Josep Maria Trias, el creador del 'logo-atleta' de los JJOO de Barcelona

Hagamos un salto en el tiempo. 1986. Habían pasado tres años desde que Josep Maria Trias (Barcelona, 1948) perdiera el concurso para diseñar el logo de la candidatura de Barcelona para los Juegos de 1992. El gato al agua se lo había llevado America Sánchez, autor del ‘palillo’ que ayudó a que la capital catalana fuera elegida sede olímpica. Aquella primera derrota acabó abriéndole a Trias la puerta definitiva. Quedaban seis años para los JJOO y todo eran prisas. La organización se puso en contacto con él y otros cinco diseñadores (el citado Sánchez, Cruz Novillo, Carlos Rolando, Yves Zimmermann y Eric Satué) y se abrió un concurso para elegir el logotipo olímpico.

Recuerden. 1986. Apenas había ordenadores para diseño (quizá algún Macintosh). Trias, ahora retirado, enumera sus herramientas: DINA4, papel cebolla, un rotulador Edding negro y un Pantone de color gris oscuro. A mano y en blanco y negro. Así nació el ‘logo-atleta’, el primer logotipo olímpico de figura antropomórfica.

Tres formas sencillas. Cabeza, brazos y pernas. El equipo de Trias aseguró que parecía que saltara o que corriera. “Cualquiera de esas cosas me valía”, ha recordado posteriormente Trias. El diseño barcelonés acababa de romper barreras, desmarcándose de la rígida tradición olímpica. “Ah, también quería ser asexuado”, remachó hace años el diseñador.

Luego vinieron los colores. Azul, amarillo y rojo. Primarios y con fuerza. Hubo quien mencionó a Joan Miró. “Más que a Miró, mis trazos se parecían a los de Pablo Picasso en la sede del Col.legi d’Arquitectes”, recordó Trias, autor también de la imagen del Metro de Barcelona y de la renovación de los logos de TV-3.

El ‘logo-atleta’ convenció al jurado. Tras la victoria, a correr. Un presupuesto que ahora da risa (tres millones de pesetas) para ‘customizar’ al recién nacido logo. El diseño de Trias debía dar pie a los pictogramas para 32 deportes y 82 áreas de servicio y equipamientos y facilitar la comercialización.

Luego llegó el difícil matrimonio con Cobi. Pero eso es harina de otro costal.