LOS 92 DEL 92

Abad: "Barcelona aún está en deuda con Samaranch"

El Consejero Delegado del COOB-92, organismo que organizó los JJOO más exitosos de la historia, considera que París hubiese derrotado a Barcelona de no haber sido Juan Antonio Samaranch, presidente del COI

"Nuestro dosier de candidatura era, tal vez, el mejor, sí, pero sin Samaranch, Barcelona no hubiese ganado y, por tanto, no hubiésemos podido utilizar los Juegos Olímpicos para transformar la ciudad como lo hicimos"

José Miguel Abad

José Miguel Abad / EMILIO PÉREZ DE ROZAS

Emilio Pérez de Rozas

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Uno de estos días hay cena de ‘coobitas’. Y ahí estará, como siempre, José Miguel Abad (Valladolid, 1946). Y allí estarán decenas de los suyos, de los auténticos organizadores de los mejores Juegos Olímpicos de la historia. Y todos, todos, hasta Sandro Rosell, que ya le ha dicho que quiere presentarse a alcalde de Barcelona, cuando todos los ‘coobistas’ creen que no habría mejor alcalde que ‘el jefe’, como llaman a Abad, le rendirán pleitesía. Porque todos adoran a José Miguel Abad.

Hágame un favor, su memoria es prodigiosa porque, no solo la cree necesaria y muy importante ante los olvidadizos, sino porque le encanta recordar esas fechas. ¿Escogemos algunas? ¿Esto es una entrevista o un examen olímpico? Venga, vamos allá. ¿Por dónde empezamos? ¿Por donde empezó todo? 31 de enero de 1981. Gala de ‘El Mundo Deportivo’. Hacía siete meses que Juan Antonio Samaranch acababa de ser elegido presidente del CCOI. Entra en la sala y le dice al gran Juan José Castillo, director del diario: “Vas a tener titular de primera página”. Y, en el acto, Samaranch se saca su insignia de oro con los cinco aros olímpicos y se la coloca en la solapa a Narcís Serra, entonces alcalde de Barcelona. Y dice que Barcelona debería organizar, algún día, unos JJOO. Serra llega al día siguiente al ayuntamiento, lo comenta y todos, todos, incluido Pasqual Maragall, lo toman por loco. Pasqual, que, luego, sería el más grande evangelista olímpico que jamás ha existido.

Eso, cuatro años después, hay un grito de auxilio de Maragall hacia usted ¿no? 15 de julio de 1985. Me llama y me dice “ven al Ayuntamiento, ¡ya!, por favor”. Yo era, entonces, director de la Feria de Barcelona. “La candidatura no va bien, José Miguel, Juan Antonio (Samaranch) y yo estamos muy preocupados, lo tienes que dejar todo y encargarte del dosier de candidatura ¡ya!” ¿Perdón? ¿Yo? Para mí Pasqual lo ha sido todo, así que me puse en ello sin dudar.

"Samaranch me, nos, apretó mucho, sí. Era su ciudad pero, una vez acabamos los Juegos, si hubiese sido mi padre, no me hubiera podido tratar mejor"

— José Miguel Abad / Consejero Delegado del COOB-92

Y ganan. Y estalla Barcelona. 17 de octubre de 1986. “À la ville de Barcelona”. Y explota Barcelona, Catalunya y, perdone, España, porque todo el mundo salió a la calle y se alegró. Porque aquel éxito, si algo tuvo, fue que fue un éxito de todos, de todos los gobiernos, de todos los partidos, que, con sus más y sus menos, siempre nos apoyaron y, sobre todo, de los ciudadanos.

Luego volveremos al juego de las fechas, pero hay que recordar, ahora que se cumplen 30 años, que, sin Juan Antonio Samaranch, al frente del COI, no hubiésemos ganado. No hubiésemos ganado, no. Barcelona sigue aún en deuda con Juan Antonio Samaranch y eso lo he dicho y destacado en cuantas ocasiones he tenido. Yo tengo más autoridad que muchos otros para decir esto precisamente porque, se supone, bueno, no, no se supone, ¡yo estaba!, en las antípodas militantes e ideológicas de su pasado y de mi propio pasado. ¿Quiere otra fecha?, yo deje de militar en el PSUC el 5 de enero de 1981, cuando unos se hicieron prosoviéticos y los socialdemocratas nos fuimos por otro lado. Bueno, yo simplemente me fui, por eso digo que estoy más y mejor dotado que otros para pedir ese reconocimiento.

Da la sensación de que son muchos los que miran hacia otro lado. Es de bien nacido ser agradecido y esta gobernanza de ciudad, que no es ‘la ciudad’, pues la ciudad es otra cosa, que no tiene vergüenza de reconocer lo que tiene que reconocer, no es agradecida y, por lo tanto, que cada uno saque sus conclusiones, rimando o no. La ciudad está en deuda con Samaranch, pero no en deuda de ponerle un pasaje. Alguien ha llegado a decir, “bueno, bueno, ya está la Fundación Juan Antonio Samaranch”, ¡por Dios!, ¡solo faltaría!, ahí está todo su legado. Yo no hablo de eso, señores, yo no hablo de eso.

Usted no pide palabrería, pide hechos. Yo hablo de algo significativo, desde una calle importante de Barcelona con su nombre hasta una plaza significativa. Un reconocimiento público, sí, pero que quede, porque los reconocimientos verbales, que los ha habido, a los dos días han sido atropellados por las noticias, se evaporan al segundo.

¿Cuánto le debe Barcelona a Juan Antonio Samaranch? Por lo que hace referencia a la concesión de los Juegos Olímpicos, que fueron la herramienta que Pasqual Maragall utilizó con enorme inteligencia para transformar la ciudad, todo. Se lo debe todo. Nada de lo que hay hubiese sido. No seamos ingenuos, por favor, nosotros lo hicimos de maravilla, nuestro dosier de candidatura, nuestro proyecto, nuestra idea de ciudad y de organización fueron impecables, sí, pero si no hubiese sido por Samaranch, no ganamos. Cualquier otra historia, los que estuvimos allí, los Ferrer Salat, los Rodés, Maragall, Gómez Navarro, yo, todos los que estábamos en el ajo, sabemos perfectamente que, sin Juan Antonio, aquello no hubiese sido posible.

Joasep Miquel Abad

Joasep Miquel Abad / EMILIO PÉREZ DE ROZAS

Samaranch necesitaba que su candidatura fuese fuerte, creíble, realizable, novedosa. Nuestro dosier, insisto, nuestra idea, era la repera, pero, lo siento, Barcelona no era la repera frente a París, no, ¡ni hablar! Toquemos de pies en el suelo ¡por favor! Para ganar, necesitabas tener de tu lado la voluntad de la mayoría de miembros del COI y, sin Samaranch, eso no hubiese sido posible.

Él era un maestro en esos menesteres ¿verdad? En aquel momento, Samaranch emanaba poder, no lo ejercía. Todos los miembros del COI sabían el poder que tenía y, por supuesto, intuían que él quería que su ciudad fuese la vencedora ¡cómo no iban a saberlo! Pero para reforzar esa idea, nosotros, Barcelona, el COOB-92, Pasqual Maragall, tenía que presentar el mejor dosier posible y el mejor proyecto jamás presentado. Y eso hicimos. Aquel magnífico dosier fue utilizado por el presidente del COI para demostrarles a sus colegas que su ciudad, no solo había hecho los deberes, sino que haría unos grandes Juegos Olímpicos.

Les pidió el voto sin pedírselo. Yo, que viví con una intensidad irrepetible aquellas semanas de incertidumbre, aquellos días de tensión, jamás tuve la sensación y, si hubiese ocurrido, lo hubiera apercibido, que Samaranch le pidiese su voto a nadie o mostrase su preferencia por Barcelona ¡jamás! ¿Por qué?, porque lo que sí hizo y de maravilla, de ahí el reconocimiento que Barcelona le debe, es mantener flotando en el aire, recordar, insinuar, que Barcelona era su ciudad y que él quería que aquellos Juegos se celebrasen en su ciudad. Pero eso no lo verbalizaba ¡nunca!, aunque era evidente ¡claro que era evidente! que sus colegas del COI lo tenían presente. Ese saber decirlo, sin decirlo, lo manejo extraordinariamente bien y le salió redondo. Sin él no se hubiese ganado. Y punto.

Es de bien nacido ser agradecido, como dice usted. Repito, estuvimos, siempre, en las antípodas políticas. Repito, viví con él momentos de tensión que ni siquiera me atrevo a relatar y que, por supuesto, jamás contaré. Pero, repito, todo, todo, tenía su lógica: él defendía al COI y yo, a Barcelona. Y le voy a decir una cosa: cuando acabaron los Juegos ¡cuando acabaron, no antes!, si hubiese sido mi padre, Samaranch no me hubiera tratado mejor. Cuando ya no nos debíamos nada, cuando todo estaba hecho, cuando vivíamos el éxito de la mano, fue cuando Juan Antonio Samaranch me trató mejor que si fuese mi padre.

"Cuando arrancamos 416 millones de dólares a la TV norteamericana se enfado mucho porque temía que acabásemos con la gallina de los huevos de oro"

Era su ciudad y debía ser más exigente con ella que con ninguna otra porque, en efecto, sus colegas le estaban mirando ¿no? Tal cual. Eso, tanto Pasqual como yo, lo entendimos desde el minuto uno. Y lo asumimos, por duro que fuese. Samaranch se debía al COI y debía ser más exigente con su ciudad que con ninguna otra. Otra cosa es que yo tuviese la sensación, con pruebas, de que Juan Antonio tenía amigos, contactos, en Barcelona, que le llevaban al huerto con determinadas insinuaciones, todas ellas falsas, y él nos apretaba sin saber toda la verdad de las cosas. Puedo dar nombres de los intoxicadores, pero estamos celebrando un precioso y feliz 30 aniversario y no toca ¿verdad? No, no toca.

¿Pudo tener más tacto a la hora de quejarse o contar su versión de lo que no le gustaba? Pudo, sí, en eso todos en la organización estábamos de acuerdo pero…pero era el presidente del COI. No se trataba, perdone, de Juan Antonio Samaranch; para nosotros era el presidente del COI. ¿Pudo tener más tacto?, sí, pudo tener más tacto. ¿Debió tener más tacto?, sí, debió tener más tacto. ¿Lo hubiese podido hacer de otra manera?, sí, desde luego, menos dañina para nuestra propia moral de trabajo, de combate, pero jamás pensamos que nos quería hacer daño ¡nunca! No me cansaré de recordar que el tuétano de nuestra candidatura era que pondríamos los JJOO al servicio de la ciudad para transformarla y de ahí no nos movimos. Por eso se producían las tensiones.

Para completar ese pulso con Samaranch, le ayudo con otra de sus fechas favoritas: 1 de diciembre de 1988. ¡Tremendo! Nueva York. Le arrancamos 416 millones de dólares a la NBC por los derechos de TV, solo para EEUU, lo que significaba (casi) la mitad de nuestro presupuesto. Fue uno de los días más eufóricos de nuestras vidas, en serio. Y yo llamé a Samaranch y le dije “Juan Antonio ¡416 millones de dólares!” Se produjo un vacio estremecedor de algún segundo y me replicó: “Demasiados”.

¿Perdón? ¿Dijo “demasiados”? Dijo “demasiados” y, a los pocos días, me lo explicó. “Demasiados, sí, José Miguel, porque no se puede matar la gallina de los huevos de oro. Después de tus Juegos hay otros, y otros, y otros, y yo tengo que velar porque la gallina no muera y, si apretamos demasiado, igual la gallina deja de poner huevos de oro”. Y yo le dije, lo entiendo, Juan Antonio, pero yo me debo a mi ciudad y a mis Juegos, y yo debo sacar de la TV norteamericana todo lo que pueda. Nuestro golpe (y habilidad) fue tan tremendo que, a partir de entonces, fue el COI quien asumió esa negociación.

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