermedades. El gremio médico ya había alertado de que, en el mejor de los casos, los Juegos absorberían los recursos humanos que exige la gestión de la última ola y, en el peor, que la convivencia de miles de atletas y personal variado multiplicaría los contagios.
Tampoco los estrictos protocolos y cordones sanitarios han salvado a la familia del virus. Al menos una docena de trabajadores nacionales ha dado positivo en las últimas semanas, según la prensa local. También estaba infectado un atleta serbio que aterrizó el domingo y se han detectado casos en las delegaciones de Francia, Egipto, Sri Lanka y Ghana. A la aprensión contribuye la vacunación desesperantemente lenta, que apenas cubre al 15% de la población, de la que es tan culpable la morosidad gubernamental como las reticencias sociales a los pinchazos por viejos escándalos.
Clamor por la cancelación
El cuadro empujaba al Gobierno a una cuestión sensible: ¿merece la pena el riesgo de dejar amontonarse a la población local en los estadios para salvar la estética y unas dosis mínimas de entusiasmo? En unos juegos ansiados por el pueblo, probablemente; en los inminentes, no. Las últimas encuestas revelan que más del 80% de los japoneses piden su cancelación. El Gobierno ha ofrecido explicaciones gaseosas a su terquedad con los Juegos cuando ha cancelado otros eventos como festivales de música y el mes pasado prohibió a regañadientes la venta de alcohol en los estadios después de que se le recordara que los bares permanecían cerrados.
La sinfonía escéptica en Japón suma a población, prensa, empresariado y sector médico, por hacer la lista corta. En la esquina opuesta sólo están los atletas y el Gobierno, con un conmovedor brío por sacarlos adelante con cuatro olas y tres estados de emergencia a las espaldas. La historia dirá si unos Juegos con cemento en las gradas merecían tantos sudores.
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