LOS 92 DEL 92

Eduardo Mendoza y Gurb, reflejo delirante de aquella euforia |Olimpiadas Barcelona 92

El escritor barcelonés es quien mejor ha sabido describir el carácter proteico de la ciudad

Eduardo Mendoza, en el jardín de la librería Casa del Llibre de la Rambla de Catalunya de Barcelona.

Eduardo Mendoza, en el jardín de la librería Casa del Llibre de la Rambla de Catalunya de Barcelona. / María D'Oultremont

Elena Hevia

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A lo largo de su historia, Barcelona ha tenido la rara capacidad de reinventarse una y otra vez, la mayor parte de las veces a partir de grandes acontecimientos ciudadanos.  

El kilómetro cero de esa trayectoria, cargado de autoconciencia trascendental, fue tirar abajo sus murallas para luego ir de mutación en mutación, cual virus, hasta llegar a este Fort Apache asediado por los turistas: que si me pongo de espaldas al mar, que si lo vuelvo a hacer visible, que si me invento un barrio gótico que nunca fue así, que si levanto de la nada una ciudad ordenada y burguesa... 

Por esa razón, quizá no haya novela que mejor refleje ese valor cambiante de Barcelona y de los barcelonesess que una escrita a golpe de entregas periodísticas, como los viejos folletines, en el verano de 1990 y aparecida en forma de libro un año más tarde, cuando la ciudad, que tantas ciudades había sido, calentaba motores para su antepenúltima transformación. 'Sin noticias de Gurb', sexto trabajo de Eduardo Mendoza, radiografió desde la caricatura y la guasa más gamberra una ciudad que se estaba preparando para uno de sus cambios más espectaculares, los Juegos Olímpicos del 92. 

Gurb, es sabido, es un extraterreste díscolo con una gran capacidad para adaptarse a cualquier circunstancia que llega a la ciudad. Energía pura, se ve obligado a adoptar una apariencia humana y esa es nada menos que la de Marta Sánchez, 'sex symbol' del momento, para inmediatamente perderse por sus calles. El verdadero protagonista del relato, sin embargo, no es Gurb sino su compañero de fatigas y narrador de la historia encargado de buscarlo durante todo el relato y que como él también necesita una fachada humana que irá mutando en Miguel de Unamuno, Paquirrín o el almirante Yamamoto. Ese puro delirio era un reflejo de la euforia loca y acrítica en la que estaba inmersa la ciudad. La mirada marciana de Gurb y su compañero nos recordaba que, pese a los fastos y la pátina de modernez y diseño, el pelo de la dehesa seguía estando ahí. 

Vocación barcelonesa

Gurb, además se consolidaba como la cara B, de una vocación barcelonesa que Mendoza ya venía apuntalando desde el inicio con  'La verdad sobre el caso Savolta', 'Mauricio o las elecciones primarias' y todas las novelas del Loco. Quizá al escritor no le guste esta consideración pero la marca Barcelona echó a andar en 1986 con el éxito de 'La ciudad de los prodigios', que es sin discusión la gran novela sobre la ciudad. No solo porque habla de ese carácter proteico de reinvención continua sino también porque evidencia sus miserias con el protagonismo del arribista Onofre Bouvila. Así, entre la dos Exposiciones Universales de 1888 y 1929 -dos hitos que al igual que los Juegos Olímpicos, transformaron la ciudad- Bouvila se encarama desde sus orígenes humildes como repartidor de panfletos anarquistas hasta llegar a la cima empresarial, la que corta el bacalao.

 Ese trayecto, un pintoresco catálogo de especulación inmobiliaria y corrupción política, tenía una lectura clara y directa en el tiempo de su publicación, fue vigente en el 92 y todavía hoy, cuando aquellos fastos son un eco, sigue siéndolo.