LOS 92 DEL 92

Carles Ferrer Salat, clave del doble éxito en los despachos y en el medallero | Olimpiadas Barcelona 92

Fue pieza fundamental en la candidatura y creó el programa ADO, que disparó las medallas españolas de 4 a 22

Carles Ferrer Salat.

Carles Ferrer Salat. / PEPE ENCINAS

Roger Pascual

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El deporte había estado muy presente en la vida de Carles Ferrer Salat desde pequeño: fue tenista profesional, llegando a ser campeón de España, a jugar en la tierra batida de Roland Garros y en la hierba de Wimbledon y a comandar al equipo español de la Copa Davis. Después de colgar la raqueta se sumergió en el ámbito empresarial, presidiendo primero Foment del Treball y posteriormente la CEOE. Pero, tras dejar la dirección de la patronal en 1984, decidió zambullirse de nuevo en el mundo del deporte y fue uno de los hombres clave de la jugada deportiva que puso Barcelona del revés para siempre.

Su buen amigo Joan Antoni Samaranch le ayudó a entrar en el movimiento olímpico. En 1985 Ferrer Salat no solo fue nombrado miembro del Comité Olímpico Internacional sino que también se convirtió en el presidente de la asociación Barcelona Olímpica-92. Como cabeza visible del apoyo empresarial a los Juegos Olímpicos, empezó a reunir dinero y complicidades con el objetivo de llevar el fuego olímpico al pebetero de Montjuïc. Viajó a las 24 ciudades rivales para conocer el nivel de los contrincantes antes de ser, el 16 de octubre de 1986 en Lausana, el primero en tomar la palabra para presentar la candidatura de la capital catalana, que resultaría ser la elegida al día siguiente.

Medio año después, el 27 de mayo de 1987, Ferrer Salat celebró otra designación olímpica, al ser escogido presidente del Comité Olímpico Español (COE), sustituyendo a Alfonso de Borbón. No solo tuvo un papel fundamental en la consecución de los Juegos sino también fue decisivo en el subidón español en el medallero de Barcelona, gracias a su decisión de poner en marcha el programa ADO (Asociación de Deportes Olímpicos 1992), unas ayudas que contribuyeron al enorme salto de calidad y resultados: de las 4 de Seúl a las 22 en Barcelona. De hecho en 1992 España obtuvo casi tantas preseas como en toda la historia de los Juegos de Verano e Invierno anteriores (27). Otro motivo de orgullo para el extenista antes de su repentina muerte en 1998, cuando solo tenía 57 años.