LOS 92 DEL 92

Michael Jordan: baloncesto y golf a partes iguales

Cada mañana a las 9 estaba en el club de El Prat. Llegó a jugar 45 hoyos en un día

Michael Jordan

Michael Jordan / NBA

Albert Guasch

Albert Guasch

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En el hotel Ambassador de la calle Pintor Fortuny se alojó durante dos semanas el genuino ‘Dream Team’ de la historia del deporte. Estuvieron en Barcelona para recoger la medalla de oro y cada uno de los componentes encontró su manera propia de pasar el tiempo entre partido y partido mientras afuera permanentemente había multitudes para echar un vistazo fugaz a Michael Jordan, Magic Johnson, Larry Bird, Charles Barkley y, en fin, «estrellas del rock», que dijo Chuck Daly, el seleccionador. Jordan, que entonces tenía 29 años y ya era el mejor baloncestista del mundo (aún no de la historia), optó por jugar sin desmayo al golf. Sus visitas al Real Club de Golf El Prat fueron diarias. 

A menudo combinaba con partidas en otros campos de Catalunya. Y no se conformaba con la ortodoxia de patear 18 hoyos. Podía jugar 27 o 36 perfectamente. Se ve que un día se estiró hasta los 45, dos recorridos y medio. Un agotamiento para cualquiera. Jugaba aunque por la noche tuviera cita olímpica con el combinado de estrellas estadounidense. No necesitaban de sus mejores prestaciones tampoco. El ‘Dream Team’ ganó sus ocho partidos por una media de 43,8 puntos de diferencia y Jordan logró su mejor marca anotadora en la final ante Croacia con 22 puntos. Competían a medio gas y ya era suficiente.

Por eso Jordan aparecía puntual cada mañana sobre las 9 en el campo de El Prat. Le aguardaba siempre Gorka Guillén, entonces una promesa del golf, amigo de Sergio García. Podían jugar un día con Payne Stewart, golfista que pereció a finales de los años 90, o contra socios del club, con quienes siempre apostaba algo. ¿Me apuesto 100 dólares a que meto este putt? Y así. Dicen que se hizo tan habitual por esas instalaciones que al cabo de unos días ya dejó de ser una novedad. Así que se volvió a EEUU con una medalla de oro y un reguero de historias para unos cuantos barceloneses que contar.