LOS 92 DEL 92

Guardiola, la mente de la 'Quinta del Cobi'

Pep Guardiola

Pep Guardiola / FERNANDO ZUERAS

Marcos López

Marcos López

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Hasta 1992, España no era nada en el fútbol olímpico. Por no tener, no tenía ni tan siquiera un estilo propio. Aquella plata olímpica de Amberes-1920 provocó el nacimiento de la furia cuando José Maria Belauste, jugador del Athletic, gritó a Sabino Bilbao, su compañero de selección y en el club vasco. "¡A mí, Sabino que los arrollo!", según cuentan algunas versiones. Otras, en cambio, apuntan que la frase fue otra. "¡A mí, el pelotón, Sabino que los arrollo!".

Cambian las palabras, pero no el contenido esencial de ese mensaje escuchado en el duelo contra Suecia, que terminó con el gol de Belauste. A pase, claro, de Sabino. Entró el balón y entraron al mismo tiempo, tres jugadores suecos. Ese rasgo, que no idea futbolística, tuvo, eso sí, otra época de ebullición cuando logró ser cuarta en el Mundial de Brasil-1950 gracias al gol de Zarra que significó un ejercicio de proclamación patriótica en los años iniciales del franquismo.

Un grupo adulto y rebelde

Pero su segundo momento de esplendor apareció casi medio siglo más tarde. Ocurrió en 1964 cuando España alcanzaba la primera Eurocopa de su historia. Luego, llegó el viaje a la nada. Años de plomo. Años de miserias. Años de hambruna hasta que a punto de acabarse el siglo XX se reunieron un grupo de jóvenes para participar en la cita olímpica de Barcelona-92, de la mano de un entrenador desterrado con la absoluta (Vicente Miera), ayudado por un a pareja de psicólogos (Jesús García Barrero y Rosana Llames), toda una novedad en esos tiempos. Una verdadera revolución con métodos de visualización y mentalización nunca vistos antes. 

Era una España joven y periférica, que tenía a Pep Guardiola (Santpedor-1971) en el cruce de caminos con una mente prodigiosa para liderar el cambio. Era un grupo adulto y rebelde, al que confinaron en Cervera del Pisuerga (Palencia), justo después de hollar la gloria con el ‘Dream Team’ de Cruyff en Wembley-92. "Fue algo increíble", recuerda el ahora entrenador del Manchester City cada vez que le preguntan por esa primavera y verano que le cambiaron la vida. A él. Al Barça. Y, por supuesto, al fútbol español.

Adulto porque tenía personalidad para jugar con un sistema adelantado a su tiempo (con tres centrales (López, Abelardo y Solózabal) y dos laterales largos (Ferrer y Lasa), teniendo a Luis Enrique y Berges para darle recursos en ataque a Alfonso y Quico (entonces no era aún Kiko). 

Con un par de motines

Rebelde porque se amotinaron en un par de ocasiones. La primera porque no llegaron a un acuerdo con la federación por las primas y se negaron a cobrarlas. La segunda porque se rebelaron para ir a la ceremonia de inauguración en el Estadio Olímpico (ellos vivían en Valencia hasta el día de la final). Se salieron con la suya.

Ganaron todos los conflictos y, sobre todo, ganaron un territorio que era inhóspito porque esa España fue conocida como la ‘Quinta del Cobi’, mascota de los JJOO. Y provocaron que el Camp Nou, en una noche jamás vista, se llenara de banderas españolas, con casi 100.000 almas enterrando viejos fantasmas de la furia de Amberes. Ellos fueron el cambio. Y hubo una mente, la de Guardiola, que lo ideó.