LOS 92 DEL 92

Norman Foster y el cohete de las comunicaciones de Collserola

la torre de Collserola, desde el Tibidabo

la torre de Collserola, desde el Tibidabo / Agustí Carbonell

Carol Álvarez

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Norman Foster celebró su 60 cumpleaños con una fiesta en la torre Collserola, a la que asistió Pasqual Maragall entre otros. Corría el año 1995 y el arquitecto que diseñó el eje neurálgico de comunicaciones que envió la señal de televisión de los Juegos Olímpicos de la ciudad a todo el mundo recuerda todavía ese momento entrañable. Otro arquitecto, Justo Isasi ‘Focho’ había recreado en una ilustración la portada del cómic de Tintín ‘Objetivo la luna’ sustituyendo el cohete por la torre de Foster, y le regalaron en ese aniversario el boceto. 

El diseño de la torre, que aunó en el proyecto a las compañías Telefónica y Televisión Española, además del Ayuntamiento de Barcelona, buscaba el menor impacto visual pero a la vez necesitaba convertir el nuevo edificio en un símbolo de modernidad de atractivo internacional y a la vez garantizar su funcionalidad. Y qué mejor que el arquitecto británico Norman Foster para conciliar esos dos conceptos.

Foster, nacido en Manchester en 1935, ya contaba con una trayectoria reconocida por su trabajo centrado en el pragmatismo, una filosofía que le caló hondo tras su paso por la Universidad de Yale. Cuando optó al proyecto, tenía ya un currículum más que respetable, con proyectos como  la sede de HSBC para Hong Kong, aunque la mayor parte de sus trabajos estaban en suelo británico. La torre de Collserola se convertiría, en este sentido, en una forma de cohete figurado que le propulsó: tras su construcción iría encadenando proyectos como el del metro de Bilbao, el aeropuerto internacional de Hong Kong, la torre del Commertzbank, en Frankfurt, la remodelación del edificio del Reichstag, en Berlín, la torre Cepsa, el estadio Wembley…Más recientemente, su ambición le ha llevado a elevar los objetivos y aliarse con iniciativas de sostenibilidad del futuro, como el diseño de la primera ciudad cien por cien ecológica del mundo, Mascar, en Abu Dabi, previsto para 2025.

La torre de Collserola, que dispone de un mirador de 350 grados abierto al público, despliega su funcionalidad también con espacios para atender congresos y reuniones. Fue inaugurada en 1992 y con sus 288 metros de altura se ha hecho un hueco emocional entre los barceloneses, que la conocen como el pirulí, y la han integrado con normalidad en su 'skyline' `'junto al Tibidabo y Montjuïc.

Norman Foster, casado con la española Elena Ochoa, ha desarrollado otros proyectos en el país, y también ha imaginado otra Barcelona: el proyecto de remodelación del Camp Nou que llegó a presentar Laporta en su primer mandato fue paralizado por la presidencia de Rosell, aunque sigue vivo en su cartapacio. También queda el rastro imaginativo del proyecto que presentó al Ayuntamiento para crear un río artificial kilométrico que uniera las Glòries con el Nus de la Trinitat y que se alimentara del Besòs, y que fue rechazado ya en tiempos de más modestia (y ahorro) municipal.

A sus 87 años, el arquitecto, Premio Pritzker y Premio Príncipe de Asturias, aún dirige su firma de arquitectura Foster & Partners y tiene una Fundación en Madrid, pero la Torre de Collserola siempre será el proyecto que le dio un despegue meteórico.