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Maribel Martínez de Murguía: “Ese oro y salir del armario con 45 son mis dos medallas” | Olimpiadas Barcelona 92

Maribel, con la equipación olímpica y la medalla de oro, en su casa de Montgat.

Maribel, con la equipación olímpica y la medalla de oro, en su casa de Montgat. / ZOWY VOETEN

Roger Pascual

Roger Pascual

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Solo había 500 licencias de hockey hierba en España cuando la selección femenina logró el oro. Pese a ello José Manuel Brasa les hizo creer en una utopía en la que nadie apostaba y, tirando de métodos revolucionarios y con la fuerza del grupo, la portera Maribel Martínez de Murguía y sus compañeras se coronaron en Terrassa.

¿Aceptar el 'plan inhumano' ha sido de las mejores decisiones que ha tomado en su vida?

Seguro que sí. El planteamiento al principio nos chocó y nos pareció que no iba con nosotras, porque sonaba fuerte. Nos sacaba de nuestra zona de confort, pero menos mal del plan inhumano porque si no no habría vivido todo lo que viví. El plan inhumano era a falta de un par de años para los Juegos y consistía en renuncia por completo a todo. En mi caso no tuve que renunciar a mucho porque acababa de acabar la carrera de pedagogía pero otras compañeras tuvieron que dejar los estudios y de trabajar.

La inauguración fue impresionante, mágica y la final, como una historia de Disney

El plan inhumano incluía hasta cuatro sesiones diarias, como las que hicieron en Cuba.

En febrero de 1992 nos fuimos tres semanas a Cuba para la preparación física: desayunábamos, comíamos y cenábamos siempre lo mismo, arroz, frijoles y fruta. Por la mañana gimnasio, luego a la playa con cinturones de arena, por la tarde a entrenar hockey para aclimatarnos al calor que tendríamos en julio en Barcelona y terminábamos con partidos contra chicos, porque allí no había cubanas que jugaran a hockey. No conciliábamos el sueño, del cansancio brutal acumulado. Pero una de las cosas que nos ayudó a ganar esos Juegos fue la preparación física: ganamos en la prórroga la semifinal y la final de los Juegos, cuando las coreanas y las alemanas ya no podían más y estaban con calambres nosotros teníamos fuerza. Era lo que le llamábamos el 'Espíritu de Cuba'. Todos los momentos chungos que hubo en la preparación tenían un nombre.

Más allá del aspecto físico, había también mucho de preparación psicológica. El seleccionador incluso contrató a una productora de televisión para preparar las entrevistas que darían cuando ganaran la medalla.

Brasa hizo muchísimas cosas innovadoras, una de ella fue esta. Nos seguían como si fueran artistas de cine para que aprendiéramos cómo tratar con los medios, porque no sabíamos. Él decía que en los pequeños detalles se marcaban las diferencias. Contrató a una psicóloga y a un sofrólogo en una época en la que estas cosas eran exóticas para imaginarnos semifinales y finales con público. Porque en la liga española te venía a ver tu padre, tu madre y tu pareja engañada. Nos 'customizó' los 'sticks', hacía inventos como una cortina con flecos para entrenar a las porteras. Hizo de todo. La gran anécdota fue lo de las zapatillas.

No éramos tan buenas técnicamente, pero la fuerza del equipo es lo que nos hizo ganar

Exacto, que no solo jugaba con su psicología sino con la de los árbitros.

Nosotras jugábamos con medias y zapatillas oscuras. Y hacíamos muchas faltas de pie en el área y nos pitaban muchos penaltis-córner, que es una jugada que genera un porcentaje elevado de goles. La cuestión era cómo evitarlos. Y a Brasa se le ocurrió que jugáramos con medias y zapatillas blancas, el mismo color de la bola. Porque la toma de decisión de los árbitros y de cualquier ser humano en la incertidumbre es ser conservadores.

Y más jugando en casa.

Sí, y esto provocó que fuéramos el equipo al que menos faltas de pie y penaltis-córner le pitaran.

Con 500 licencias en España, aspirar a ganar el oro parecía una utopía. ¿Vosotras creíais que fuera posible?

Fueron varias cosas, el equipo fue creciendo con el tiempo. Al principio perdíamos de goleada con países como Corea y Alemania. El punto de inflexión fue la Copa del Mundo de 1990 en que quedamos quintas. Ya no estábamos tan lejos. Igual no éramos tan buenas técnicamente pero teníamos la fuerza del equipo: generosidad, humildad, trabajo, amistad. Eso es lo que nos hizo ganar.

¿Qué momentos recuerda?

La inauguración fue mágica, te sientes protagonista, fue impresionante. Y cuando ganamos la final olímpica juntar instintivamente todas las manos y levantarlas fue como una historia de Disney: el pez pequeño se comió al grande. Vivimos el alto rendimiento de forma luminosa.

Esa experiencia le marcó a nivel personal y también laboral. ¿Como 'coach', qué enseñanzas sacó?

He querido capitalizar esa historia en una profesión: antes de ser 'coach', empecé primero dando conferencias como un elemento inspiracional de gente normal y corriente que hace algo extraordinario. Hablo mucho de los valores del equipo, de cómo construimos un equipo de la nada, con una diversidad enorme, para generar algo único. Hablo del liderazgo, del entrenador y de algunas jugadoras, y de las gestión del éxito después. Mis compañeras siempre dicen que soy la que más partido ha sacado de aquella experiencia. Y yo estoy agradecidísima de haberlo podido vivir y ahora contarlo.

En sus conferencias también cuenta la otra gran medalla de su vida, salir del armario con 45 años.

Sí señor, si tengo que elegir dos grandes experiencias en mi vida son esas, la del hockey, y la de salir del armario y ser madre con 45. Con muchas dificultades por la educación recibida, el entorno personal... Desde que me di cuenta con 12 años que era lesbiana hasta los 45 eso fue una preparación mucho más larga. En principio en soledad completa y a medida que pasó el tiempo hacer un trabajo terapéutico para aceptarme y poder decirlo con tranquilidad para no perderme ser madre que es lo que quería ser.